Una de las series más divertidas que todo niño de los noventa pudo disfrutar durante su infancia fue Los autos locos. Aquel invento combinaba los elementos más estimulantes de la imaginación: personajes audaces y estúpidos, un universo demencial repleto de coches fascinantes y situaciones esperpénticas y carreras, pura competición.
Los autos locos (Wacky Cars en inglés) habían nacido en realidad treinta años atrás, en los sesenta, pero su resurrección de la mano de cadenas como Cartoon Network permitieron a un montón de millennials pasar largas tardes de merienda junto a ellos. Años después siguen siendo encantadores: Pierre Nodoyuna, los Hermanos Macana, el Súper Chatarra Special, todos ellos compusieron un arco estético maravilloso.
Pues bien, ¿qué sucedería si transformáramos aquellos legendarios dibujos animados en un Mad Max 2.0, en la regurgitación que George Miller hizo de su propia trilogía hace dos años? No hace falta imaginarse la respuesta: Mark Sexton, el hombre detrás de los diseños y del storyboard de Fury Road lo hizo por sí mismo. Y el resultado es espeluznante y tremendamente excitante.
Como se explica aquí, Sexton conoció a Miller en 1999 y durante dos años trabajó en el arco estético (los coches con las tripas expulsadas hacia fuera, la sociedad enferma sedienta de agua y reducida a un estadio primitivo, los maquillajes extravagantes y los ropajes precarios) que definiría finalmente a Fury Road. Y tras pasar por Happy Feet, Sexton terminó dibujando, a modo de pasatiempo, esta reinterpretación de Los autos locos.
Lo cierto es que la historia tiene más miga más allá de los dibujos: DC encargó al propio Sexton la creación de una pequeña línea de cómics inspirados en el mundo tremendamente plástico e icónico de Mad Max: Fury Road, por lo que su traslado a los dibujos animados de Hannah Barbera resultó de lo más sencillo. Más aún cuando por las mismas fechas Hannah Barbera sacó sus propios cómics de Wacky Cars rediseñados al modo adulto y distópico.
En el fondo, Mad Max tiene mucho de Los autos locos: en un mundo desesperado por llegar antes que los demás a su destino y llevado a la extenuación de sus propios recursos, el ser humano se convierte en una despiadada máquina competitiva que intercala locura y violencia de forma inmisericorde, y en el que la ruptura de la civilización deriva en nuevos códigos morales y estéticos donde, como en las tragedias griegas, sólo brillan héroes rotos.
Las dos caras de una misma moneda. Y por eso quedan tan bien juntos.