¿Cuáles son los libros de los que típicamente hemos oído hablar al reflejar la censura literaria en las aulas estadounidenses? Las aventuras de Huckleberry Finn sería uno de ellos, esa mordaz sátira sobre la supersticiosa sociedad sureña en la era esclavista y que es prohibida o alterada de forma sistemática por incluir estereotipos e insultos raciales. Lo mismo para De ratones y hombres, de John Steinbeck, ganador del premio Nobel de literatura y objeto de críticas por su “lenguaje ofensivo y vulgar”. Está enquistado en el imaginario colectivo que los norteamericanos censuran sobre todo decantándose por el lado del progresismo, pero es posible que esa visión no se corresponda con la realidad.
Los más censurados de EEUU. Gracias al tuitero DNMRULES llegamos a una lista que lleva veinte años recopilando los libros que más intentan ser eliminados o restringidos al público, típicamente en las bibliotecas o en los planes de estudios escolares. La lista la organiza la Asociación Estadounidense de Bibliotecas y se basa en las notificaciones de bibliotecarios y maestros, que avisan cuando ven que el acceso a un libro empieza a verse amenazado.
Así ha sido 2020. Durante el año pasado se reportaron 156 intentos de censura (exitosos o no). El 73% de los que ellos detectaron se refieren a libros o cómics, frente al 14% de charlas escolares y un 1% de intentos de censura de películas. El más perseguido fue un libro sobre la vida de una niña trans. El segundo fue un libro sobre el racismo contra personas negras, al que se le recriminó que no recogiese el racismo sufrido por personas blancas. En tercer caso, un libro sobre la violencia policial contra adolescentes negros. En el cuarto, uno sobre una historia de abuso sexual en una fiesta. En el quinto puesto, se censuró el libro no por su contenido sino por lo que había hecho el autor (como después reconoció él mismo) que había acosado a 20 mujeres. El sexto, sobre la presión policial a jóvenes negros, se condenó por promover “lenguaje confrontativo” y promover una “visión antipolicial”. Séptimo y octavo son dos clásicos: Matar a un ruiseñor y De ratones y hombres, ya que uno defendería una visión del llamado “síndrome del salvador blanco” y el otro contenía estereotipos racistas. Los últimos dos puestos los ocupan libros que relataban abusos sexuales y el otro también por contener lo que los censores consideraban un mensaje antipolicial.
Y en años anteriores: 2020 estuvo caracterizado por unas intensas protestas Black Lives Matter y la difusión mediática de muertes de personas negras a manos de agentes policiales, como el caso de George Floyd pero no sólo, lo que intensificó la conversación racial en las escuelas. Eso puede explicar por qué tantos libros de ese año hablaban sobre racismo y violencia policial. En años anteriores la dinámica sin embargo era otra: casi todo lo que se intentaba denostar eran libros de temática LGTBI: en 2019 ocho de los diez de la lista trataban de esa temática (los otros dos fueron El cuento de la Criada -vulgaridad y sexualidad- y la saga de Harry Potter -magia y superchería-). En 2018, seis de diez de la lista fue por contenido LGTBI, y el resto varió entre mensajes antipoliciales, contenido sexual y vulgar y, sí, un caso de libro que promovía estereotipos racistas contra los mexicanos.
Es decir, que es mucho mayor la presión por censurar discursos de libertad de identidad sexual o antirracismo afroamericano que por lo contrario. Como dice la asociación, entre el 92 y el 97% de las solicitudes de censura de libros no reciben atención mediática. Si la llamada “cultura de la cancelación” se define como la imposibilidad de “discrepar con las opiniones hegemónicas sin temor a ser condenados al ostracismo”, y dadas las cifras de las temáticas más perseguidas, parece que esa hegemonía sobre la que no se puede discrepar no es tanto la ideología progresista como la conservadora, al contrario de lo que se suele pensar.
El adoctrinamiento de género: en España el caso más cercano lo tenemos en la reciente sentencia de un juzgado a retirar 32 ejemplares de libros de "ideología LGTBI" en once institutos públicos de Castellón a petición de Abogados Cristianos, una decisión que después un magistrado superior revocó. También 28.000 centros escolares del país han recibido una campaña masiva de cartas llamada Mis hijos, mi decisión de Hazte Oír por la que alertaba a las familias de un supuesto “adoctrinamiento de género”, por el que los escolares estarían recibiendo instrucciones sobre “conductas lésbicas”, “aborto” o qué hacer en el día del Orgullo Gay. El pin parental promovido por Vox se centra, sobre todo, en permitir a los padres que eviten que sus hijos se informe en “feminismo, sexualidad o LGTBI”.
Persecución religiosa. Luego, según la Plataforma en Defensa de la Libertad de Información (PDLI), “en España hay un fenómeno concreto de grupos conservadores e intolerantes que tienen una cierta tendencia a judicializar temas de libertad de expresión que de otro modo pasarían inadvertidos y que en algunos casos tienen que ver con temas religiosos”, promoviendo el llamado “chilling effect” o efecto disuasorio por el que se empuja a los ciudadanos y artistas a autocensurarse para no vérselas en los tribunales.
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