Las polaroid de Andrei Tarkovsky, un paseo por el Instagram más bonito que jamás existió

Cuesta imaginar a Andrei Tarkovsky sumergido en la dinámica autoconsumible del siglo XXI. Su mirada cinematográfica, sus películas demasiado reposadas, demasiado filosóficas, demasiado lentas para un tiempo que, al albur de las redes sociales y la hiperconectividad, ha reducido su lapso de atención. Pero de haber vivido lo suficiente, es probable que Tarkovsky hubiera creado el Instagram más bello del mundo.

No es una suposición temeraria: el cienasta ruso era un aficionado amateur a la fotografía. En concreto, a la polaroid. Durante sus espacios libres y convivencia familiar, Tarkovsky fotografiaba los rincones de sus hogares, los juegos de sus hijos y sus mascotas, las estancias personales, el paisaje místico del que se rodeaba. Aquellas fotos sobrevivieron al paso de las décadas, por fortuna, y fueron recopiladas por Giovanni Chiaramonte en Instant Light.

Más de 200 fotografías tomadas entre 1979 y 1984 (los últimos años de su vida, moriría en 1986), un espacio de tiempo que coincide con algunas de sus obras maestras más reconocibles. En las claves estéticas de sus improvisadas fotografías hay un montón de elementos presentes en sus películas, y muchas de ellas, por lo poético y lo nebuloso, no desentonarían demasiado en algún plano de Stalker.

Tal es el magnetismo de las polaroid de Tarkovsky que algunas de las tomadas durante su grabación de Nostalgia, a mitad de camino entre Italia y Rusia, fueron subastadas por medio millón de libras hace año y medio. La consonante paleta de colores, la evidente intensidad emocional que destila cada una de las instantáneas, el punto justo de nostalgia y evocación de un pasado ya perdido, la luz tenue y las escenas del día a día: todo confluye en un Instagram perfecto que jamás existió.

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