Las otras Fumikos: los hombres que se apropiaban de las obras de las mujeres

Se ha convertido en una de las noticias más interesantes del panorama artístico español. Fumiko Negishi, la pintora que supuestamente ha trabajado en negro durante décadas para el artista pop Antonio de Felipe, ha denunciado a su antiguo jefe por un despido improcedente. Se ha destapado así una crisis de autoría en la factory del creador: Fumiko podría ser quien realmente dibujaba todos los cuadros.

De Felipe, según la denuncia, sólo le daba la idea y luego, con el fresco terminado, plantaba su firma, borrando la importancia de Fumiko de la historia.

Como relataban los periodistas que están cubriendo esta historia, el caso tiene muchos paralelismos con el de Margaret y Walter Keane. El reconocido dibujante de los 60 tenía a su mujer dibujando en casa mientras él recibía halagos por su talento y firmaba cheques a espuertas. Pero no son los únicos casos de robo de autoría de hombres hacia las mujeres, y la historia nos ha dejado bastantes de estos deshonrosos casos de borrado femenino.

A continuación algunos de los ejemplos más sangrantes de mujeres sabladas por hombres que, ahora que lo sabemos, merecen todo nuestro reconocimiento.

Margaret Keane

Como sabrán los que han visto la reciente adaptación a la gran pantalla por Tim Burton del caso (aunque, vaya, la historia no fue exactamente como se cuenta en la película), Margaret Keane era la verdadera artista detrás de los peculiares cuadros de personajes de ojos agigantados. Pero allá por los años 60 esta mujer estuvo oculta a la sombra de su marido, Walter Keane, que la convenció de que, si él presentaba las obras era probable que ganasen más dinero por ellos. Un malicioso Warhol dijo así: "Keane es un gran artista, su trabajo es magnífico, si no, no tendría tanto interés entre el público".

Y así estuvo Margaret durante varios años, trabajando jornadas de 16 horas. Y cada vez más enfadada, tanto por el reconocimiento que el hombre se estaba llevando por su obra así como por los escarceos sexuales que Walter tenía fuera del matrimonio. Margaret fue haciendo evolucionar su estilo e incluso poniendo su nombre en los nuevos cuadros.

La cosa acabó años después de su separación cuando Margaret denunció a su marido. En el juicio se ordenó que ambos hicieran una demostración en directo de la elaboración de una pintura de un personaje con los ojos agrandados. Walter declinó realizar la pintura y Margaret la terminó en 53 minutos. Esto es lo mismo que algunos internautas reivindican ahora que hagan De Felipe y Fumiko en su próximo juicio.

Alice Guy ´

Como cuentan en el documental Story of Film de Mark Cousins, la prehistoria del cine está llena de mujeres creadoras, hasta que este entretenimiento “chabacano” se empezó a ver como séptimo arte, momento en el que los hombres pasarían a tomar las riendas de este mundo. El primer director de ficción de la historia fue Alice Guy, quien en 1895, trabajando como secretaria para el pionero Léon Gaumont, le pidió usar en sus días libres ese curioso aparato que habían llevado a su empresa los Lumiére llamado cámara de imagen en movimiento.

Filmó El hada de las coles, Danse Serpentine o Las consecuencias del feminismo. Durante muchos años hizo dos películas (cortas) a la semana, y algunas tuvieron mucho éxito de público, gracias a su acierto de trabajar con actores que se convertirían en estrellas. En sus películas los protagonistas eran hombres y mujeres, en igual proporción.

Gaumont vio su trabajo y la hizo jefa de producción, pero ella tenía sus propios proyectos. En 1907 se casa con Herbert Blaché y se trasladan a Estados Unidos. Durante un tiempo se apartó de la dirección. En 1910, fundó la Solax Company, compañía que produjo 325 películas hasta 1914, lo que la convierte también en la primera propietaria de un estudio.

Su marido la convence para trabajar a sus órdenes, quedando en las obras el nombre de su marido por encima del suyo, él se encargaba de la producción y la fotografía, y ella de la dirección artística. Más adelante Blaché le convence para cerrar Solax mientras él sigue realizando cortos que no tienen mucho éxito (también por el cambio de interés del público, ya que el largo empieza a imponerse). Ella intenta trabajar en otros títulos, pero le resulta difícil criar a los niños al tiempo que rueda y produce.

Guy dejó de filmar en 1920. En 1922 se divorcia y regresa a Francia, pero para entonces el mercado ha cambiado y no encontró a nadie que la financiase. Alice Guy no aparece en muchos de los libros de historia del cine. Su figura ha sido reivindicada con más ímpetu desde hace unos 20 años.

Zelda Fitzgerald

Como en el caso de Keane, son muchos los matrimonios creativos por los que es muy difícil dilucidar la influencia artística de la mujer en los logros del hombre. Camille Claudel junto a Rodin, Yoko Ono y John Lennon, Kahlo y Diego Rivera, Gabrielle Munter y Kandinsky, Alma Reville y Hitchcock… Como ejemplo más paradigmático de este difícil descernimiento del impacto de la esposa en el marido está Zelda Fitzgerald.

Uno de los autores más importantes y prolíficos de la historia, F. Scott Fitzgerald, ha visto siempre su legado envuelto en discusiones sobre la autoría de algunos de sus mejores escritos, que podrían haber contado con la aportación de Zelda, su esposa, que era también escritora. Entre las obras de la mujer hubo varias historias que publicó con una autoría compartida por su marido o que aparecieron publicadas directamente bajo el nombre de Scott, aunque las redactó ella. También es conocido que Scott fusiló fragmentos completos del diario de Zelda para meterlos en sus novelas.

Más problemas le dio al tumultuoso matrimonio Same Me The Waltz, la única novela que escribió Zelda. Le llevó dos meses redactarla, mucho menos de lo que tardó Scott en tener lista Suave es la noche, que le llevó años de trabajo. El libro puso furioso a Scott, que vio una traición que Zelda escribiese una historia sobre muchos de los temas que él quería tratar. El libro contaba con varios pasajes de la vida privada del matrimonio, y Scott forzó incluso a eliminar partes que él quería para su propia obra. Scott diría tiempo después que se alegró del fracaso comercial de Save Me the Waltz. El tiempo ha hecho que los estudiosos valoren enormemente la importancia literaria de la obra de Zelda.

Ada Lovelace

Tal vez el caso más conocido de los de esta lista. Augusta Ada King, Condesa de Lovelace -y más conocida por ser la hija de Lord Byron- nació en Londres en 1815. Su importancia nace de haber escrito y desarrollado instrucciones para hacer cálculos en la Máquina analítica de Charles Babbage, la que sería la primera computadora moderna (bueno, todo lo moderno que puede ser un ordenador en 1943).

Ella fue la primera persona en desarrollar un lenguaje de programación complejo, por ser la primera en escribir acerca del software de un procesador de cálculos y también por sugerir el uso de tarjetas perforadas como método de entrada de información en las computadoras. Es decir, es la madre de la programación informática.

Sin embargo, hasta hace bien poco su legado había sido discutido, ya que en la época ella estaba bajo las órdenes de Babbage y se la tenía por transcriptora, pese a que se sabe que en las notas que el científico le pasaba, ella mejoraba y añadía sus propias investigaciones a las de su compañero, mucho más modestas. Desde 2009 se celebra el Día de Ada Lovelace cada 14 de octubre, gracias a los esfuerzos por el reconocimiento a su vida por parte de la activista británica de derechos digitales Suw Charman-Anderson.

Rosalind Franklin

Rosalind Franklin fue la química y cristalógrafa autora de una de las contribuciones primordiales a la comprensión del código genético: de cómo se configura la estructura del ADN al desvelar la estructura de éste, en forma de doble hélice, y de que las columnas vertebrales de este código iban por el exterior. Estos dos hallazgos fueron cruciales, ya que hasta entonces las investigaciones iban por otros derroteros totalmente distintos.

De hecho, casi con toda probabilidad (especular es libre) habría sido ella quien se llevase el mérito de formular de forma definitiva la estructura de la molécula de ADN, uno de los hitos de la biología del siglo XX, si no hubiese sido porque se le adelantaron quienes se llevaron finalmente el Nobel: Francis Crick, James Watson y Maurice Wilkins.

Y es que este último filtró vilmente en 1953 la célebre foto 51 realizada por la científica, y se la enseñó si pudor a sus otros dos colegas, cómplices también en callar la importancia de la investigadora y publicar los resultados en base a esta fotografía en la revista Nature. Franklin también envió sus investigaciones a esta publicación, pero, a pesar de contener los mismos hallazgos, fueron despreciados frente a la teoría de Wilkins, Watson y Crick.

La estela científica de la doctora, no limitándose a sus descubrimientos sobre el ADN, se encuentra también en sus pioneros trabajos sobre el virus de la polio y el virus mosaico del tabaco. Y por cierto, por si creías que no era posible un mayor ninguneo, James Watson en su discurso de aceptación del Nobel 1962 trató exactamente del papel del ARN expuesto por Franklin, incluyendo la estructura de los virus que lo contienen. Y logró no mencionarla ni una sola vez.

Esther Lederberg

Esther Lederberg fue una importante pionera en la genética bacteriana. Con su marido, Joshua Lederberg, descubrió el fago λ, un virus bacteriano ampliamente utilizado como herramienta para estudiar la regulación de genes y la recombinación genética. También inventó la técnica de réplica en placa, que se utiliza para aislar y analizar las mutaciones bacterianas y realizar un seguimiento de la resistencia a los antibióticos. Esther, a la que sus colegas consideraban una "genio del laboratorio", trabajó como asistente de investigación de su marido. No remunerada, por supuesto.

Ambos experimentaron con las bacterias y la forma en que estas se vuelven inmune a ciertos medicamentos gracias a su carácter adaptativo. Fue este hallazgo el que logró que Josué recibiera tiempo después el Nobel de Fisiología, que compartió con otras dos personas, ninguna de ellas Esther ni tampoco ninguna de las cuales eran mujeres.

Sus problemas con el mundo científico no terminaron aquí, ya que le costaba mucho lograr reconocimiento por su talento para la investigación. En su funeral un colega dijo: "[Ella] tuvo que pelear bastante para que la nombrasen profesora asociada de investigación. Sin duda, por sus capacidades tendrían que haberle garantizado el puesto de catedrática”.

Cientos de mujeres artistas de la historia

Puede que no fueran víctimas de la suplantación de sus maridos o jefes, como el caso de Fumiko, pero como sabemos han sido milenios de historia en los que las mujeres han publicado con pseudónimos masculinos para no ver su obra censurada o no recibir un trato injusto por la sociedad. Las hermanas Brontë, Cecilia Bölh de Faber (Fernán Caballero), Mary Ann Evans (George Eliot) o Violet Paget (Vernon Lee) son algunos de los casos que conocemos, pero son muchas más las que han quedado ocultas por una vida de autoría en la oscuridad.

Incluso la contemporánea J.K. Rowling tuvo que aprender la lección. Sus editores le pidieron que firmase Harry Potter con un nombre que ocultase su género. Si se le ocultaba a los lectores que la escritora de las novelas era una mujer asumían que tendría más posibilidades de interesar al público.

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