Al contrario que otras grandes capitales europeas, las huellas de la historia apenas son perceptibles en Londres. Los edificios y el diseño urbano aparentan una modernidad contraria a los siglos de historia que la ciudad atesora, y antagónica a los tejados a dos aguas, calles adoquinadas y exquisitos edificios gubernamentales de Viena, Praga o Budapest. Gran parte del legado histórico londinense, es cierto, se perdió en el Gran Incendio. ¿Pero qué sucedió con la arquitectura pre-moderna de la capital inglesa?
Algo parecido se preguntó Alfred Marks cuando fundó la Society for Photographing Relics of Old London en 1975. Marks, hijo de un anticuario y un enamorado de los rincones menos recordados del Londres victoriano, observa a su alrededor como el imparable proceso modernizador de la Revolución Industrial estaba transformando su añorada ciudad. Las antiguas posadas y tabernas, los coquetos edificios residenciales y algunas construcciones públicas comenzaron a derrumbarse.
Por aquel entonces otros fotógrafos o narradores (como el célebre Dickens) narraban los espantos y las miserias del East End o de los barrios marginales de Londres, si bien las inquietudes de Marks tenían más que ver con la paulatina pérdida de joyas arquitectónicas históricas que con las precarias condiciones de vida del proletariado. Convencido de la necesidad de documentar el estado de su Londres natal, agarró una moderna cámara y comenzó a fotografiar sus calles.
Siglo y medio después el resultado es una estupenda colección fotográfica de más de 120 impresiones que abarca once años y diversos aspectos de la vida en Londres. Marks logró convencer a otros colegas e interesados para que salieran a las calles a fotografiar los rincones londinenses, a menudo interpelados y estrictamente dirigidos por él mismo (en la composición de las fotos, en los elementos a fotografiar, en la necesidad de reducir la presencia humana a mero ornamento).
Cerrada en 1886, la sociedad, que jamás se constituyó como tal de forma oficial, pasaría a la historia décadas después como una interesante reliquia de la época victoria. En sus fotos se aprecian calles encajonadas y adoquinadas, célebres "inns" capaces de entretener a viandantes y curiosos del barrio, puertas derruidas por obra y gracia del urbanismo expansivo del siglo XX y casonas gigantescas que encapsulaban, a su juicio, el espíritu de la nación inglesa.
Diversas exposiciones en Estados Unidos y Reino Unido han dotado de nuevo brío a los hallazgos visuales de la sociedad, y han servido para ilustrar el aspecto arquitectónico y urbanístico de un Londres que crecía a pasos agigantados aún presa de su propia historia y con varias patas en el futuro. Las fotografías de Marks y sus amigos nos transportan a un tiempo de cambio y transformación, pero también a un Londres que ya no existe y que evoca el urbanismo estrecho y atestado que sí reconocemos en ciudades cuya historia tiene un mayor peso visual.
De ahí lo fascinante de la colección. Es un Londres prácticamente ajeno a los coches modernos, apenas asfaltado y donde la vida en la calle resultaba más mundana, comunal y pueblerina, lejos del armazón de acero y cristal que recubre hoy sus espacios más emblemáticos. Aquella composición urbana, amaderada e insalubre que predominaba en el gigantesco centro urbano inglés mucho antes de que, demolición tras demolición, evolucionara hacia la modernidad. Una joya.
Una versión anterior de este post fue publicada en julio de 2018.
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