Los nombres son una decisión muy personal que se nos impone desde el nacimiento y que permanece con nosotros a lo largo de la vida. Los padres a menudo se estrujan la cabeza pensando cuáles pueden ser los más atractivos: una prueba de creatividad o una forma de expresar sus propias identidades a través de su descendencia. Pero lo que muchos padres pasan por alto es que la elección que hagan sobre los nombres de sus hijos podría influir en la forma en que los demás los ven y, por lo tanto, en el tipo de persona que se convierten.
Diversos estudios han investigado a lo largo de la historia el impacto que puede tener un nombre y los hallazgos son, como mínimo, curiosos, ya que pueden transformar desde tu personalidad hasta tu físico.
Creemos que lo sabemos todo. Gordon Allport, uno de los fundadores de la psicología de la personalidad en 1961 afirmaba que "el anclaje más importante de nuestra propia identidad a lo largo de la vida sigue siendo nuestro propio nombre". Lo cierto es que cuando escuchamos un nombre sin saber de quién se trata, comenzamos a hacer suposiciones sobre esa persona, aunque nunca antes hayamos estado con ella. Desde cuál es su origen étnico, edad, ocupación, personalidad hasta su moral.
Sabiendo lo "buenos" que somos para juzgar a las personas, los padres tratan de pensar en nombres que susciten la menor cantidad de especulaciones posibles, sobre todo si ellos mismos han experimentado problemas por ello. Apiádense de aquel que se llamaba Rubén Fermizo. Quieren que sus retoños vivan la vida más fácil posible sin ninguna predeterminación, y que un nombre no se interponga en ese camino.
Prejuicios étnicos. Pero siempre sucede algo. Nuestros nombres pueden revelar detalles sobre nuestro origen étnico u otros aspectos de nuestro origen, lo que en un mundo de prejuicios sociales conlleva a consecuencias inevitables. Por ejemplo, una investigación estadounidense realizada tras los ataques terroristas del 11S sugería que exactamente los mismos currículums tenían menos probabilidades de atraer entrevistas cuando se atribuían a una persona con un nombre que suena árabe en comparación con un nombre que suena americano.
Insatisfacción con la vida. Incluso dentro de una sola cultura, los nombres pueden ser comunes o raros, pueden tener ciertas connotaciones positivas o negativas, y pueden verse como atractivos o pasados de moda y desagradables. No es lo mismo llamarse Alex o Hugo, a llamarse Rodolfo o Bartola. "Estas características de nuestros nombres afectan inevitablemente cómo nos tratan los demás y cómo nos sentimos con nosotros mismos", explicaba el psicólogo Christian Jarrett en este reportaje de la BBC.
Un estudio descubrió que, incluso después de controlar los antecedentes familiares y la insatisfacción general con la vida, las personas a las que no les gustaba su propio nombre tendían a tener un ajuste psicológico más deficiente. Esto probablemente se debió a que su falta de confianza y autoestima hizo que no les gustara su nombre o que el hecho de que no les gustara contribuyese a su falta de confianza.
Para ligar o encontrar ayuda. Estos factores se pueden trasladar a otros aspectos de la vida. Un estudio alemán publicado en 2011 concluía que las personas con nombres considerados pasados de moda en ese momento (como Kevin) tenían más probabilidades de ser rechazados en apps de citas, en comparación con las personas con nombres más modernos (como Alexander). Si los ligues son representativos de cómo estas personas fueron tratadas a lo largo de la vida, es fácil ver cómo sus nombres podrían haber dado forma al modo en que las personas los trataron de manera más general y, a su vez, el tipo de persona en la que se convirtieron.
De hecho, también revelaba la investigación que los participantes tenían menos probabilidades de ayudar a un extraño con un nombre calificado negativamente (Cindy y Chantal fueron los dos nombres calificados más negativamente) en comparación con extraños con nombres calificados positivamente (Sophie y Marie fueron las mejor calificadas).
Rechazo social. Otro trabajo reciente ha insinuado de manera similar las consecuencias dañinas de tener un nombre impopular o que suene negativo. El Instituto de Psicología en Beijing cotejó los nombres de cientos de miles de personas con el riesgo de haber sido condenados por delitos. Descubrieron que incluso después de controlar la influencia de factores demográficos de fondo, las personas con nombres considerados menos populares o con connotaciones más negativas tenían más probabilidades de estar involucradas en un crimen. Esto sería consistente "con la noción de que tener un nombre que suena negativo o impopular predispone a una persona al rechazo social y aumenta el riesgo de desarrollar una personalidad desagradable", explicaban los investigadores.
Más raro, más bohemio. Hasta ahora, la mayoría de estudios apuntan a las consecuencias aparentemente dañinas de tener un nombre impopular. Pero algunos hallazgos recientes también apuntan a las posibles consecuencias beneficiosas que podría tener un nombre. Por ejemplo, que sea más "sonoro", como Valeria (en comparación con un nombre que suena abrupto como Eric o Lola), es probable que la gente lo prejuzgue por ser más agradable por naturaleza, con todas las ventajas que podría traer.
El mismo estudio anterior explicaba que incluso después de controlar los antecedentes familiares y socioeconómicos, encontraron que tener un nombre más raro se asociaba con mayores probabilidades de tener una carrera más inusual, como director de cine o juez y que cuanto más raros eran sus nombres, más distintivas eran las estrategias comerciales que tendían a seguir.
Impacto incluso en el físico. De hecho, algunos científicos creen que los nombres producen un efecto Dorian Gray, que influye incluso en la apariencia física. Una forma de explicar cómo las formas en que los factores internos, como la personalidad o la autopercepción, influyen en la fisicalidad. Los investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusalén decidieron probar si los nombres también tienen un efecto Dorian Gray en la apariencia física.
En ocho estudios diferentes en dos países, lo investigadores descubrieron que tanto las personas como los ordenadores podían elegir el nombre correcto para una cara determinada con más precisión de la que resultaría del azar. Eso significa que las nociones comunes de cómo se ve una persona con un determinado rostro eran correctas: había un nombre "correcto" para un tipo de rostro. “Cada nombre está asociado con un personaje, comportamientos y una apariencia facial”, explicaban los investigadores. Si bien no existe una evidencia científica universal para todos los casos, todos estos estudios resultan, como mínimo, interesantes para conocer y profundizar acerca del sentido que tienen los nombres en el día a día.
Imagen: Unsplash
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