En un raro ejercicio de consenso político, Israel aprobó ayer despenalizar la posesión y el consumo individual de marihuana. No es una legalización al uso, en tanto que cualquier persona puede ser sujeto de multas y sanciones por la posesión o el uso del cannabis, pero indica una tendencia clara y, ante todo, un propósito político de suavizar el estatus de la marihuana dentro del código penal. En Israel, la marihuana es parte del debate público.
También en Estados Unidos, donde durante los últimos años el cannabis vive un auténtico boom legalizador de costa a costa. Primero fue el estado de Colorado, donde la industria de la marihuana ha explotado al calor de la legalización. Después le siguieron otros estados de la costa pacífica, como Oregón o Washington, y por último se han sumado una amplia panoplia de estados (California, Nevada, Vermont, Alaska).
En el resto del país, al igual que en Israel, las leyes de decriminalización están en boga (excepto en un puñado de ellos, como en Idaho o Indiana, donde su posesión o consumo aún se castiga con penas criminales y la posibilidad de entrar en prisión), y la marihuana medicinal tiene un amplio estatus legal reconocido. En general, como muestra la legalización uruguaya o la despenalización mexicana, el mundo se mueve hacia la regulación de la marihuana y su consideración igual a la del tabaco o el alcohol.
¿El mundo? No: hay un pequeño rincón del planeta Tierra donde la marihuana sigue siendo tabú en el discurso político. Europa.
Cannabis, una cuestión tabú en la política europea
Tomemos el ejemplo de Francia, país que se enfrenta en dos semanas a unas elecciones presidenciales que se antojan decisivas para el futuro de la Unión Europea. Ninguno de los dos candidatos favoritos a pasar a la segunda ronda aprueban la legalización de la marihuana. Sólo el candidato socialista, Benoit Hamon, incluye en su programa no sólo la despenalización, sino la regulación de su consumo y venta. Pero tiene pocas opciones de ganar.
Le Pen, sin embargo, encabeza todas las encuestas. Y su posición frente al cannabis no podría ser más estricta: "Es completamente delirante", explicó en su momento, señalando que la legalización iría en contra de todos los esfuerzos del estado francés en su lucha contra los traficantes de droga. Para Macron, un candidato moderado en todos los sentidos, Francia debería "despenalizar" pero no "legalizar" la marihuana. Un punto medio.
Sea cual sea el resultado de las presidenciales, parece improbable que Francia adopte la vía Colorado o el camino uruguayo. En el mejor de los casos, Macron optaría por desmontar una de las legislaciones europeas aún más restrictivas para con la posesión de marihuana. En Francia, donde se contabilizan alrededor de 2 millones de consumidores habituales, portar un gramo de marihuana en el bolsillo tiene consecuencias penales. Todo ello pese a que el 80% de la población cree que las leyes deberían relajarse.
Francia no es la excepción, es la norma: en los países escandinavos, tan liberales en otros aspectos, la posesión y el consumo de todo tipo de drogas (entre ellas la marihuana) puede tener consecuencias penales, y las políticas oficiales de estados como Reino Unido o la mayor parte de los miembros orientales de la Unión Europea caminan en la misma dirección.
La cuestión no sólo trata de su estatus legal. En Israel, al fin y al cabo, la marihuana sólo ha sido despenalizada, un movimiento que ya incluía la legislación de diversos países europeos desde hace varias décadas. Es antes su inserción en el debate público.
Ni siquiera en aquellos países más tolerantes la marihuana tiene un peso relevant en el discurso político. España, por ejemplo, tiene una de las legislaciones más laxas: la posesión y consumo en el domicilio es legal, mientras que su transporte por la vía pública o su venta no se permiten (aunque están decriminalizados). Pero durante el año pasado la marihuana fue una cuestión lateral a las dos elecciones que vivió el país. Exceptuando Podemos y C's, los grandes partidos son reticentes a la legalización.
Iniciativas populares y dinero: el ejemplo Colorado
Portugal es quizá el país más avanzado en la materia. En 2001 despenalizó todas las drogas, metiendo a los adictos a centros de rehabilitación en vez de en el circuito carcelario. El resultado es bastante positivo y otros países estudian aplicarlo (su estatus oficial es ilegal, pero virtualmente hay tolerancia) por el éxito tanto en cifras criminales como de escaso impacto en la salud pública (pocos mueren de sobredosis).
Otro puñado de países sigue la estela. En Países Bajos el debate sobre la legalización está aparcado dado el virtual estado legal del cannabis (oficialmente está decriminalizado, pero se tolera el consumo en los coffee shops), mientras que en República Checa (con leyes muy laxas, al uso de Portugal, en relación al consumo de drogas), Alemania (la medicinal es legal) o en Italia la cuestión sí tiene más resonancia pública (el año pasado el parlamento debatió la posibilidad de legalizarla, un hito en la política europea).
Sin embargo, la tónica general es más restrictiva. Desde la propia Unión Europea no hay iniciativas para regular en el marco global del continente el consumo y la venta de marihuana. La agencia europea contra las drogas ha mantenido un discurso tradicional en esta materia, alineándose con la mayor parte de los estados y alertando sobre los riesgos de la marihuana y de otras drogas más duras entre la población.
Así las cosas, el mercado de producción se ha desplazado fuera de la Unión Europea. El ejemplo más claro de ello es Albania, donde la marihuana es ilegal y la plantación es perseguida con relativa fiereza por el estado (en función del soborno que puedas pagar), y donde la producción al aire libre, según este artículo de la BBC, puede llegar a representar alrededor de 4.000 millones de euros (no son cifras oficiales). Un volumen de negocio gigantesco en un país sin buenas infraestructuras y cuyo estatus es perseguido.
La cuestión del dinero y de la rentabilidad económica de la industria de la marihuana es la que, precisamente, ha hecho que la legalización se plantee de forma seria en Portugal, donde las condiciones climáticas y agricultoras del país podrían establecer un mercado productor sin precedentes (y potencialmente multimillonario) en Europa. El ejemplo más evidente es Colorado, donde la industria del cannabis ha tenido un impacto de más de 2.000 millones de dólares (tanto en el mercado interno como en el de exportación).
En última instancia, la clave para el cannabis en Europa sean las iniciativas políticas a ras de suelo. En California, Massachussets o Colorado fueron las iniciativas populares y los referéndums los que consiguieron legalizar la marihuana a nivel recreacional, mucho antes que los parlamentarios o los dos grandes políticos. Y en Uruguay, fue el gobierno quien impulsó la legalización, pero canalizando una fuerte movilización social.
¿Hacia dónde mirar, entonces? Hacia Berlín, capitalque parece tomar la delantera por la legalización en Europa. La ciudad-lander, siguiendo el éxito de California o de Vermont, quiere implantar un proyecto piloto de legalización este mismo año. De su éxito, quizá, dependa el futuro legal del cannabis en el resto del continente.
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