Hasta un máximo de 10.900 turistas alemanes tendrán permitido aterrizar en las Islas Baleares entre el 15 y el 30 de junio. Se trata de una noticia inédita. Por primera vez desde la declaración del Estado de Alarma, España abrirá sus fronteras. Lo hará de forma asimétrica y mediante una prueba piloto dirigida, ante todo, a testar la capacidad de la industria turística frente a un verano potencialmente calamitoso.
Como es natural, la medida ha causado cierta polémica.
Trato de favor. Lo ha hecho por los tiempos fijados tanto por el Ministerio de Sanidad como por el gobierno balear, ambos bajo el control del Partido Socialista. El conjunto de los españoles no accederá a la "nueva normalidad" hasta el 21 de junio. Será entonces cuando la movilidad entre provincias se reanude. Tampoco abrirá el resto de sus fronteras hasta el 1 de julio, dos semanas más tardes que otros países europeos.
Antes de que podamos visitar a nuestros familiares en otras provincias, antes de que otras regiones puedan atraer turistas, Baleares servirá de experimento. ¿Por qué?
Dependencia. Se trataba de una reivindicación planteada por las islas desde hacía semanas, fruto a su vez de las insistentes presiones de la hostelería y los empresarios locales. El 40% de la economía balear depende del turismo. En concreto, del proveniente de Alemania y Reino Unido. España en su conjunto obtiene el 12% de su riqueza a través del turismo. Necesita abrir este verano para salvar parte de la temporada.
Tiempo, lugares, volúmenes. Eso sí, con condiciones. La prueba piloto planteada por Baleares está acotada:
- No llegarán más de 10.900 turistas. Se espera que el día 15 aterricen 400, y que para el 17 hayan llegado alrededor de 1.000.
- Se hará de forma escalonada. 5.000 durante la primera semana; otros 5.000 durante la segunda semana.
- Se alojarán en unas pocas cadenas hoteleras abiertas a la prueba (Iberostar, Riu, Garden y Viva) y, en Mallorca, en dos zonas específicas: Playa de Palma y Alcúdia. Todos ellos tendrán que pasar un mínimo de cinco noches en el archipiélago.
- Se permitirá la llegada tanto de turistas como de personas con segundas residencias en el archipiélago.
Sólo alemanes. Dos motivos para ello. Por un lado, el económico: el 30% de los turistas que visitan Mallorca cada año proviene de Alemania. Por otro, el epidemiológico, sintetizado así por Francina Armengol, presidenta de la comunidad: "Alemania tiene 6,8 casos por cada 100.000 habitantes y un incremento de casos diarios del 0,012. Baleares, algo más de 5 casos por cada 100.000 habitantes y un incremento diario del 0,09".
Esto casa con la idea de "corredores verdes" esbozada por algunos expertos y gobiernos. Reactivar la movilidad entre regiones europeas con una baja incidencia del virus.
Sin PCR, sin cuarentena. El elemento más polémico. Los visitantes no tendrán que acreditar prueba PCR antes de subirse al avión y tampoco tendrán que aislarse dos semanas. El gobierno aspira a minimizar las barreras de entrada maximizando las condiciones de seguridad, emulando así lo que sucederá el resto del verano. Es inviable que todos los turistas, una vez se reabran las fronteras, lleguen con una PCR bajo el brazo.
En su lugar, Sanidad y Baleares han planteado el siguiente protocolo:
- Cuando se suban al avión, los turistas deberán rellenar un "cuestionario sanitario" y facilitarán sus datos de contacto. A su llegada al aeropuerto, se les tomará la temperatura.
- Si no presentan síntomas, podrán acudir al hotel o a su residencia. Las autoridades sanitarias de Baleares contactarán con ellos a diario, vía telefónica, para monitorizar su evolución.
- Si un turista presenta síntomas, será aislado "por el tiempo que sea necesario" y en un espacio habilitado por los hoteles. También se le realizará una prueba rápida.
Los hoteles. Representan una parte crucial del experimento y se han visto obligados a adoptar medidas específicas de seguridad. Entre otras:
- Mínimo contacto posible. Habrá marcas en el suelo indicando la distancia; se ha digitalizado el proceso de check in; se podrá acceder a las habitaciones con el teléfono móvil.
- Se ha prolongado el tiempo de limpieza y desinfección tanto de las habitaciones particulares como de las zonas comunes; se ha reforzado la desinfección de comedor y alimentos.
- Los restaurantes ofrecerán sus cartas mediante códigos QR; se establecerán "turnos, itinerarios y horarios predefinidos" para evitar aglomeraciones.
- Y se tomará regularmente la temperatura a los empleados. Tendrán que desinfectar manos y calzado regularmente. Dispondrán de un "material personal de protección" de uso obligatorio.
Canalizado. La última pata que sostiene la prueba piloto: los touroperadores. TUI, Der Touristik y Schauinsland Reisen se encargarán de fletar los vuelos y movilizar a los turistas. Según el presidente de la Agrupación de Cadenas Hoteleras, Gabriel Llobera, "estarán encima de toda la operativa de comercialización". Algunas de ellas cuentan con aerolíneas propias. Otras tendrán que negociar vuelos con Lufthansa.
Por ejemplo, los primeros 1.000 turistas que aterrizarán entre el 15 y el 17 llegarán de la mano de TUI Fly, procedentes de Frankfurt y Düsseldorf. Siempre llegarán en pequeños grupos. Serán los propios touroperadores los encargados de trasladar a los turistas desde el aeropuerto hasta sus habitaciones, de forma segura y siguiendo los protocolos.
Riesgos, problemas. Será un turismo canalizado y bajo la permanente supervisión de las autoridades. Pero no exento de riesgos. La prueba obvia la otra gran fuente de turistas hacia las islas, Reino Unido, por la difícil condición epidemiológica del país. Y ante todo favorecerá a Mallorca. La compleja logística de islas más pequeñas, como Menorca, ha provocado que el precio de los vuelos se haya disparado.
Es el primer paso. Aunque no todas las comunidades turísticas lo ven igual. El gobierno canario, por ejemplo, se niega a un experimento similar sin pruebas PCR para los turistas y es crítico con la prueba balear.
Imagen: GTRES
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