Detrás de la última iniciativa de uno de los lugares más emblemáticos de la turística costa española se esconde una idea muy clara: no hace falta “mano dura”, tan solo recordar las normas. La noticia tiene a los turistas británicos como protagonistas, con los que España mantiene una relación “peculiar” en los últimos tiempos. De fondo, esa idea más global sobre el “turista malo” que muchas ciudades de Europa tratan de combatir. Málaga le ha dado una vuelta a todo con algo tan simple como un manual de comportamiento.
Llegarás vestido. La noticia, anunciada por el Ayuntamiento de Málaga a través de sus redes sociales, no deja dudas. La ciudad ha colocado vallas publicitarias con las que pretende recordar a los turistas británicos (y suponemos que todo aquel que sepa la lengua de Shakespeare) sobre el comportamiento adecuado durante su visita, incluida una que les recuerda que deben llevar ropa en todos los lugares.
Esta iniciativa publicitaria desde la oficina de turismo local se inició el pasado sábado, y la forman principalmente cuatro señales muy claras. Todas con la bandera británica y un mensaje en inglés, junto a una versión en español más pequeña debajo que se resume en: viste de forma completa, mantén limpia la ciudad, las aceras son para los peatones y no te hagas notar. No creo que haga falta profundizar lo que se busca en cada una de ellas.
La costa del sur y “las islas”. Como decíamos al inicio, la relación con los turistas británicos en prácticamente toda la costa española (especialmente en el sur, Baleares y Canarias), es larga y conocida, pero de un tiempo a esta parte no parece estar pasando por su mejor momento. Hace unos meses la prensa británica cargaba contra los cortes de agua en complejos andaluces, también se protestaba por la supuesta subida del precio del alcohol a nivel nacional.
Desde la otra cara de la moneda, muchas administraciones nacionales ven en parte del turista británico (sin generalizar, por supuesto), el prototipo que se quiere evitar con la denominada “masificación turística”. Sin ir más lejos, las Islas Baleares barajan medidas extremas donde se incluye la expulsión de las islas, hartos de las borracheras y las peleas que se dan en sus calles, o incluso han llegado a poner indicaciones falsas para evitar la masificación en sus calas.
La intrahistoria. Si nos ceñimos a Málaga y los británicos, la historia se remonta a la década de 1970. La ciudad, enclave mítico de la Costa del Sol, ha sido durante mucho tiempo popular entre los turistas británicos, mñas tarde ultra promocionada gracias los vuelos de bajo coste desde aeropuertos de todo el Reino Unido. Como en casi todo el espacio español, se busca lo mismo: buen tiempo, playas y precios económicos para pasar las vacaciones.
Pero algo está cambiando, y no solo en Málaga o en España. El turismo de masas que se abrazó durante tanto tiempo en el sur de Europa ya no tiene tantos adeptos locales. La expansión sin freno del sector ahora asusta porque se ha trasladado a zonas críticas de la vida, como la más básica y esencial: una casa donde vivir a precio razonable. Espacios donde, literalmente, no hay posibilidad de expansión porque el mar delimita el final, casos de Canarias o Baleares.
Una vuelta a lo esencial. El tiempo dirá si el mensaje del Ayuntamiento de Málaga cala en los turistas que llegan al enclave. De lo que se trata en la publicidad es de reducir al mínimo el mensaje para que llegue a todo el mundo. Mensaje que no es la primera vez que se hace. El año pasado, el ayuntamiento anunció que cualquier persona que estuviera en la calle o en espacios públicos sin ropa, o vistiendo solo ropa interior, se enfrentaría a multas de hasta 750 euros.
Mientras, en otras zonas de España como Barcelona, se trata de atajar el impacto del turismo de forma más radical, con el “cierre” de la licencia a más de 10.000 pisos turísticos con el fin de frenar los crecientes costes de la vivienda y hacer que la ciudad sea habitable para los residentes. Unos meses antes, Canarias salía a la calle para protestar por lo mismo, aunque en las islas todavía no han llegado tan lejos como en Cataluña.
Imagen | Ayuntamiento de Málaga, GTRES
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