Cuenta la leyenda que se inventó de casualidad para enmascarar el sabor del whisky y el resultado fue un antepasado del Baileys
Hay varias recetas, pero los ingredientes básicos se han mantenido intactos desde hace 650 años
En el mundo de las bebidas, como en cualquier otro ámbito, hay cosas que suceden por casualidad. Llega un día en el que mezclas zumo de tomate y vodka en un bar parisino et voilà: tienes un Bloody Mary. Luego eso se puede personalizar y mejorar con aditivos, pero la base es la que es. También hay golpes de suerte: ¿que te caduca la cerveza al transportarla desde Inglaterra a la India? Pues tienes la cerveza IPA. Por el contrario, está el caso opuesto: mucha preparación, investigación y una compleja metodología para crear la bebida del futuro.
En el mundo de los cócteles (o las mezclas que dan como resultado una bebida), hay casi tantas historias como combinados, pero en ocasiones, aparte de suerte o estudio, detrás de un cóctel también hay una leyenda. O varias. Y eso es lo que ocurre con el Atholl Brose.
Atholl Brose. Es un tópico, pero los escoceses saben un poquito de whisky. Hace cientos de años, decidieron que sería buena idea mezclar ese whisky con avena y miel para crear un combinado dulce. Se puede complicar añadiendo claras de huevo y crema, pero la bebida sigue siendo la misma: una bebida suave que podría considerarse como un antecesor del Baileys.
La leyenda. El Atholl Brose es protagonista en una tradición escocesa llamada Hogmanay, que es la víspera del Año Nuevo y que se celebra con antorchas, desfiles y bolas de fuego. Esta bebida permite entrar en calor en una noche fría y oscura, pero… ¿a quién se le ocurrió mezclar avena y whisky? Sabemos que la bebida tiene, al menos, unos 650 años y, realmente, no es tan raro ver esa mezcla de ingredientes. Hace no tantos años, el alcohol no tenía un sabor agradable y se enmascaraba con otros ingredientes. Que se lo digan a los ingleses y su infinita variedad de ponches.
Sin embargo, parece que el Atholl Brose no nació como una bebida recreativa, sino como un arma. Cuenta la leyenda que Iain MacDonald, conde de Ross, tenía la intención de traicionar a Escocia firmando un trato con el rey inglés. James Stewart era el conde de Atholl y no tenía intención de permitir semejante traición, por lo que ideó un plan para capturar a MacDonald. Los informantes del conde comunicaron que las fuerzas de MacDonald se abastecían de agua de un pozo cercano y Stewart ideó un plan para emborrachar al ejército enemigo.
¡Whisky al pozo! El problema era que el sabor se notaría, por lo que también agregaron miel y avena para enmascarar el alcohol. Los soldados enemigos probaron esta bebida, se emborracharon y cuando MacDonald los mandó a combate, estaban tan fuera de juego que las tropas de Stewart capturaron al conde de Ross.
Gigante, ejército… qué más dará. Una variante de la leyenda afirma que sólo MacDonald estaba borracho, pero aquí la victoria fue doble: ganaron la batalla e inventaron un cóctel al que bautizaron como Atholl -en honor al conde Stewart- Brose -por el caldo escocés tradicional de avena-. Y ahora tenemos la avena como un cereal para cualquier uso, pero en la Edad Media se utilizaba para alimentar al ganado y como alimento humano de subsistencia.
Y ya está, así, en 1495, nació este cóctel. Como siempre ocurre con estas cosas, no se sabe hasta qué punto es leyenda y todo es inventado o qué porcentaje de realidad hay en la historia, pero hay otra leyenda de origen del Atholl Brose que es más fantasiosa, pero también es divertido conocer. En la tierra de Atholl vivía un gigante que tenía aterrorizados a los pueblos de alrededor. Todos los caballeros que iban en su caza, acababan en su caldero.
Sin embargo, Dougal el cazador pensó que lo mejor sería dormir al gigante para acabar con él más fácilmente. Cuando el monstruo salió de su cueva, Dougal vertió en una roca que servía como abrevadero una mezcla de whisky, miel y avena. Cuando el gigante regresó, no dejó ni una gota y se durmió. Fue entonces cuando Dougal acabó con él y nació el Atholl Brose.
La receta. Si una de las dos historias es cierta, me inclino más por la de adulterar el agua del pozo, pero lo que sí está más documentado es que el rey George IV era un consumidor de esta bebida y su receta, realmente, no ha variado demasiado (aunque hay versiones). Los ingredientes son:
- 750 mililitros de whisky (escocés, claro).
- Unos 250 mililitros de crema espesa
- Medio kilo de miel
- Una taza de avena molida
Y los pasos son los siguientes:
- Cocer la avena en agua hirviendo y, cuando esté lista, dejarla reposar toda la noche. Al día siguiente, la colamos, desechamos la avena (podemos hacer una tarta, un bizcocho o galletas con ella) y guardamos el líquido.
- Mezclamos agua y la miel en una cacerola a fuego lento y dejamos que enfríe.
- En ese momento, mezclaos el agua de avena que habíamos reservado con la miel y el whisky. Agitamos durante unos segundos hasta que se haya combinado y haya aparecido una espuma.
- Lo colamos en una copa y… a beber.
Otra receta menos sofisticada es mezclar el whisky con la avena (luego esta avena no creo que la puedas aprovechar) y dejar reposar durante varias horas. Cuando la avena haya soltado su jugo, colamos hasta retirar la avena y, en el líquido, incorporamos la crema y la miel. Batimos hasta que quede algo suave y ya estaría lista.
Y, por si te lo estás preguntando, lo he preparado en casa. Dos veces. Está demasiado dulce y no es mi sabor preferido, pero no está mal. Hay más recetas, como la publicada por Ballantine's, pero ya no seré yo el que la pruebe.
Imágenes | Schaer Chris, Ballantine's, Bing Image Creator
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