Cuando hablamos de Dante Alighieri nos viene irremediablemente a la cabeza su obra más famosa: la Divina Comedia. Aquel viaje del poeta a través del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso que es considerado por muchos expertos literarios una de las mejores obras jamás escritas y fuente inagotable aún hoy en día para historias, cómics y guiones de películas. Pero pocos saben que este escritor del siglo XIV vivió su propio Infierno en vida. Fue acusado de corrupción, fraude y malversación en Florencia y condenado a muerte, llevando a nuestro protagonista a un irremediable exilio, donde pasó sus últimos días.
Han pasado más de 700 años de ello, pero la sombra de Dante todavía causa cierta pesadumbre en su legado. Tanta, que uno de sus descendientes lucha ahora por limpiar su nombre. Sperello di Serego Alighieri, que debe ser un tatatatataranieto del autor italiano y astrofísico (ha trabajado para la Agencia Espacial Europea (ESA), en Holanda y en Alemania) ha iniciado una campaña para salvar la reputación de Dante junto al profesor de derecho Alessandro Traversi. ¿Cómo lo van a hacer? Tratando de revertir la sentencia de 1302 por corrupción en cargos políticos.
Para entender cómo nuestro escritor acabó en medio de tal enredo en el Siglo de la Peste hay que conocer la política y el pulso que se vivía en Florencia durante esa época. La ciudad se encontraba dividida entre dos facciones: la Negra y la Blanca, formadas después de luchas internas entre los Guelfos. Dante, que era miembro del Partido Blanco, fue acusado de corrupción cuando los "negros" tomaron el control de la ciudad en 1301. Su multa fue de 5.000 florines y dos años de destierro, con prohibición permanente de cargos públicos. Cuando no compareció ante el tribunal en marzo de 1302, fue condenado a muerte in absentia.
Dante no volvió jamás a Florencia. El duro exilio lo llevó a madurar todas esas creencias políticas y religiosas de las que está tejida la Divina Comedia, que escribió en el destierro. Quizás esta obra no hubiera llegado a nuestras manos si no hubiera sido por el destino que corrió el poeta. De hecho, la condena al exilio no era algo poco usual, sino el común denominador para deshacerse de aquellos opositores políticos que suponían un dolor de cabeza para los gobiernos.
En 1315, tras la muerte de Enrique VII, las autoridades florentinas ofrecieron a algunos exiliados volver a la ciudad. Dante estaba en la lista de ciudadanos perdonados. Pero Florencia requirió que, aparte del pago de una suma del dinero, estos ciudadanos se sometieran a un consejo público y religioso en el que se les reconocería como delincuentes públicos, vistiendo un saco de penitente. Dante rechazó este "vergonzoso" requerimiento y prefirió permanecer en el exilio.
De hecho, en su obra Carta a un amigo florentino, Dante no perdona a la hora de culpar a quienes fueran los compañeros de facción política de su desgracia, y recalca su negativa a aceptar una proposición no solo humillante, sino tremendamente injusta.
Así peregrinó durante años y se instaló finalmente en Rávena, al norte de Italia, donde el poeta enfermó gravemente de la malaria contraída durante sus viajes. Murió entre el 13 y el 14 de septiembre de 1321 y fue enterrado, en medio de solemnes homenajes, en la iglesia de San Francisco de Rávena.
Durante los años posteriores a su muerte, Italia erigió su obra como una de las más grandes italianas. Florencia acabó lamentando el exilio de Dante. Y es más, en 1829, se construyó una tumba para él en la ciudad en la basílica de Santa Cruz. Aunque esa tumba ha estado siempre vacía y el cuerpo de Dante permanece en su tumba en Rávena. En aquella lápida que se le construyó en Florencia se lee "Honrad al más alto poeta". Sí, después de todo lo que tuvo que pasar el escritor en vida.
La misión de limpiar su reputación
"Fueron juicios políticos y las penas de exilio y muerte infligidas a Dante, mi querido antepasado, son injustas y nunca han sido canceladas como sucedió con Galileo Galilei", señalaba el descendiente Alighieri al diario italiano Corriere Della Sera. "Y por lo tanto, si las leyes lo permiten, pediremos una revisión", añadía. El profesor Traversi, que ya trabaja en el caso contaba: "Puede ser interesante entender si a la luz de los estatutos florentinos de la época y los principios legales vigentes, las dos sentencias podrían estar sujetas a revisión".
Bajo todo pronóstico, cualquier sentencia firme puede estar sujeta a revisión si existen nuevas pruebas que demuestren la inocencia del acusado. No hay límite de tiempo para la solicitud, que puede ser propuesta por un heredero del convicto.
Lo vimos en 1992 cuando la Iglesia del entonces Papa Juan Pablo II ordenó revisar los archivos relativos a la condena pronunciada en 1633 contra el matemático Galileo Galilei por parte de la Inquisición por sostener que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol, y no al contrario. Los jueces de Galileo "creyeron erróneamente que la adopción de la revolución copernicana socavaba la tradición católica. Ese error de juicio, que hoy nos parece tan claro les indujo a una medida disciplinaria por la que Galileo sufrió mucho”, dijo el Papa, quien terminó por rehabilitar al matemático 359 años después.
Y lo cierto es que en el caso de Dante ya están todos los preparativos listos: la misión de salvar la reputación del poeta comienza en mayo, donde tendrá lugar una conferencia a la que acudirán historiadores, lingüistas, abogados y nada más y nada menos que Antoine de Gabrielli, descendiente de Cante de Gabrielli da Gubbio, el funcionario florentino que condenó a Dante. Sí, cara a cara, los descendientes de ambos lados —el del acusado y el acusador—se las verán 700 años después para honrar a sus lejanas familias y poner punto y final a un asunto todavía pendiente.
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