Cuando el proyecto "Yolocaust" del artista alemán satírico Shahak Shapira (nacido en Israel) se convirtió en viral, no pude evitar preguntarme qué significado tiene yuxtaponer fotografías de personas en actitud alegre en el Monumento al Holocausto de Berlín sobre imágenes de montañas de cuerpos muertos en los campos de concentración.
La intervención artística de Shapira se produjo en un momento concreto a nivel político en Alemania. Cuando el país celebraba el Día Internacional de la Memoria del Holocausto el 27 de enero, Björn Höcke, un representante del partido alemán de extrema derecha AfD criticaba el monumento: "Los alemanes son las únicas personas en el mundo que plantan un monumento de la vergüenza en el corazón de su capital", dijo.
"Debería ver estas fotos", dijo Shapira en una entrevista sobre su proyecto.
Para mí, el hecho de que el trabajo de Shapira le tocara la fibra sensible a alguno es más interesante que la técnica y las imágenes utilizadas o que cualquier mensaje que una persona pueda sacar del contraste entre caras sonrientes, cuerpos posando y cuerpos muertos. No creo que vaya en contra de la banalización de la memoria del Holocausto.
El trabajo de Shapira ha sido descrito como una forma de crítica social y, hasta cierto punto, ha funcionado, abriendo un debate sobre las formas correctas e incorrectas de recordar el Holocausto. Shapira dice en su página web Yolocaust que algunas de las personas en la foto se disculparon y le pidieron que retirase las fotos e incluso borraron sus perfiles de las redes sociales donde el artista encontró las fotos.
Saber dónde estás
En mi libro sobre las interacciones en el Monumento de Berlín (2013), expongo que las personas actúan a través de una transformación moral. Es decir, las acciones que los visitantes realizan en el monumento no están necesariamente relacionadas con la memoria del Holocausto, sino que están relacionadas con los recuerdos de los rituales relacionados con la memoria del Holocausto.
En una conversación personal sobre el proyecto Yolocaust, el antropólogo Jackie Feldman ha sugerido que el proyecto es un ejemplo del fracaso en las formas. La mayoría de los visitantes sabe que tiene que reaccionar de alguna forma al visitar el monumento: si son vistos sin reaccionar de alguna manera o pasándoselo bien, entonces han dejado de actuar adecuadamente. Este fracaso se discute en términos éticos en el caso del monumento al Holocausto.
No es algo nuevo. El monumento ha sido muy popular y controvertido desde que se inaugurara en 2005 porque es abstracto y porque facilita realizar actividades no asociadas con la memoria del Holocausto.
Durante mi investigación etnográfica en el monumento al Holocausto en los años 2005 y 2016, muchas veces pude escuchar cosas como: "la gente no sabe dónde está”. Este tipo de respuesta es sin duda uno de las cosas que se buscaban con el proyecto Yolocaust.
De esta manera, el proyecto actúa como un dedo que señala a aquellos que a menudo saben muy bien donde están y juega con los límites de lo correcto e incorrecto en relación con el sitio. Es probable que no actuaran de manera similar en otros sitios dedicados a la memoria del Holocausto, como puede ser el centro de información subterráneo en el monumento al Holocausto porque son sitios históricos o auténticos.
El arquitecto del monumento Peter Eisenman respondió en relación al proyecto Yolocaust estableciendo una distinción entre los lugares conmemorativos y los lugares funerarios.
¿Facilitando el debate?
El propio Shapira afirma que desea abrir un debate sobre lo correcto y lo incorrecto a la hora de recordar el Holocausto, un tipo de debate frecuente en Alemania e Israel desde hace tiempo. Por supuesto, tal y como Amos Goldberg escribe en un artículo sobre la narrativa judía de Yad Vashem, el bien y el mal dentro de la narrativa israelí sobre la memoria del Holocausto ha creado un sentido de identificación con los judíos que fueron asesinados en el Holocausto y posiciona a Israel como la respuesta histórica al Holocausto.
Al decir que es una vergüenza que haya gente a la que no les importe y al citar algunas de las respuestas sobre el proyecto Yolocaust que afirmaban que el artista consiguió promover esta idea, Shapira promulgó la narrativa israelí sobre el Holocausto desde una posición moral discutiblemente más alta de un judío desde la tierra a la que los judíos acudieron tras el Holocausto. Desde esta posición es fácil señalar con el dedo a aquellos que se comportan de forma inapropiada en el monumento al Holocausto, para después corregirles y hacerles comprender su error.
Alemania e Israel no son los únicos países que establecen una narrativa nacional de la memoria histórica. El Museo Memorial del Holocausto de Estados Unidos en Washington DC también plantea cuestiones éticas a los visitantes y les pide que, tras su visita al museo, se pregunten cómo pueden tomar medidas para prevenir el genocidio en todo el mundo. De esta forma, el museo crea un vínculo directo entre el aprendizaje sobre el pasado y la acción cívica en el presente y en el futuro.
Podemos preguntarnos si el proyecto de Shapira incita de la misma manera a pasar de la memoria a la acción, animando a aquellos que lo vean a hacerle frente a las amenazas de genocidio, racismo y discriminación.
Transformaciones morales
Aunque no podemos dar por hecho que ver fotos terribles de judíos muertos constituya "recordar el Holocausto", sin duda es algo sobrecogedor. La transformación moral que los visitantes deberían llevar a cabo durante su visita, tal y como explico en mi libro, es participando a nivel emocional, sobre todo exponiendo sus sentimientos.
Los visitantes saben que tienen que “actuar de forma triste”. Tras caminar por el monumento, los visitantes alemanes muchas veces dicen cosas como: “puede que así es como se sentían los judíos.” Cuando los trabajadores del monumento se encontraron con comportamientos que parecían inadecuados, reaccionaron diciendo que la gente no sabe dónde está o explicando la importancia que tiene el proyecto "para los alemanes". El camino moral de los alemanes al hacer frente a la memoria del Holocausto es lo que que se puede realizar de forma correcta o erróneo: tanto la transformación como su ritual.
Shapira creó su obra para los alemanes, que son la mayoría de los visitantes al sitio, mezclados entre personas de muchas otras nacionalidades que se encuentran con el monumento o lo visitan de forma intencionada: "Estas personas deberían ser las que mantengan viva la memoria del Holocausto."
Compromiso cívico
Creo que se establecieron algunas formas de compromiso cívico al inaugurar este monumento y otros adyacentes al mismo, como los dedicados a la memoria de otras víctimas de la persecución nazi: las personas LGBT, los Sinti y los Rom y las personas con discapacidades.
Este nuevo "conjunto de monumentos" establece lo que llamo "esferas de diálogo" sobre la memoria del Holocausto, a través de las cuales se desarrollan alianzas contra el racismo y la discriminación, así como nuevos espacios públicos para el compromiso con la memoria histórica.
Gran parte de lo que realmente sucede en los monumentos al Holocausto, como se expone Yolocaust, no es digno de celebración. Al mismo tiempo, no tiene por qué ser considerado como vergüenza pública. El problema es que se deja a un lado la posibilidad de utilizar esta memoria del Holocausto como un referente para la acción contra el racismo y contra la discriminación actuales.
Autor: Irit Dekel, Doctora en Sociología y profesora de la Universidad de Virginia
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Fotos | iStock, Jean Pierre Dalbéra, Kyle Taylor