Racismo, tradición e interés cultural son los elementos del cóctel que se han juntado este año en la popular fiesta alcoyana y su cabalgata, considerada por los historiadores la más longeva de la historia española. La asociación Afroféminas, así como el periodista de eldiario.es Moha Gerehou ganaron bastante repercusión en redes sociales al señalar uno de los elementos troncales de la fiesta: Els Negres o los pajes negros.
Desde hace 130 años la localidad alicantina de Alcoy organiza una fiesta en la que los tres Reyes Magos protagonizan un acto de adoración al niño Jesús y que lleva la ilusión a los hogares en los que los niños recibirán los tradicionales regalos de cada año. Acompañando a Baltasar van cientos de pajes, vecinos de la ciudad que se disfrazan de sirvientes y entran a los hogares a dejar los presentes. Su disfraz lo completa la pintura: gente blanca que se embadurna de betún y se pintan unos gruesos labios rojos.
La noticia no es la simple denuncia de un elemento con connotaciones racistas (ya hubo protestas anteriores en España por este tipo de disfraces aquí o aquí), sino que la diputada por Alicante de Compromís-Podemos-És el Moment en el Congreso, Rita Bosaho, denunciase en su cuenta de Twitter que se trataba de un acto discriminatorio. A su comentario le acompañó un posterior retuit de la visión de Afroféminas.
La diputada borró al poco tiempo estos comentarios, coincidiendo con el mensaje del círculo de Podemos de Alcoy que salía del paso desmarcándose y apoyando a la tradicional fiesta. Justifican, por un lado, que los pajes negros han sido históricamente una figura más dentro de un acto que busca “llevar la alegría, ni más ni menos, que a los más pequeños”.
Como explican después, van enmascarados de negro para que sea una “incógnita” qué vecinos de la localidad están detrás del atuendo y los pequeños no les reconozcan. El PSOE ha sido más tajante en su defensa, “la Navidad Alcoyana es de todas y todos y no se debe politizar”, han dicho, y se comprometen a presentar una moción de apoyo para que se considere para negar el racismo de una fiesta que lleva años intentando convertirse en bien inmaterial por la UNESCO. La respuesta de los partidos políticos no es más que la extensión del sentir popular: hay mucha gente que se ha sentido atacada por esa crítica a una fiesta muy querida en el municipio.
El “blackface” del que acusan reproducir al personaje de paje negro desde los entornos antirracistas proviene de una práctica asociada a los Minstrel Shows, teatros estadounidenses del siglo XVIII por los que los blancos interpretaban a negros pintándose el rostro y los labios para ridiculizarles y mostrarles como criaturas idiotas, perezosas, caricaturescas y alegres.
Esta práctica quedó prohibida en el país norteamericano a partir de los años 60 al concluirse que, más importante que ser una expresión artística, era un vehículo para alimentar los estereotipos racistas construidos durante siglos por los que se desprecia a las personas negras. Por hacer un equivalente, de la misma forma que una esvástica podría significar también un símbolo hinduista, Alemania tiene prohibida su exhibición por los fuertes significantes nazis asociados al símbolo, mucho más poderosos en nuestra sociedad que sus orígenes asiáticos.
El problema a la crítica que han hecho desde las asociaciones en defensa de la cultura africana, es que el “blackface” es una práctica estadounidense, no necesariamente española. Que podríamos equivocarnos al trasladar el marco norteamericano a nuestro contexto, ya que no es el mismo. La pregunta es evidente: ¿hay realmente un contenido denigrante en los orígenes del paje negro alcoyano?
El paje negro alcoyano, un disfraz "vistoso" y "sin orígenes"
El profesor Josep Luis Santonja Cardona, director del archivo municipal de Alcoy y autor del libro La Cabalgata de Reyes Magos de Alcoy 125 anys d'il•lusió, 1885-2010, cuenta que los orígenes de la festividad provienen de un acto a cargo de una sociedad filantrópica de 1885 que quiso llevar a cabo una escenificación similar a las que se hacían de los Moros y Cristianos en tiempos anteriores.
“Es una figura que forma parte de la cabalgata. Los orígenes no los tenemos claros, nos imaginamos que son una representación de los personajes bíblicos, que son el séquito oriental que acompañaba a los Reyes. Por esto mismo eran personas de color”.
Como también señala Santonja, hay un par de matices diferenciales que podrían ensalzar el valor de los pajes con respecto a otras representaciones de otros municipios. Baltasar va situado el segundo en el protocolo de presentación en lugar de Gaspar. Además son los pajes y no los reyes los que entran durante el espectáculo a las viviendas dejándole los regalos a los niños. Son ellos quienes portan los presentes y quienes llevan la ilusión a los niños.
Los pajes alcoyanos llevan, como hemos visto, unos gruesos labios rojos, al igual que el “blackface” americano y otras tantas representaciones caricaturescas de los negros en el pasado. Según Santonja esto se debe a la necesidad de un “fuerte cromatismo” de los orígenes del desfile. “Ahora tenemos mucha luz, pero hay que tener en cuenta que la cabalgata proviene de finales del siglo XIX por lo que tenían que ser figuras muy vistosas”.
Esclavos, demonios y criaturas risibles: negros en la España del XVI-XIX
El archivo municipal de Alcoy parece no tener del todo detectados los orígenes o, mejor dicho, las connotaciones que le veían los alicantinos de finales del XIX a esos pajes de cara negra y grandes labios rojos. Sí sabemos que antes de esto en España hubo una corriente de desprestigio y caricaturización de las personas negras. También hubo una suerte de “blackface”, tanto sobre las tablas como en la calle, con las figuras que aparecían en bailes y procesiones regionales como la fiesta de Alcoy.
Ha estudiado sobre ello el investigador Baltasar Fra Molinero, que tiene varios volúmenes que contextualizan este asunto. En Los negros como figura de negación y diferencia en el teatro barroco explica primero cómo la España del Renacimiento, al igual que otros países europeos, no quería enfrentarse a las consecuencias éticas de su mercado y negocio esclavista. De cómo los negros estaban plenamente significados como personas esclavas (ser una cosa conllevaba la otra), y que se les deshumanizaba hasta equipararlos a figuras casi demoníacas.
El negro representado en la literatura de los siglos XVI y XVII es una figura de negación de la humanidad. A través de representaciones jocosas se niega la humanidad de los negros por medio de figuras degradadas que denotan la otredad radical cuyo significado último es la inferioridad física, moral, intelectual y ontológica. Los españoles de ambos lados del Atlántico pusieron de moda disfrazarse de negros para representar el diablo y toda forma de negación en procesiones religiosas como el Corpus.
Esto es lo que hacía el público de la procesión del Corpus de Sevilla al ver desfilar a los negros:
“hacen burla de ellos, peyéndoles y diciéndoles palabras que unas veces los provocan a que se enojen y otras veces provocan risa […] Mucha gente los está aguardando para silvarles y hacerles otras mofas y escarnios […] [como] hablarles en guineo y afrentándoles […] picándoles con alfileres, de lo cual se enojan y llaman a los blancos judíos, lo cual asímismo hacen las negras que los acompañan”.
Como señalan también desde Africanidad, los propios periódicos de las primeras décadas de la fiesta no hablaban de “Els Negres”, sino de unos pajes “esclavos”. Se hacía totalmente una equivalencia entre negros y esclavos.
Los negros han sido pajes en la Cabalgata de Alcoy, simples “esclavos”, pero también pudieron ser algo más, ya que anteriormente los negros también eran figuras malvadas en España vinculadas al demonio, como el Mandinga. Según la diputada Rita Bosaho, todas estas ideas podrían seguir vivas en el subconsciente colectivo español, azuzadas cuando volvemos a sacar en la calle a llamativas figuras negras como la de la fiesta navideña que nos ocupa.
Para ejemplificarlo ella cuenta una anécdota de su infancia, del momento en el que vio las típicas ilustraciones colonialistas donde se pintaba a un montón de negros metiendo a un blanco en una tinaja a punto de devorarlo. Bosaho recuerda asociar la imagen con el peligro, con pasar a tenerle miedo por la calle a las personas de su misma raza cuando salía a la calle de pequeña.
Quita tu corrección política de mi tradición (con alto trasfondo racista)
La polémica de Alcoy no dista mucho de la que vivieron hace un par de años los holandeses. Su Zwarte Piet o Pedro el negro es el paje que ayuda a San Nicolás a repartir regalos en la Fiesta de San Nicolás. Pelo rizado, pendientes dorados y unos gruesos labios rojos, interpretado siempre por civiles blancos que se embadurnan de negro. Su origen ha sido más estudiado que el de los pajes alcoyanos: era un demonio morisco o etíope que se dedicaba a secuestrar niños. Cuando Papé Noel le derrotó le convirtió en su asistente, que con picardía le regala bastoncillos de caramelo a los niños en los desfiles festivos.
Aunque siempre había sido muy amado, Pedro el negro cada día lo tiene más difícil, y los ciudadanos, para hacer más aceptable la tradición, modifican sus orígenes a posteriori, poniendo en los cuentos infantiles de ahora que no se trata de un esclavo negro sino un tipo que se manchó de hollín.
El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos investigó recientemente la figura y amonestó públicamente a Holanda por usar una figura que representa el estereotipo de un esclavo. "Incluso una tradición cultural muy arraigada no justifica las prácticas discriminatorias y los estereotipos", sentenció el comisionado que pedía veladamente que retirasen el personaje. ¿La respuesta? El líder de la ultraderecha holandesa, Geert Wilders, defendía que había que mantener la tradición pasara lo que pasase, y que “lo contrario sería vender la libertad duramente ganada" por los ciudadanos.
El primer ministro, Mark Rutte, hizo ver que la figura era problemática. "Una cara pintada de negro puede contribuir a los estereotipos, prejuicios y discriminación", dijo, pero al ver la negativa reacción de la ciudadanía apostó por mantener el Zwarte Piet.
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