Imaginemos un mundo en el que una infección en una herida, una neumonía o una tuberculosis pudieran terminar con una gran parte de la población. Imaginemos que no somos capaces de encontrar la cura para erradicar estas enfermedades. Imaginemos que esto ocurre en occidente. En 2016.
Eso es lo que teme que pueda ocurrir una buena parte de los investigadores ante el crecimiento de las llamadas superbacterias en los últimos años, un problema de salud mundial de primera magnitud del que aún no hay suficiente concienciación por parte del público. Y una nueva noticia no ayudará a paliar el sentimiento de preocupación a estos agoreros: se acaba de diagnosticar de una rara infección de E. Coli a la primera ciudadana estadounidense que posee un superbug resistente al mcr-1 en su organismo. No hay constancia de que la paciente haya salido de su país en los últimos cinco meses. En una reciente rueda de prensa al respecto ha salido uno de los máximos representantes de la salud pública estadounidense anunciando lo siguiente: este podría ser “el final del camino” de los antibióticos.
Lo que no te mata te hace más fuerte... a ti y a los microorganismos
Los superbugs o superbacterias son nuevas estirpes bacterianas que han desarrollado resistencia a esos antibióticos en los que nos basamos para combatir sus efectos (y que fueron los responsables de que los humanos hayamos duplicado nuestra esperanza de vida en los últimos 70 años), haciendo así que enfermedades que tenemos desde hace mucho tiempo erradicadas puedan volver a brotar entre la población.
El término ha sido acuñado por los medios de comunicación, pero los científicos, que ya avisaban de este acuciante problema desde hace un lustro suelen referirse mejor a esta nueva raza de microorganismos como “bacterias multi-resistentes a los medicamentos”, ya que las superbacterias no tienen necesariamente que ser resistentes a todos los antibióticos, basta con que aguanten dos o más amenazas.
Las superbacterias: haciendo que la medicina viaje 50 años atrás
Eso sí, cualquier especie de bacteria puede mutar en uno de estos nuevos elementos hiperresistentes. Es cosa de la epigenética: de la misma forma que nosotros hemos ido adaptándonos a nuestro entorno, las bacterias de infinidad de tipos han ido creando barreras naturales a muchos de los medicamentos que hemos usado para combatirlos, incorporándolas a su ADN y dejándonos indefensos ante nuevas cepas mutantes.
Son muchas bacterias de distintas familias las que han demostrado resistencia a múltiples fármacos, incluyendo los estafilococos, enterococos, gonococos, estreptococos, la salmonela o de la tuberculosis. Las bacterias que se vuelven resistentes a los antibióticos son capaces de transferir pequeños fragmentos de ADN poseedores de esos mecanismos de resistencia a otras bacterias adyacentes, a veces aunque no sean de la misma familia. Este peligroso proceso se denomina transferencia genética horizontal.
Nos sobremedicamos a nosotros mismos y también a los animales que nos comemos
Tampoco es todo mérito suyo: una buena parte de la comunidad científica apunta como primera causa del crecimiento de este problema al mal uso de los antibióticos, como cuando tomamos medicamentos cuando no nos hacen falta o dejar los tratamientos a medias, pero especialmente por nuestra tendencia a medicar por defecto y de forma abusiva a los animales en granjas para prevenir enfermedades derivadas del hacinamiento en que viven y mejorar su productividad. La OMS lo dijo así el año pasado: “El mundo está abocado a una era posantibióticos en la que infecciones comunes volverán a ser potencialmente mortales”.
En el caso de la batería E. Coli, la que se ha encontrado en el organismo de la mujer norteamericana, es especialmente preocupante. A diferencia del MSRA, el superbug más conocido (por ser la causante de buena parte de defunciones en Estados Unidos por infección bacteriana intratable) y que afecta sólo a un 10% de la población, el E. Coli es la bacteria más comúnmente presente en nuestros cuerpos. Aunque enfermar por una infección de E. Coli no es del todo sencillo, a ser una bacteria muy extendida su versión resistente a los antibióticos podría provocar un gravísimo problema de salud pública.
Los científicos llevan tiempo hablando de un recrudecimiento de la resistencia del E. Coli, que ha pasado, según datos británicos, a un 30% más de casos de bacterectomías resistentes entre 2005 y 2009 sólo en su territorio. Esto conduce a los investigadores, claro, a intentar aumentar la potencia de los antibióticos que después se nos recetan. La mujer de Pensilvania a la que han diagnosticado una infección el jueves pasado ha sido tratada con colistina, un antibiótico especialmente tóxico descartado a finales de los sesenta porque provocaba insuficiencia renal y el remedio más fuerte que conocíamos contra la bacteria. El que hasta ahora era un remedio infalible, no ha hecho efecto en el cuerpo de la paciente.
Cuando tenemos que acudir a agresivos medicamentos de hace medio siglo, mala señal
Aunque estamos ante el primer brote en Estados Unidos, investigadores chinos e ingleses ya habían alarmado a la comunidad científica por haber encontrado en el pasado noviembre otra raza resistente a la colistina en pequeñas muestras de cerdos y carne cruda en China. La cepa mortal se encontró posteriormente en Europa y otros emplazamientos.
La colistina es también lo que se está recetando como último recurso para muchas de estas superbacterias, como la cepa de enterobacterias CRE, que los organismos sanitarios llaman la “bacteria de pesadilla”. Las CRE pueden pasar aproximadamente al 50% de los pacientes que se infectan, y los centros de Control y Prevención de Enfermedades creen que la CRE debería ser la más urgente amenaza a vigilar por todos los sistemas sanitarios mundiales. La comunidad científica alerta de que hay que aceptar un nuevo escenario, donde los médicos deberán hacer diagnósticos específicos con técnicas de análisis más rápidas y no ofrecerles a los pacientes antibióticos genéricos, cosa que podría empeorar el tratamiento.
El problema de las superbacterias también ha crecido debido al abuso de los antibióticos, siendo diversos países más propensos a tirar de una mayor prescripción de este tipo de medicamentos. Es el caso de Grecia, Rumania y Eslovaquia, donde más de la mitad de las infecciones ya no responden a estos fármacos, según el ECDC.
También de China, precisamente allí es donde es ma´s probable que la bacteria haya mutado con más crudeza, ya que la colistina es un fármaco ampliamente añadido en el pienso por la comunidad ganadera para tratar a los animales, según Yohei Doi, doctor especializado en enfermedades infecciosas de la Universidad de Pittsburgh y estudioso del tema. “Es muy probable que el gen haya saltado del ámbito de la ganadería al humano a través de microbios presentes en la comida”. El país asiático es un gigante exportador de mucha de la carne que comemos en Europa y Estados Unidos.
Tiempo de alarmarse, pero no de que cunda el pánico
Es lo que dicen los oficiales sanitarios de Pensilvania. La paciente estadounidense, ahora en facilidades militares, tiene aún posibilidades de ser tratada con otros antibióticos, como ya lo han hecho otros pacientes con un cuadro similar, aunque no exacto. Aunque los investigadores defienden que ese gen, ahora resistente a la colistina (y conocido como mcr-1) podría aliarse con otras cepas que también sean inmunes a otros antibióticos y agravar el problema.
Por supuesto, ya se están investigando remedios, intentando desvelar los misterios del genoma de las superbacterias para desarrollar nuevos antibióticos. El año pasado en Australia un grupo de científicos decodificaron los genes de la mortífera bacteria Klebsiella pneumoniae, ayudando a paliar un problema que causaba insuficiencia renal y que era especialmente virulento entre recién nacidos. Se espera que la inyección económica para investigación aumente a medida que lo haga la presencia de muertes por superbugs, ya que, como han comunicado algunas farmacéuticas, de momento no hay suficientes incentivos por parte de las empresas privadas para buscar nuevas fórmulas, con un retorno de inversión aún bajo para el tamaño de la amenaza.
Sólo en Estados Unidos, las bacterias resistentes a los antibióticos causan dos millones de infecciones graves y 23.000 muertes al año, según funcionarios de salud de Estados Unidos, y en todo el globo, se calcula que la cifra de defunciones por la infección de superbacterias está en unas 700.000. De no encontrar soluciones, un informe del Gobierno Británico anuncia que para 2050 podrían morir 10 millones de personas al año en el mundo por este problema. El cáncer se lleva, ahora mismo, a 8.2 millones. Es por eso que se han firmado tratados de cooperación entre empresas y gobiernos para revitalizar esta línea de investigación.
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