Entre el año 2000 y 2015 han muerto 74 personas en encierros y festejos taurinos en España. De hecho, 2015 marcaba un récord, 12 muertes en un solo año y eso teniendo en cuenta que desde 2007 el número de citas taurinas ha caído a la mitad de las que se celebraban anteriormente. Hay menos corridas y son más mortales. Para los humanos, por supuesto, porque para los toros y vaquillas siguen siendo igual de sangrientos, unos 10.000 sacrificios al año.
En estas segundas víctimas pensaba el municipio de Mataelpino desde hace un lustro, cuando cambió a los animales por “boloencierros”, moles de resina gigantes que ruedan por las calles del pueblo detrás de los participantes, como si de una corrida tradicional se tratase pero sustituyendo al toro por un objeto inerte de 100 kilos. La bola se fue haciendo más grande, valga la expresión, y cada vez más turistas se acercan al municipio de 1.700 habitantes en esta festividad para disfrutar de una verbena libre de crueldad animal. La bolaencierro de 2017 ya pesaba 300 kilos.
Pero la propuesta ha tomado un giro macabro este mes de agosto, cuando la bola le ha roto las costillas a un corredor y ha dejado en estado grave a otro. Este es el crudo momento en el que alcanza al desafortunado, que se despistó en mitad de la corrida, y dejó que el artefacto le tumbase tras un golpe tremendo en la cabeza. Advertencia: las imágenes son bastante fuertes.
El municipio, como ha indicado el alcalde Javier Pérez de los Nietos, ya está trabajando en nuevas medidas que protejan mejor a los participantes. Principalmente el alcalde señalaba que es un problema de concepto: tienen instalado un vallado de madera, el sistema perfecto para las corridas de toros, pero que no es el mejor si hablamos de una corrida de bolaencierros.
Es una novedosa versión de la tradicional fiesta que aún no hemos asimilado del todo. "La gente está acostumbrada a los toros”, decía el alcalde, “y sabe que no se puede quedar quieta, delante de ellos, porque les pueden cornear. Sin embargo, con la bola piensan que no les va a hacer nada y no es así, porque si reciben el impacto directo puede ser grave".
Pero las redes sociales han enfocado su debate de otra forma: si de toda la vida las fiestas con toros son un tipo de práctica temeraria, donde la propia premisa es sortear el riesgo de muerte, ¿por qué sus versiones alternativas tendrían que ser seguras? ¿No eliminaría eso la misma diversión de las corridas? En esencia: ¿no son los mismos gritos de angustia ante los mocheos del toro la catarsis oral de todo ese ritual que representa nuestra unidad como comunidad?
Que te golpee una bola de 300 kilos a treinta kilómetros por hora puede destrozarte, pero un morlaco pesa más que eso, una media tonelada, y lleva cuernos con los que puede ensañarse con tu cuerpo, como bien sabe cualquiera que haya visto las imágenes de los accidentes taurinos. “Una vez estuve siete meses con el brazo en cabestrillo. Es parte de la diversión, la chicha, ver los revolcones de la gente y luego comentarlo, pero, claro, que no pase de ahí...” decía uno de los ideólogos de la superbola que corre ahora cada año por sus calles.
En Mataelpino lo reconocen, va a seguir habiendo heridos siempre, y muera o no gente en los bolaencierros parece que es un tipo de festejo potencialmente más seguro para unos (ya que podremos perfeccionar el sistema para eliminar muchos de sus riesgos)... y menos asesino para otros.
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