Las 7 anomalías electorales que hacen de las elecciones estadounidenses de este año algo histórico

La larga y ardua carrera por la Casa Blanca ya divisa su fin. Atrás queda la imagen de una dura campaña que por supuesto no ha estado exenta de polémica y que ha puesto a la demócrata Hillary Clinton y al republicano Donald Trump en el foco mediático y político durante todo este año.

Un foco, que eso sí, dejará su carácter bilateral el próximo martes 8 de noviembre, cuando los estadounidenses terminen por decantarse por uno de los dos candidatos en lo que serán las 58 elecciones de Estados Unidos.

Pero lejos ya de lo trascendental que pueda resultar a nivel global los comicios de Estados Unidos, esta cita con las urnas tiene una serie de singularidades que merece la pena comentar y que desglosaremos punto por punto

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1. El voto latino puede ser decisivo… y eso es un problema para Trump

Que la población de Estados Unidos es una de las más heterogéneas del mundo es un hecho. Que en estas elecciones esa diversidad puede que tenga un fuerte impacto en las urnas, también.

Y una de las razones, quizás la principal, de esta última premisa es el fuerte incremento que ha tenido la población latina y como consecuencia el número de votantes latinos.

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Según las estimaciones del centro de investigaciones Pew Research Center, el número de votantes hispanos ha tenido un repunte de 4 millones (un 37% del total) en estos últimos 4 años. Una cifra que implica que hasta 27,3 millones de latinos podrían acudir a las urnas el próximo 8 de noviembre.

Pues bien, este fuerte repunte del voto hispano podría suponer un problema para el candidato republicano Donald Trump. Y es que este grupo demográfico lleva votando a favor de los demócratas desde 1980. Y por una diferencia bastante holgada, dicho sea de paso.

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De hecho, ocurrió en las elecciones presidenciales de 2004, cuando la ventaja de los demócratas a los republicanos en el voto latino fue la más corta de las últimas décadas (18 puntos). Aquel año, por cierto, el republicano George W. Bush terminó ganando la carrera hacia la casa blanca a John Kerry por una diferencia de apenas 2 puntos porcentuales en el voto popular.

Y esta es una tendencia que, según las encuestas del Pew Research Center, parece que no va a cambiar en estas nuevas elecciones, algo que se puede ver claramente en el siguiente gráfico.

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Lo cierto es que el impacto del voto latino siempre ha estado algo limitado debido a su concentración en los estados no disputados. Algo que podría cambiar en estos últimos comicios, pues los hispanos tienen ahora una mayor presencia en algunos de los denominados swing states.

De los estados competitivos, los latinos tienen una presencia significativa en Arizona (21%), Nevada (17%) Colorado (14%) y Florida (18,1%). ¿Y puede esto suponer un cambio de rumbo en las elecciones? En parte sí. Por poner dos ejemplos: los republicanos llevan ganando en Arizona desde 1960 (a excepción de 1996). Y otro: Florida es el estado clave de estas elecciones. Y, como hemos dicho, salvo sorpresa mayúscula, el voto hispano ya tiene a su candidata.

2. La enorme brecha demográfica de estas elecciones

Si hablamos del fuerte repunte del voto hispano, también es preciso hablar del aumento en general de la población estadounidense en edad de votar. Dicho de otro modo, en estos comicios hay 10,7 millones de votantes más de lo que había en 2012. Un crecimiento que viene sobre todo de un fuerte impulso de las minorías raciales, los latinos (como ya hemos dicho), y los millennials (18 a 34 años), según datos del censo de EEUU.

¿Y qué ha provocado esto? Pues una curiosa foto que nos deja varios mapas que cambian completamente de color, según el grupo que vote. Así lo constatan los datos de la empresa especializada en la realización de encuestas en los Estados Unidos, Survey Monkey.

Lo inédito de este capítulo está en algunos grupos como el de la población con estudios superiores. Y es que desde hace dos décadas, los candidatos republicanos siempre han tenido un fuerte apoyo entre el electorado con estudios universitarios, según Survey Monkey. Algo que como se puede ver, ha cambiado, y mucho, con la aparición de Donald Trump.

Pero lejos ya de que resulte más o menos curioso ver quién ganaría las elecciones en función de quien vote, hay un grupo de este electorado que se merece una mención especial: los millennials. Esa parte de la población de entre 18 a 34 años, que siempre tiene uno de los focos de los candidatos apuntando hacia ellos.

Una expectación que no resulta nada irrelevante teniendo en cuenta que muchos de ellos son nuevos votantes y/o su interés por la política no suele ser demasiado alto.

Y es aquí, donde de nuevo, se le vuelven a complicar las cosas a Donald Trump. Según Survey Monkey, los millennials son más propensos a decir que el candidato republicano no respeta a las mujeres y que es un racista. Después de muchas encuestas locales lo que sí parece claro es que Hillary Clinton tiene ganada la batalla por el voto millennial. Incluso, algunos sondeos como el del medio local USA Today, vaticina que la demócrata obtendrá un apoyo de récord entre los jóvenes.

Puede así, que este grupo sea uno de los que más peso tengan para que durante los próximos cuatro años, veamos una foto nunca vista hasta ahora: la de una mujer al frente de los Estados Unidos de América.

3. Hillary Clinton, la primera mujer presidenta de EE.UU en un contexto de retroceso de las mujeres en la política

Si algo tiene de excepcional este capítulo es que esta es la primera vez que se presenta candidata una mujer por un gran partido. Y lo hace en un momento en el que la presencia femenina en los cargos políticos sigue sin ser determinante.

Aunque si bien es cierto que la presencia de las mujeres en la política estadounidense ha ido aumentando en las últimas décadas, durante toda la historia de EEUU ha habido 1917 de senadores hombres y 46 senadores mujeres.. Además, este año el porcentaje de mujeres en puestos políticos ha vuelto a caer a niveles similares a los de los años 90.

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En 1993 había un 22,2% de mujeres que ocupaban cargos de elección popular en Estados Unidos. Apenas 2 puntos porcentuales menos de los que hay en 2016. Resulta curioso además que el pico más alto (27,6%) llegó durante el mandato del propio Bill Clinton.

En el actual Congreso de Estados Unidos hay 104 mujeres que ocupan un escaño. 104 de 535. Cifra que supone un 19,4%. En el Senado hay 20 (20%) mujeres y en la Cámara de Representantes, 84 mujeres (19,3) ocupan un puesto.

California aporta 39 mujeres al Congreso, más que ningún otro estado. Le sigue Nueva York con 27. Especialmente llamativo es el caso de los estados de Delaware, Missisipi, o Vermont, que nunca han aportado mujeres a este órgano bicameral.

4. Gary Johnson, el tercer candidato que puede tener el mayor apoyo de los últimos 20 años

Si algo ha caracterizado siempre las elecciones de Estados Unidos es un marcado bipartidismo, donde el resto de candidatos han jugado un papel plano y casi irrelevante, salvo honrosas excepciones.

Gary Earl Johnson, tercer candidato a las elecciones presidenciales de Estados Unidos por el partido libertario.

Razón que ha hecho que el voto que no caiga en manos de los dos principales candidatos, se ha llegado a denominar como el voto perdido o el voto protesta. Así que la lectura que se hace aquí es bien simple: muy pocas veces se deposita la confianza en el resto de líderes porque realmente se esté de acuerdo con ellos, sino porque las dos opciones mayoritarias sencillamente no gustan.

Y este último panorama es más o menos lo que nos encontramos en estos comicios con Gary Johnson, ex gobernador de Nuevo México y candidato a la Casa Blanca por el partido libertario. Sus opciones de ganar son del 0%. Pero eso sí, el porcentaje que obtendría Johnson del voto popular podría alcanzar e incluso sobrepasar el 5%. Todo esto según datos de FiveThirtyEight, el medio especializado encargado de hacer un promedio de todas las encuestas.

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En términos generales, ese 5% resultaría hasta irrisorio, pero si echamos la vista atrás, la cosa cambia. Y es que Gary Johnson puede conseguir los mejores resultados para un tercer candidato de los últimos veinte años.

El último en lograr algo parecido, fue Henry Ross Perot que obtuvo, con un programa ultraconservador, el 19% del apoyo popular en las elecciones presidenciales de 1992 y un 8,4% en las de 1996.

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La idea de Johnson es arrastrar votos de esos bastiones históricamente republicanos, que por primera vez se están destiñendo de ese color rojo que ha imperado durante las últimas décadas.

Algo que, según los últimos sondeos, está pasando en el estado de Utah, donde ha saltado la sorpresa durante las últimas semanas.

5. Utah, el estado republicano que un candidato independiente puede quitar a Trump

En el estado de Utah llevan ganando los republicanos desde 1968. Victorias que además han sido siempre por una holgada ventaja, que en algunos años llegó a sobrepasar hasta la barrera de los 50 puntos porcentuales. Como ocurrió por ejemplo en 1984, cuando el republicano Ronald Reagan ganó a Walter Mondale en todos los estados menos Minnesota, el único por cierto que no ha votado en ninguna ocasión por Reagan.

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Pero en estas elecciones el color rojo que siempre se ha dibujado en el estado de Utah se está destiñendo y no precisamente hacia un tono más azul. El culpable de que esto ocurra, y de que Donald Trump pueda perder este feudo republicano es el independiente Evan McMullin.

McMullin es un ex agente de la CIA que nunca ha tenido un puesto en un cargo político, ni se ha presentado a las elecciones. Es el quinto candidato en la carrera por la Casa Blanca, ni siquiera aparece en las encuestas nacionales, pero en Utah está a punto de dar la sorpresa, después de que en las últimas semanas los sondeos hayan dibujado casi un empate técnico con el aspirante republicano Donald Trump.

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Se trata de un hecho inédito, pues ningún candidato independiente ha ganado una elección estatal en las elecciones presidenciales.

Pero, ¿qué ha hecho Trump para estar a punto de perder Utah?

La caída de Donald Trump en este estado y el simultáneo ascenso de McMullin tienen su explicación en el conocido como pussygate. El vídeo de 2005 que vio la luz el pasado 7 octubre y que muestra al líder republicano presumiendo de aprovechar su fama para acechar a las mujeres y de acosarlas sexualmente. Desde entonces, las encuestas de Utah han dibujado en los sondeos de Trump una línea descendente que puede influir, y mucho, en el resultado final.

Pero lo cierto, es que no es el único feudo que puede perder Trump, hay dos estados más en el que el color azul está ganando fuerza en detrimento del rojo. Y ahí, el republicano tiene otro serio problema.

6. Texas y Arizona, los bastiones republicanos que Clinton puede quitar a Trump

Ahora bien, a Utah habría que sumarle otros dos estados que pueden estar en su misma tesitura: Texas y Arizona. Dos zonas históricamente republicanas que pueden votar a favor de una demócrata por primera vez en décadas.

Hablemos en primer lugar de Texas. Un estado que lleva votando al partido republicano desde 1980. La última vez que aquí imperó el azul, fue en 1976 cuando Jimmy Carter se impuso al republicano Gerald Ford en unos comicios marcados por el caso Watergate, que provocaron la dimisión de Richard Nixon en los dos años previos.

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Según, FiveThirtyEight, Trump lleva una ventaja a Clinton de unos siete puntos porcentuales en Texas. Cierto es que las probabilidades que el republicano se lleve todos los votos electorales con los que cuenta el estado son altas, pero los demócratas están más que confiados de que este estado puede caer en su saco, pues la distancia que muestran los sondeos es una de las más cortas de los últimos años.

En Arizona la cosa es bien distinta. Tanto que aquí las posibilidades de que Clinton se lleve los electores de este estado empieza a tornarse como un hecho más que viable.

Lo cierto es que desde que Arizona obtuviera la condición de estado en 1912 siempre había caído del lado demócrata. Una racha, que salvo excepciones, se cortó en 1952 con la elección de Dwight D. Eisenhower. Desde entonces, Arizona siempre ha votado a favor de los republicanos, salvo en 1996 cuando Bill Clinton ganó la carrera hacia la Casa Blanca a Bob Dole.

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Tantas son las posibilidades de Clinton en Arizona, que la junta editorial del periódico The Arizona Republic de Phoenix ha anunciado su apoyo a la candidata demócrata. Un hecho histórico para el estado, pues desde su fundación en 1890, este rotativo nunca se había decantado a favor de un demócrata.

Los sondeos de FiveThirtyEight dan un empate técnico entre Clinton y Trump. Aunque incluso, durante el mes pasado, y sobre todo en la época del ya mencionado pussygate, Hillary Clinton llegó a ir ganando a Trump en Arizona.

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7. Ohio puede que ya no sea tan determinante

A medida que se van aproximando las elecciones de Estados Unidos, Ohio es uno de esos estados donde los focos señalan con fuerte intensidad. No es para menos. Desde John F. Kenedy en 1960, ningún candidato, ni demócrata ni republicano, ha llegado a la Casa Blanca sin antes ganar en Ohio.

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Dicho de otro modo, Ohio ha sido durante décadas un estado clave para decidir el presidente de Estados Unidos. Un hecho que podría dejar de ser determinante en estas elecciones.

¿Por qué?

Sencillamente porque Hillary Clinton puede que sume una ventaja suficiente que incluso se podría permitir no ganar aquí. Y, según los sondeos, Ohio está cada vez más cerca de teñirse de rojo en estas elecciones. Una victoria para Trump que puede que no le sirva de mucho.

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Tanto es así, que incluso Hillary Clinton ha desechado centrarse en Ohio como uno de los estados en los que incidir en su campaña. Y ante este panorama, Ohio puede no votar al candidato ganador por primera vez en 56 años.

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