La FDA norteamericana (la agencia encargada de regular, entre otras cosas, los medicamentos) acaba de aprobar la flibanserina, "el primer tratamiento para a aumentar la libido femenina", tras un proceso de 5 años y dos rechazos previos.
La noticia de la comercialización de la "pastilla rosa" ha dado la vuelta al mundo, pero hay muchos puntos negros y cuestiones sin resolver que van desde su efectos reales a las presiones políticas para su aprobación definitiva. ¿Qué hay detrás de la promesa de la 'Viagra Femenina'?
¿Qué es la "pastilla rosa"?
La flibanserina (que se comecializará como Addyi) es un fármaco diseñado para tratar el deseo sexual inhibido premenopaúsico (o, como también le dicen algunos, 'anafrodisia') o, lo que es lo mismo, para aumentar la libido en las mujeres.
Desarrollada inicialmente por los laboratorios alemanes Boehringer Ingelheim como un antidepresivo, pronto se dieron cuenta de que su uso hacía aumentar el número de 'encuentros sexuales satisfactorios' en el mes. Rápidamente, orientaron los esfuerzos a conseguir aprobar el primer fármaco comercializado para tratar las disfunciones sexuales femeninas.
La Flibanserina es un tratamiento no-hormonal que actúa sobre los receptores 5-HT1A y 5-HT2A, que como nos contaba Santiago Campillo hace unos meses, se encargan de regular el balance de neurotransmisores tales como la serotonina o la dopamina, controlando, en última instancia, el nivel de hormonas en el cuerpo.
¿Funciona igual que la Viagra?
No. Mientras la flibanserina es un "antidepresivo reconvertido" y concentra su acción en el cerebro con la intención de aumentar el deseo; los felices efectos del sildenafilo (la viagra) se descubrieron mientras se estudiaba su posible uso como tratamiento de la hipertensión arterial y la angina de pecho y únicamente se concentra en aumentar el flujo sanguíneo en el pene. O en otras palabras, la viagra se encarga del hardware, mientras la flibanserina se encarga (o se quiere encargar) del software.
No acaban ahí las diferencias. Sin hablar sobre los efectos secundarios que trataremos luego, la viagra se consume solamente cuando es necesaria, mientras que con la flibanserina hay que tomar una pastilla diaria.
¿Por qué se la llama "viagra femenina"?
Hay dos razones fundamentales: la primera, por simplificar. Como ambos medicamentos tratan 'disfunciones sexuales' (aunque eso sea simplemente porque el término 'disfunción sexual' es muy muy amplio), la popularidad de viagra hace que muchos medios generalistas escojan esa expresión para ilustrar la noticia. Aunque pueda llevar a confusión y, en último término, ser peligrosa.
La segunda es, simple y llanamente, el dinero. Puro marketing. No sé si habéis visto 'Amor y otras drogas' pero si lo habéis hecho os podréis hacer una idea de lo tremendamente rentable que fue Viagra para Pfizer. Y no sólo para la farmaceútica. El mero deseo de que de que la flibanserina sea la nueva gallina de los huevos de oro hace que el Big Pharma se haya volcado a nivel mediático y publicitario.
¿Hay razones para ser optimistas?
Pocas. Y diciendo pocas, el que está siendo optimista soy yo.
Para empezar, no ayuda a todas las mujeres. De hecho, ayuda a muy pocas: sólo entre un 8 y un 13% de las mujeres experimentan efectos mejores que el placebo y, en esos casos, se produjo un aumento medio de 0'5 encuentros satisfactorios al mes. Unas cifras bajísimas.
Y por otro lado, tiene bastantes efectos secundarios. Una de cada cinco pacientes desarrolla algún tipo de efectos secundarios. Los más comunes son somnolencia, mareos, desmayos e hipotensión. Y si se consume con alcohol o con algún tipo de anticonceptivos hormonales la cosa se puede poner muy seria. De hecho, el estudio que aporta la farmacéutica sobre los efectos del alcohol es un poco raro: de los 25 participantes, sólo dos eran mujeres. Sí, es cierto, todas las drogas tienen efectos secundarios, pero en este caso no está claro que los beneficios se equilibren con los riesgos, la verdad.
El deseo sexual inhibido no es sencillamente un desajuste hormonal; es, en todo caso, un trastorno psicológico
No obstante, el motivo fundamental para no ser optimista es, sencillamente, que las pretensiones del medicamento están sobredimensionadas. El deseo sexual inhibido no es sencillamente un desajuste hormonal, es, en todo caso, un trastorno psicológico. Y como reconocen las guías NICE (los protocolos de referencia en muchos tratamientos) aunque los psicofármacos pueden ayudar - e incluso, ser necesarios -, los tratamientos de primera elección en el caso de trastornos psicológicos se basan fundamentalmente en psicoterapia.
La pastilla rosa por sí sola no va a hacer nada de nada porque hay más cosas en el amor, el deseo y la pasión de las que sueña la farmacología.
Entonces, ¿Por qué se ha aprobado?
Todo hace sospechar que hay razones políticas detrás de la aprobación. No vamos a negar que en la investigación biomédica existe un considerable sesgo de género, pero hay cada vez más voces que denuncian que en este caso se ha hecho un uso torticero del feminismo. Tras el rechazo de 2013, el Sprout Pharmaceuticals (el fabricante actual) puso en marcha la campaña "Even the Score" en la que denunciaba que mientras había "26 fármacos aprobados por la FDA para tratar las disfunciones sexuales masculinas, pero no había ninguno para tratar las femeninas". Y que pese a que las autoridades norteamericanas tenían la disfunción sexual femenina entre sus 20 prioridades ponían "tremendos obstáculos" para conseguir sacar un tratamiento seguro al mercado.
Las acusaciones de sexismo son sorprendentes, como decía Paul Thacker el año pasado. "Es dificil encontrar el sexismo en una agencia regulatoria que rechaza aprobar una droga poco eficaz y con importantes efectos secundarios". No obstante, todo el mundo coincide en que la presión política en este sentido ha sido clave para lograr la aprobación.
Sea como sea, y con todos los peros que le queramos poner, la aprobación de la flibanserina (y su previsible éxito) reaniman el interés público y científico sobre un campo de investigación que hasta el momento estaba algo olvidado. Y eso, ya de por sí, es una buena noticia.
Imágenes | David Goehring, Pete, Kriss A.
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