El archivo de inquietantes cuadros que Michael Jackson encargó sobre sí mismo

Ir a un museo pictórico significa, en muchos casos, imbuirse en decenas de cuadros encargados ex profeso por ricos monarcas buscando engrandecer su figura para la posteridad. Esta semana hemos descubierto que no solo los antiguos reyes eran los que daban rienda suelta a su megalomanía en lienzos espléndidos, sino que algunos astros modernos también han caído en esta práctica, para gloria de los amantes de lo grotesco.

Nos referimos a los cuadros ahora filtrados que Michael Jackson encargó durante sus últimas décadas a varios artistas realistas. Más de 150 obras en las que el Rey del Pop queda retratado como protagonista de fantasías privadas, altamente vanidosas e inquietantes. Jackson es por momentos un protagonista alternativo del cuadro de La Primavera de Bouguereau. En otras una suerte de Jesús Pantócratos, con su mono Bubbles como escudero.

El semidiós adorado por decenas de niños

Lo más comentado estos días desde las redes sociales ha sido la abundancia de querubines y pequeños ángeles que pueblan varios de estos lienzos, posiblemente inspirados en los niños que siempre llevaba consigo. Jackson, como figura mesiánica, deja que los niños se acerquen a él, disfruten de su presencia, le den la mano extasiados o escuchen en grupo sus fábulas en mitad del bosque a la luz de las hadas. En una polémica investigación reciente, se ha constatado que la mansión de Jackson tenía varias colecciones fotográficas de niños desnudos, en ocasiones de tinte explícitamente sexual.

Aunque los dibujos puedan impactarnos en un primer momento, después descubrimos que tienen total coherencia. El archiconocido problema de autopercepción del artista se muestra, paradójicamente, más vivo que nunca en unos cuadros que parecen querer esconder su vulnerabilidad, y parece certificar la mutante trayectoria de sus problemas de autoimagen.

De contar cómo de niño era incapaz de mirarse al espejo a evitar el contacto visual en las entrevistas a, finalmente, colgar de las paredes de sus mansiones murales donde su materia corpórea está divinizada. Como explicó Nate Giorgio, uno de los retratistas del cantante, estos cuadros representan la imagen que deseaba proyectar de sí mismo entre sus fans.

Leon Jones y Ralph Wolfe Cowan elaboraron algunos de los encargos, pero David Nordahl fue el principal pintor de esta corte jacksoniana. Descubrimos gracias a las palabras de Nordahl que el cariz kitsch que desprenden los retratos es involuntario. En mitad de una noche de 1988 el pintor recibió una extraña llamada de alguien que decía ser Michael Jackson, que era su artista vivo favorito (aunque su artista histórico predilecto seguía siendo Michelangelo) y que pretendía encargarle una serie de retratos.

Nordahl no le creyó, hasta que comprendió que nadie sabría imitar tan bien la vocecilla de Jackson, además de saber el detalle de que Spielberg tenía uno de sus cuadros más recientes colgado en su despacho. Con un precio de a 150.000 dólares la obra, el pintor se convirtió en el retratista oficial a las órdenes del músico por más de 17 años. Jackson le hizo millonario a cambio de plasmar el delicado universo de fantasía que el artista había fabricado para sí mismo en su cabeza.

A las antípodas de las pretensiones artísticas está otra obra de arte moderno que no desentonaría en absoluto con esta colección. Jeff Koons le dedicó una dorada escultura de porcelana (a él y a Bubbles) en su serie Banalidad. Así, mientras las reminiscencias cristianas y el humor mitológico del consciente trabajo de Koons queda hermanada con los cuadros que ya encargaba Jackson.

Y si quieres indagar más en el tema, todas estas nuevas pinturas puedes encontrarlas archivadas en el libro The Official Michael Jackson Opus: The Ultimate Celebration of an Icon.