Hay creencias tan arraigadas que siguen transmitiéndose de generación en generación pese a vivir en la era de la sobreinformación al instante, y algunas incluso de manera global. Ya lo vimos, de hecho, al hablar de los falsos mitos más extendidos, donde posiblemente descubriríamos que aún seguíamos creyéndonos muchos de ellos. Tal es el extremo al que llegan que se hace casi necesaria la intervención de la ciencia para corroborar o desmentir lo que la teoría popular plantea, como el caso de aquello de que "las rubias son tontas".
Una idea que existe desde tiempos inmemoriales y que en la Universidad de Ohio han decidido hacer pasar por el tamiz del método científico. Concretamente ha sido un trabajo de investigación de Jay Zagorsky, publicado en The Economic Bulletin titulado con propio planteamiento de la certeza de este mito: Are blondes really dumb?. Y ante la duda, dosis de método científico.
El peso de los falsos mitos
¿Cómo alguien se decide a hacer un estudio para demostrar la invalidez de una idea así? Según leemos en el artículo en el cual la facultad se hace eco del trabajo de Zargorsky, el investigador se percató de que este prejuicio no siempre queda sólo en bromas y que en ocasiones influye (y de manera negativa) en realidad.
Las bromas sobre las rubias pueden parecer inofensivas para algunos, pero pueden tener implicaciones en el mundo real.
Algo que vio reflejado en estudios previos de las universidades de Westminter y Coventry (Reino Unido). Es por ello que el objetivo de la investigación fue probar que no existe base para esa afirmación y que, por tanto, no debería cometerse ninguna discriminación. Algo motivado por el hecho de que, según Zargorsky, los estereotipos en ocasiones tienen un impacto en algunas experiencias sociales como campañas publicitarias, promociones o incluso la contratación para un puesto de trabajo.
El pódium del IQ según el color del cabello
Para llegar a estas conclusiones, Zargorsky recurrió una serie de estudios realizados jóvenes en los años 80, en varias fases a medida que pasaban los años. Además, con el fin de eliminar cualquier sesgo debido a las diferencias étnicas, el autor seleccionó los casos excluyendo a los individuos afroamericanos e hispanos.
Así, los 10.878 sujetos del estudio fueron sometidos a las encuestas por primera vez con una edad de entre 14 y 21 años, concretamente a la National Longitudinal Survey of Youth en 1979 (NLSY79), un test a nivel nacional (Estados Unidos) realizado por la Oficina Nacional de Estadísticas de EE.UU.. Un año después, los mismo individuos fueron sometidos al test de calificación de las Fuerzas Armadas (AFQT), un procedimiento en el que se pone a prueba la comprensión lectora, el conocimiento de vocabulario y matemático, así como el razonamiento aritmético.
Fue cinco años más tarde, en 1985, cuando se hizo la pregunta fundamental para la conclusión del trabajo de Zargorsky: "¿Cuál es su color natural de cabello?". Junto con los datos extraídos de las pruebas anteriores, que proporcionaban una idea de la capacidad de los sujetos, se vio que las mujeres rubias tenían un cociente intelectual (IQ) medio de 103,2, 0,5-2,7 puntos por encima del resto, es decir, mujeres con el pelo castaño (102,7), pelirrojas (101,2) y morenas (100,5).
El entorno es la clave
Los genes (genotipo) predeterminan nuestra apariencia y muchas de nuestras características (fenotipo), pero al final siempre es el ambiente el que acaba conformando tanto nuestra personalidad como otros aspectos de nuestro comportamiento y capacidad. Con este trabajo no puede demostrarse que no exista una relación a nivel de ADN entre la inteligencia del color de pelo y la inteligencia, pero el autor del estudio matiza la influencia del entorno a la hora de evaluar los resultados, en los que hemos visto esa ligera ventaja de las mujeres rubias.
El hecho de que las mujeres rubias presenten esa pequeña ventaja probablemente se deba a que en sus hogares ha habido una mayor estimulación intelectual.
Algo que sí se atajó en un estudio de noviembre de 2013 realizado por unos investigadores de la Universidad de Stanford. Concluyeron que el color de pelo tiene sus genes exclusivos, es decir, que hay una región específica del ADN que codifica una proteína (KITLG) responsable de las características finales del cabello, por lo que se desvinculaba la relación del color de pelo con otras características. Otra prueba científica que deja sin validez la popular frase, de hecho uno de autores, David M. Kingsley, hacía referencia a esto mismo.
Queda claro que el color del pelo se debe a un mecanismo regulador que sólo opera para el cabello. Es algo que no afecta a otros atributos, como la inteligencia o la personalidad.
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