Cuestionado en 2014 por Rolling Stone, George R. R. Martin confesó su particular predilección por la literatura fantástica moldeada por Tolkien, pero también su profundo desencanto con la simpleza con la que relataba los avatares políticos de la Tierra Media:
El Señor de los Anillos tiene una filosofía muy medieval: si el rey es un hombre bueno, la tierra que gobierna prosperará. Pero si miramos a la historia no es así de sencillo. Tolkien puede decir que Aragorn se convirtió en rey y que reinó durante cien años, y que fue sabio y bueno. Pero no responde a la pregunta: ¿cuál fue la política fiscal de Aragorn? ¿Mantuvo un ejército regular? ¿Qué hizo en tiempos de inundaciones y hambrunas?
Juego de Tronos, o Canción de Hielo y Fuego, es el resultado de la fusión de la fantasía y de la cruda realidad geopolítica. De rellenar los huecos que Tolkien había dejado atrás con su fábula post-medieval sobre la amistad, el amor y la binaria relación entre el Bien y el Mal, una leyenda donde los arcos morales apenas tenían recorrido y donde la historia conducía hacia un sólo destino.
En consecuencia, Martin ha dedicado largos episodios de Canción de Hielo y Fuego a la creación de superestructuras que, al más puro modo marxista, determinan qué sucede no sólo en las cámaras reales de cada uno de los Siete Reinos, sino en el día a día de la vasta mayoría de la población. El resultado es una historia tan rica en detalles fantásticos como en análisis de la política fiscal de cada gobernante.
Juego de Tronos, la serie de HBO, no es tan profunda en el análisis de los ciclos económicos de Poniente, pero sí deja entrever la importancia de los mismos a lo largo de sus siete temporadas, y permite que determinen en gran medida los acontecimientos que se narran cada domingo. Aún hoy, tras el cuarto capítulo de la séptima temporada, estos asuntos siguen teniendo más relevancia que nunca. Y son más determinantes que los dragones, el fuego valirio o los caminantes blancos.
Deber dinero te lleva a soluciones desesperadas
Atención, en los siguientes párrafos hay pequeños spoilers del último capítulo, aireado ayer por la noche en Estados Unidos.
Recogiendo el guante del último capítulo y dejando a un lado sus asombrosos últimos quince minutos, pensemos cuál es la motivación principal de los Lannister para arrasar los territorios de los Tyrell y regresar lo más rápidamente posible a Desembarco del Rey. ¿Es el deseo de venganza? Puede ser, al menos disfrazada de respuesta emocional, pero en realidad es la deuda pública. El Reino debe dinero. Y necesita pagarlo si quiere seguir financiando sus guerras.
En el capítulo anterior, vimos cómo Cersei convencía a un delegado del Banco de Hierro de Braavos para que mantuviera abierta la línea de crédito que daba de comer a las numerosas tropas Lannister. Para la reina era una cuestión crucial: sin dinero no hay victoria. El Banco le respondía con claridad: ¿qué debería refrenarme de financiar a otros aspirantes al trono si no pagas mis deudas?
La respuesta Lannister ha sido rápida y audaz: acudir al sur, conquistar los terrenos de los rebeldes Tyrell, saquear sus ricas arcas (son la región más fértil y la más agricultora, un asunto capital en una economía pre-industrial como la de Poniente) y asegurarse el control de los cultivos (trigo, centeno, etcétera), claves para dominar el mercado y alimentar a las tropas.
Por eso el último capítulo se medio-cierra con Jaime confirmando que todos los envíos de oro han entrado en Desembarco del Rey y están seguros: porque para la Casa Lannister, al frente del reino, es crucial entregar lo adeudado al Banco de Hierro y evitar, de este modo, que sus golosas líneas de crédito vayan a parar a Daenerys Targaryen, cuya carencia de tropas, posibilidad de alimentarlas o aliados eficaces le han llevado al punto de recurrir a sus dragones.
La deuda siempre te ata a tus acreedores, Cersei
En realidad, los orígenes del problema se remontan varias temporadas atrás, y siempre tienen a los Lannister como inevitables protagonistas. Para entenderlo es mejor acudir a los libros y al retrato de Meñique, Ministro de Hacienda al uso, que realiza Martin.
Al frente del tesoro público, Lord Baelish mantuvo la economía de los Siete Reinos en un estadio de permanente ilusión. Pese a su evidente estancamiento económico y a lo costoso de las diversas guerras libradas por la Casa Lannister desde Desembarco del Rey, el dinero seguía circulando. ¿Cómo? De tres modos distintos: por la vía impositiva, por la vía del endeudamiento y por la vía de la inflación.
La primera fue sencilla: Meñique introdujo un peaje a todos los refugiados de las guerras de los Cinco Reyes que desearan entrar en la ciudad real, y Twyin introdujo un impuesto a todos los burdeles camuflado de "orden moral y público". La segunda también, aunque sus consecuencias no se hicieron notar hasta más tarde. Para financiarse, Meñique tuvo que acudir a tres vías distintas: la Casa Lannister, la más rica de Poniente, el Banco del Hierro y... la Fe Militante.
Cada uno de los endeudamientos tuvo consecuencias diversas, en tanto que todo acreedor utiliza su poder crediticio para impulsar sus políticas particulares (hola, Fondo Monetario Internacional). En el caso de los Lannister, por ejemplo, provocó que Twyin acudiera a Desembarco del Rey a ejercer como Mano de forma oficial. Sin embargo, su muerte y el agotamiento de las minas de oro de las tierras del oeste provocó que Cersei quedara en manos de sus otros acreedores.
Este y no otro fue el motivo por el que la Fe Militante y el Gorrión Supremo ganaron tanta notoriedad en la quinta y sexta temporada. El Reino les debía dinero, pero Cersei no tenía modo de devolvérselo sin perder sus respectivas guerras. A cambio, la actual Reina les entregó un poder coercitivo y militar que la Fe Militante, como toda organización integrista que se precie, aprovechó para asentar su poder sobre la base de la pulcritud, la represión y el maximalismo ideológico.
En una similitud quizá inesperada entre los Siete Reinos y Arabia Saudí, la familia real terminó atada a una secta histórica por culpa del capital económico. Para Cersei, su incapacidad de entender el funcionamiento del crédito le supuso la degradación total de su figura de autoridad y la práctica pérdida de su gobierno... Hasta el 06x10.
El acto terrorista de Cersei le libró tanto del poder militar e ideológico de la Fe Militante como de su deuda. Sin embargo, restaba el Banco de Hierro de Braavos.
Los Lannister sabían a lo que se atenían cuando solicitaron grandes sumas de dinero a la entidad financiera por excelencia de Poniente: el Banco siempre se cobra sus deudas. ¿Cómo? En el mundo real, por ejemplo, declarar el default implica perder el acceso a la financiación en los mercados (como le ha pasado de forma soterrada a Grecia). En los Siete Reinos, no pagar al Banco de Hierro significa que el Banco de Hierro comienza a financiar a tus enemigos.
Es exactamente lo que sucedió cuando Cersei decidió no pagar los vencimientos de su deuda varias temporadas atrás, explicando a los representantes de la entidad bancaria que mientras duraran las revueltas el Reino no podría cubrir la deuda. ¿Qué sucedió? Que Stannis Baratheon viajó a Braavos, buscó financiación para reconstruir su ejército volado por los aires en la Batalla de Aguas Negras, la obtuvo y logró sobrevivir unas temporadas más pese a su triste final en Invernalia.
Aquel giro de las alianzas financieras fue crucial para la historia de Juego de Tronos, en tanto que las tropas de Stannis permitieron a la Guardia de la Noche sobrevivir al gigantesco ejército de los salvajes más allá del muro. Y pudo haber tenido consecuencias desastrosas para Cersei.
O quizá las tuvo: la muerte de Stannis y la destrucción de su ejército provocó que Melisandre se encerrara en el Castillo Negro y se topara con Jon Nieve, cuya posición de liderazgo en la Guardia de la Noche se saldó con su inmisericorde asesinato por parte de sus propios subordinados. Sólo la presencia de Melisandre permitió que continuara vivo, desatado de la Guardia y, en última instancia, sentado en el trono de Invernalia tras derrotar a un aliado de los Lannister.
Jon Nieve, rey en el norte, es un resultado de la crisis de deuda.
En Poniente, la economía todo lo determina
Ahora los problemas de Cersei son otros. Su negligencia gobernante ha dejado una economía estancada y arrasada por las continuas guerras y unas arcas reales esquilmadas y sin posibilidad práctica (excepto el saqueo de otros reinos) de devolver sus gigantescas deudas. Y lo que es peor: el Reino sigue debiendo mucho dinero a la Casa Lannister. Una deuda que jamás será pagada si el gobernante en la Fortaleza Roja es un Stark o un Targaryen.
El default encubierto de los Lannister, varios años después, puede terminar con la virtual desaparición de su casa.
De ahí que Cersei esté tan desesperada por exterminar a sus enemigos. Primero, porque nadie más devolvería lo adeudado a la Casa Lannister. Y segundo, porque de otro modo el Banco de Hierro siempre tendrá la tentación o la posibilidad de financiar a otras facciones en busca del dinero prestado tiempo atrás. Si Cersei se comporta de forma visceral y sanguinaria no es por una vis irracional, sino porque cualquier otro escenario le lleva a la ruina.
Para los Siete Reinos hay otros problemas fiscales y económicos en el horizonte. El principal, el invierno: Poniente depende del buen tiempo para asegurar la producción de alimentos, y la llegada de la temporada invernal no augura nada bueno ni en el Norte ni en las prolíficas tierras de los Tyrel. El segundo, la guerra, una fuerza devastadora del PIB. La tercera, la sublevación: los campesinos de las tierras Tyrell, por ejemplo, se niegan a entregar sus cosechas. No reconocen la autoridad Lannister.
Paradójicamente, el motto de la Casa Lannister es "un Lannister siempre paga sus deudas". De haberlo seguido, Cersei y Jaime no se encontrarían en tan precaria situación.
A modo de añadido, es útil observar cómo las acciones de otros protagonistas/casas de Poniente se han visto determinadas por la terca realidad económica del reino. Los Tyrell, por ejemplo, logran una posición preeminente en la corte como resultado de su riqueza agraria y la decadencia económica de los Lannister, pero sus arriesgadas apuestas y su propia riqueza son la que provocan su definitiva caída en la séptima temporada.
En el caso de Daenerys, gran parte de sus problemas en Essos se derivan de la disrupción que la abolición de la esclavitud tiene en la economía local. De igual modo que los Estados Confederados del Sur, las familias acaudaladas del este dependían del comercio de esclavos para asegurar su posición económica y social. Cuando Daenerys abole la esclavitud no ataca tanto la cultura como un modelo económico que, fulminado, les lleva a la ruina, tal y como sucedió en el Sur.
Miremos hacia donde miremos, Juego de Tronos es una historia de fantasía muy relativa en la que las fuerzas que determinan la victoria sobre los demás están muy relacionadas con las estructuras económicas y políticas que tenemos en el mundo real. De ahí que la deuda y la inflación sean más determinantes que los dragones, porque su presencia es estructural, no eventual, y no se soluciona con cuatro llamaradas.
Por último, ¿quién está capeando mejor el temporal de la precaria economía de guerra y del invierno sin cosechas que se viene encima? La Casa Stark. Y del mérito de su gobernante, Sansa, hablaremos otro día.
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