La primera vez que fui al Amazonas, en el año 2010, no sabía con qué me iba a encontrar. Por aquél entonces preparaba mi tesis en la lejana ciudad brasileña de Belo Horizonte y pensaba que mi trabajo de campo (el estudio de los hábitats de los peces en la selva tropical más grande del planeta) se basaría en viajes en barco por ríos inmensos y largas caminatas por la selva.
En realidad, todo lo que necesitaba mi equipo de investigación era un coche porque el Amazonas brasileño no es solamente una selva tropical: está extensión de 1,5 millones de kilómetros cuadrados también alberga pueblos, explotaciones agrícolas, talas forestales e incluso actividad minera. Esto significa que existen carreteras, aunque la mayoría no estén asfaltadas.
Hace tiempo que los científicos saben que las carreteras contribuyen a la deforestación, tanto en el Amazonas como en otras selvas tropicales. Sin embargo, mi investigación demuestra que estas redes de transporte también son perjudiciales para las vías fluviales del Amazonas porque afectan a los peces que crecen en este hábitat delicado y ponen en peligro a las comunidades locales.
El estudio original que realizamos en 2010 examinaba las condiciones del agua y la biodiversidad íctica en 99 pequeños arroyos conocidos como "igarapés" del estado amazónico de Pará. Para llegar hasta estos ríos, tuvimos que conducir grandes distancias, pasando por tierras de pastoreo, grandes plantaciones y pequeños pueblos, así como a través de una densa selva virgen y de una jungla de reciente regeneración.
También cruzamos muchos ríos y arroyos: las vías fluviales que nutren a este rico ecosistema tropical. Aunque para ello apenas tuviéramos que utilizar ningún puente. De lo que nos dimos cuenta es de que la mayoría de los pasos de los igarapés del Amazonas se construyen de forma muy básica: se echa tierra a los arroyos para que sean más estrechos y el agua pasa por debajo de estos pasos a través de un tubo de metal.
La mayoría de los conductos improvisados que vimos eran, o bien demasiado estrechos para que pasara el agua o se habían instalado a demasiada altura y estaban "encaramados" de tal forma que hacían una especie de mini catarata aguas abajo tras el paso, lo que alteraba notablemente el flujo del agua.
Agua por todos lados pero ningún puente
Nos dimos cuenta de que a un pez le costaría mucho pasar por uno de estos conductos y que está claro que estos pasos improvisados también tienen que estar afectando a las poblaciones de peces locales de otras maneras. Durante los últimos ocho años me he dedicado a documentar cómo.
Los ríos y los arroyos del Amazonas contienen una diversidad de peces brillante con tantos miles de especies que los científicos siguen encontrando nuevas familias de peces. En tan solo un pequeño arroyo del Amazonas hemos contado hasta 44 especies de peces diferentes, más de las que hay en toda Dinamarca.
Tras muchas horas analizando varias características de los pequeños arroyos (entre los que se incluían la profundidad del agua, el ancho de la corriente, el flujo de agua, la temperatura y los tipos de sustrato) y catalogando los peces que los habitaban, los datos de nuestro estudio del año 2010 confirmaron que las carreteras de tierra estaban devastando los arroyos del Amazonas.
Observamos que los pasos improvisados en las carreteras hacen que se produzcan erosiones en las orillas y se acumulen sedimentos en los arroyos. Todo esto hace que empeore la calidad del agua, perjudicando a los peces que viven en este hábitat de equilibrio delicado.
Estos pasos en las carreteras mal diseñados también actúan como barreras contra el movimiento, impidiendo que los peces encuentren lugares donde alimentarse, reproducirse y buscar refugio. Esto puede conducir a lo que se conoce como "homogeneización de la fauna" porque las especies acuáticas más vulnerables se extinguen, dejando atrás una comunidad de peces menos diversa.
Los flujos de agua interrumpidos afectan particularmente a las especies carnívoras porque suelen cazar a lo largo de grandes distancias. El pez dientudo, o _Acesthrorhynchus falcatus_, por ejemplo, suele cazar en muchos arroyos diferentes, nadando de uno a otro en busca de su presa. Todavía no sabemos a ciencia cierta qué ocurre con las especies de peces carnívoros del Amazonas cuyo rango de caza se ve limitado por los pasos de las carreteras, pero lo que sí que es probable es que sufran de malnutrición, endogamia e incluso peligro de extinción.
Rompiendo la red fluvial del Amazonas
Los arroyos del Amazonas están interconectados, formando una red natural perfectamente calibrada para transportar nutrientes y materia orgánica aguas abajo, controlar el flujo del agua y regular la calidad del agua. En resumen, los igarapés son la interrelación esencial entre los bosques y los grandes ríos del Amazonas.
Los pasos improvisados en las corrientes crean obstrucciones en esta red fluvial. Según mis cálculos, existen cerca de 3.000 pasos improvisados solamente en el término municipal de Paragominas: una pequeña parte de uno de los nueve estados que componen el Amazonas brasileño. En su conjunto, estos "puentes" improvisados (algunos de los cuales pertenecen a carreteras construidas de forma ilegal) han fragmentado profundamente el ecosistema de aguas fluviales del Amazonas.
En la cuenca del río Curuá-Una, por ejemplo, varios estudios anteriores hablaban de un embalse por cada 7,5 kilómetros de arroyo. En el tramo superior del río Xingu, un afluente del Amazonas y uno de los ríos más grandes de la cuenca del Amazonas, existen cerca de 10.000 pasos de carretera y la temperatura del agua ha subido hasta 3 grados, en parte porque se han talado árboles de las orillas para dejar espacio para estos pasos, permitiendo que se filtre la luz del sol.
Los ganaderos del Amazonas tienden a construir pasos de tierra similares. Pero se trata de propiedades privadas, por lo que es difícil saber cuántos hay o medir su impacto. Se trata de todo un problema innecesario para un Amazonas delicado y con muchos conflictos.
Los agricultores brasileños que viven en el Amazonas necesitan carreteras para poder moverse y transportar sus cosechas. Sin embargo, a diferencia de la tala de árboles, de la minería y de la agricultura (actividades que amenazan profundamente esta selva tropical tan delicada), las intersecciones entre carreteras y arroyos no tienen por qué ser perjudiciales para las vías fluviales del Amazonas. Es una cuestión de diseño.
Construyendo carreteras favorables para los peces
La infraestructura de transporte del Amazonas está construida de forma tan deficiente porque en Brasil no existen normativas a nivel federal para la construcción de carreteras rurales de forma técnicamente correcta y sostenible con el medio ambiente.
Las regulaciones medioambientales actuales simplemente no tienen en cuenta el impacto negativo de las carreteras en las vías fluviales. Incluso nos encontramos conductos que bloqueaban arroyos dentro del Parque Nacional de Tapajós, una zona protegida.
Esto no justifica el daño que se provoca en los peces. Son muchos los pasos en los arroyos del Amazonas que se construyen durante la estación seca que va desde abril a septiembre. Cuando llega la temporada de lluvias de seis meses de duración, los igarapés se cubren de agua y crecen, lo que provoca que los conductos demasiado pequeños se rompan. Las inundaciones rutinarias ponen en peligro a las personas que viven aguas abajo y hacen que sea necesario arreglar las carreteras con más frecuencia.
Otros países (entre los que se incluyen Suecia, Estados Unidos y Canadá) han desarrollado buenas recomendaciones técnicas para construir y controlar pasos entre arroyos y carreteras que sean sostenibles a nivel medioambiental. Los puentes elevados y los conductos adecuados para los peces, por ejemplo, pueden minimizar el impacto en los hábitats acuáticos.
Unos puentes bien diseñados también disminuirían de forma dramática las inundaciones durante la temporada de lluvia, lo que supondría un ahorro económico al reducir la necesidad de reconstruirlos de forma frecuente. Por supuesto, Brasil tendría que adaptar estas recomendaciones técnicas para que se pudieran aplicar al Amazonas, una selva tropical que no tiene nada que ver con la geografía de Europa o de América del norte, pero que se trata de una zona medioambiental en la que merece la pena invertir.
Autor: Cecilia Gontijo Leal, Museu Paraense Emílio Goeldi.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Traducido por Silvestre Urbón.
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