Ya fuera atraído por una fuerza sobrenatural que lo dispusiera al disfrute y al buen vivir o empujado por necesidades más funcionales, como la imposibilidad de acceder a fuentes de agua potable, el ser humano lleva consumiendo bebidas alcohólicas desde que tiene memoria. La cerveza y sus distintas variantes siempre han sido una de las más populares, pudiendo ubicarla, de forma tentativa, tan pronto como en el 7000 AC.
Para Europa, un reciente estudio ha fijado una fecha aún más precisa: el 3910 AC.
Malteado. Para llegar a tan precisa conclusión, un grupo de investigadores reprodujo de forma experimental el proceso de malteado empleado por nuestros antepasados. Secaron el cereal en el laboratorio y simularon su envejecimiento durante 7.000 años. Su objetivo no era otro que observar, mediante un microscopio de barrido, de qué modo se degradarían las células exteriores del grano (aleurona) durante el malteado.
Su premisa era simple: el alcohol y otros elementos orgánicos de la cerveza no perduran en el tiempo, pero los restos de las maltas sí.
Búsqueda. Identificado el patrón celular, los autores compararon sus hallazgos con el interior de varias vasijas destinadas al almacenamiento de cereal encontradas en cinco excavaciones arqueológicas, todas ellas datadas en el milenio cuarto antes de Cristo. Dos de ellas en Egipto, tres en centroeuropa. Resultado: el mismo deterioro celular observado en el laboratorio se encontraba en los envases de hace miles de años.
Ergo. Sucede que el malteado es un proceso específico, pero no exclusivo de la cerveza. Por lo que las vasijas pudieron o no estar destinadas a su elaboración. En los sitios egipcios las dudas son inexistentes, fruto de la existencia de otras herramientas que confirman su fabricación. En los europeos las evidencias son más escasas, pero la exactitud de los patrones en los restos de cereal apuntan a ello.
Localización. ¿Y en qué agraciado lugar de la geografía europea podemos identificar tan feliz hallazgo? Uno de los cuencos comparados pertenece al asentamiento arqueológico Hornstaad–Hörnle, en las proximidades del lago Constanza, en Alemania, cuyo origen se remonta al 3910 AC. Se trataría de una de las pruebas más antiguas, por otras evidencias que apuntan al almacenamiento líquido, de la fabricación de cerveza en Europa.
Antecedentes. En otros puntos de Oriente Medio y el norte de África las evidencias son aún más antiguas. Como vimos en su día, se conoce la probable existencia de una maltería en Haifa, Israel, construida hace más de 13.000 años. Gracias a ella sabemos que la cerveza tenía un alto componente ritual y social en las sociedades del Creciente Fértil, útil por sus efectos disipados para estrechar lazos, forjar alianzas o cerrar matrimonios.
Es una idea extendida a otras culturas en América, mediante la cultura Wari y la chicha de molle, o Europa, donde la cerveza ejercería de aglutinante identitario y culminaría deliberaciones y ritos religiosos. Los humanos, así, llevan miles de años disfrutando al unísono de su querido líquido. La cerveza.
Imagen: Elevate/Unsplash