¿Cuántas bicicletas puedes ver en tu día a día? ¿Y a lo largo de toda tu vida? Son un objeto ubicuo, en muchas de nuestras sociedades. Puede que tú mismo tengas una. Sin embargo, hay muchas probabilidades (8 para cada 10 concretamente) de que no sepas dibujar una ahora mismo, de memoria, cogiendo papel y lápiz e imaginando cada parte de su estructura.
Nuestros seguidores más constantes ya lo sabrán: anteriormente hemos hecho en nuestras propias oficinas este experimento pidiendo que intentaran dibujar este vehículo a otros redactores, cuyos resultados dejamos por redes sociales en este video bastante descacharrante.
Lo que no sabíamos es que la idea que tuvo uno de nuestros compañeros ya la tuvo antes el artista Gianluca Gimini. Es, digamos, uno de los reyes de los experimentos de asunciones cognitivas. Basándose en los trabajos de psicólogos de la Universidad de Liverpool, lleva ocho años alimentando un proyecto llamado Velocipedia, por el que propone un trabajo doble: cientos de encuestas a amigos y conocidos en los que les pide que repliquen la estructura de las bicicletas para luego darle vida a esas mismas y chocantes ideas en imágenes realistas renderizadas en 3D.
Confiriéndole un giro artístico a los dibujos, el proyecto de este boloñés va más allá que la simple prueba psicológica: es más bien una celebración de las formas creativas de salir del paso por las que opta la gente sin darse cuenta. "La gente dibuja algunas cosas realmente locas cuando está tratando de no ser nada creativa, cuando cree simplemente que está realizando una tarea”, explicó. Por supuesto, parte de la belleza de esta obra es descubrir que muchos de esos diseños, aunque inquietantemente similares a los que nos rodean, son completamente inútiles.
Las ilustraciones de este diseñador italoamericano acaban revelándose como la mirada furtiva en la mente de alguien con una nutrida imaginación. Sin embargo, como el propio Gimini ha afirmado, “ninguna única persona podría figurar tantas variaciones de un mismo tema, aunque fuese el tema de su vida”. Su pretensión, entonces, era crear unas esculturas en dos dimensiones que ayudaran a liberar el potencial y la belleza de esos dibujos.
Para ello cogió los diseños más genuinos y extraños (eso de los que quisieron entregarle su prueba, porque había gente que, tan molesta de ver cómo eran incapaces de dibujar el aparato, acababan destrozando su croquis) de unas pruebas en las que les daba a los participantes dos minutos. Para él, todo el mundo, independientemente de su edad o trabajo, produjo algo sumamente interesante y extraordinario.
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