El pao cai es un tipo de encurtido, normalmente de calabaza, presente a menudo en la comida china y especialmente en la de Sichuan. Los sichuaneses están de enhorabuena desde ayer, ya que los esfuerzos que su lobby cultural lleva años gestando acaban de dar sus frutos: la Organización Internacional de Normalización alimentaria también conocida como ISO acaba de publicar unas nuevas normas para la elaboración y certificación del producto. Es un reconocimiento gastronómico, pero también un sello que permite la expansión comercial del producto en todo el mundo.
Hablamos de un negocio de más de 3.000 millones de euros anuales y creciendo.
Da la casualidad de que el pao cai sufre un guirigay con el kimchi, originario en la vecina Corea que es mucho más conocido en el resto del mundo. El kimchi no es sólo un plato encurtido, sino toda una familia de ellos, y el elemento principal de su fórmula no suele ser la calabaza, sino la col china. Aunque la receta genuinamente china es el pao cai, allí suele servirse kimchi bajo el nombre de pao cai.
Es posible que los chinos coman grandes cantidades de este relleno/aderezo/salsa picante, pero no tanto como los coreanos, para los que es un deporte nacional: según las encuestas un 95% de ellos lo come más de una vez al día.
Si bien los de ISO no dudaron en añadir al documento de certificación del pao cai que éste “no se aplica al kimchi", los medios chinos y los surcoreanos, cada uno barriendo para sus propios intereses, no dudaron en mezclar los hechos. Si el sabor entre ambos productos, su funcionalidad, es muy similar en la cultura asiática, cómo no lo será para los paladares occidentales hacia los que mira la industria. Avispados, los del Global Times, periódico oficial del partido comunista, dijeron que lo que se había logrado es crear “un estándar internacional para la industria del kimchi liderada por China". Entre líneas, que están dispuestos a apropiarse del kimchi como término al colocar su pao cai en los supermercados como pudo pasar en su día con el capuchino o la salsa boloñesa.
El encontronazo ha sido sobre todo virtual: usuarios en uno y otro país que enlazan las noticias y se acusan de todos sus males ("¡Pero si hasta el término kimchi se originó en China! En fin, qué más decir…”). Los columnistas de medios surcoreanos también han entrado al trapo (la codicia “descarada” de China por el kimchi es una "apuesta por la dominación mundial"). El tema ha llegado a las más altas instancias: una nota del Ministerio de Agricultura de Corea recalcó que el estándar de ISO "no tiene nada que ver con el kimchi” y que “no es apropiado dar esta noticia sin dejar claro que el kimchi y el pao cai de Sichuan no son lo mismo”.
Los coreanos, muy irascibles en lo patriótico con sus vecinos, ven en el calendario de los hechos una afrenta directa. Justo el mes pasado había terminado el Kimjang, que es la cita anual de elaboración de kimchi casero (y que se toman muy, muy en serio) y cuyo acto está reconocido como patrimonio inmaterial de la humanidad por la Unesco en el 2013. Hay más: no ha sido un buen año para su territorio, y las sequías han hecho que haya que exportar de china unas 30 toneladas de coles diarias. Su dependencia con el rival es cada vez mayor.
Hallyu es el término con el que se conoce el fenómeno de exportación cultural coreano. Estando ya consolidado romance con el cine y la música coreana, occidente está en el inicio de la ola de "la k-food". La apropiación del kimchi tiene un enorme valor económico, así que los temores del país a que su potencial sea absorbido por un competidor con una industria alimentaria más musculosa son legítimos.
La guerra por el kimchi también es la última de las decenas de batallas que los netizens de ambos países se lanzan continuamente, certificando que la relación política se está acalorando. En octubre, uno de los líderes de ese astro llamado BTS se enfrentó a un aluvión de críticas en China después de citar la solidaridad de su país con Estados Unidos derivada de la guerra de Corea, un conflicto en el que China luchó tanto como lo el otro.
El mes pasado la banda de idols Blackpink filmó unas imágenes en un zoológico nacional sosteniendo a uno de los bebés panda originarios y prestados desde China, y los internautas no dudaron en hablar de cómo la joven estaba exponiendo a estrés a un animal cuya conservación está todavía en peligro y que representa un símbolo nacional, lo que logró la cancelación del show.