Si te han robado alguna vez el móvil, sabes lo que se siente. La angustia por haber perdido un aparato caro, sí, pero más todavía de saber que hay alguien por ahí con acceso a todas tus fotos. A todos tus videos. A esa conversación por chat tan bochornosa que tuviste con tu ex aquel sábado a las 3 de la mañana.
Ese tipo de cosas son las que pensó Anthony van der Meer, un joven realizador neerlandés, que aprovechó esta circunstancia para realizar un experimento que nos devuelve ahora en forma de cortometraje documental. El chico nos muestra durante unas semanas la vida del ladrón de su móvil... grabándole desde el propio móvil robado.
El joven se sintió impotente cuando, de pronto, le robaron el iPhone en su facultad de Ámsterdam. Este teléfono cuenta con un programa de seguimiento remoto del dispositivo, pero su ladrón era una persona ágil y lo puso sin conexión, con lo que dejó de ser posible volver a encontrarlo en sus siguientes meses o años de vida con un nuevo dueño.
La Ventana Indiscreta en los tiempos de la vida digital
Y de ahí partió para elaborar un plan. El documentalista instaló una aplicación fantasma en un nuevo móvil android que permitiría registrar todo lo que hiciese el usuario que usase el teléfono. Grabar sonidos, hacer fotos y videos e incluso ver las llamadas y SMS enviados. El paso siguiente fue ponerse en sitios turísticos como cebo, muy despistado y con el teléfono a mano. Los ladrones profesionales se olieron la trampa, pero al cabo de unos días un desconocido le acabó birlando el smartphone. La trampa había funcionado.
¿Te gustaría conocer la vida de la persona que te ha robado el móvil? Eso es exactamente lo que responde este estudiante en Find my Phone, un documental de 20 minutos más estimulante que cientos de reportajes callejeros televisivos. El caso de este joven no parece ser el del robo premeditado y organizado, ya que su móvil no terminó siendo vendido por piezas en Europa del Este al cabo de unos días de la usurpación, sino que se convirtió en el nuevo móvil del infractor. Su dueño, un hombre musulmán de origen egipcio tan creyente como pobre.
Desde su casa, van der Meer vigilaba cada hora lo que hacía el ladrón, haciéndose una idea parcial de la persona que está al otro lado de su teléfono. Gracias a los datos registrados por el móvil, como audios de voz o esporádicas capturas de imagen, el chico fue rellenando los huecos sobre cómo es la vida del extraño.
Lo primero que le llamó la atención es que el infractor mantuvo todos los contenidos del anterior dueño durante varios días antes de borrarlos. Después le cambió la SIM y envió mensajes cariñosos a una amiga llamada Miss Russia con la que se quería acostar y a la que luego criticaba en conversaciones privadas con otras personas. A veces por las noches llamaba a líneas eróticas.
El ladrón se movía mucho y a muy distintos sitios durante el día. A la noche, compaginaba sus descansos en albergues de acogida y casas de conocidos. A veces incluso no tenía dinero para pagarse el autobús, y en sus rezos hacía varias peticiones de auxilio a alá. “Soy una buena persona, no soy nada malvado”, llega a decir el egipcio en algún momento, cosa que le hace gracia al director del corto, dadas las circunstancias por las cuales le está filmando.
La implicación emocional: cuando te encariñas con el delincuente
Sin embargo, el estudiante fue sintiéndose cada vez más y más encariñado con el infractor, por el que acabó sintiendo un vínculo, una necesidad de ayudarle, con lo que le hacía ingresos de saldo en su tarjeta para que pudiese seguir usando el dispositivo.
Dos semanas después, el documentalista perdió la pista del móvil. ¿Se había deshecho de él? No, llamó simulando que se había confundido de número para comprobar que al otro lado de la línea SIM seguía estando el mismo árabe al que había vigilado todo este tiempo. Fue entonces cuando se acercó a merodear por sus localizaciones frecuentes, y le encontró. Al ver en directo su amenazadora figura se esfumaron los sentimientos de lástima de un plumazo.
A los pocos días el móvil fue vendido y entregado a Rumanía, pero para entonces el neerlandés ya sabía lo que era vivir en un teléfono robado por el tiempo suficiente, y su proyecto estaba completo.
La historia ha causado sensación en Reddit, y ahora mismo varios lectores discutían si esta fórmula de robo es lo suficientemente habitual como para extender la experiencia de Anthony van der Meer al resto de situaciones de hurto de móvil. También hablan sobre posibles formas de prevenir que personas ajenas se puedan sumergir en esa parte de nuestras vidas que todos llevamos dentro de esos dispositivos.
Ahora sólo queda esperar a que algún cineasta a lo Joel Schumacher o Nacho Vigalondo recojan esta historia y elaboren a partir de ella algún oscuro guión con giro final. Estamos convencidos de que, bien dirigida, tiene papeletas para convertirse en un buen thriller de temporada.
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