Sin duda Manfred von Richthofen es uno de los pilotos más conocidos de la Primera Guerra Mundial y quizá uno de los pilotos más reconocibles de toda la historia de la aviación. Su leyenda se cimienta en los 80 derribos que consiguió a los mando de su avión de caza pintado en color rojo brillante. De ahí su sobrenombre del Barón Rojo.
Pero detrás de esa leyenda no se esconde una persona cualquiera, sino alguien que perfeccionó una estrategia de combate hasta hacerla casi imbatible por el enemigo. Alguien despiadado que no dudaba en derribar aviones de menores prestaciones que el suyo y que según cuentan los que le conocieron siempre andaba taciturno y malhumorado por el campo de vuelo. Además no todos sus derribos los consiguió pilotando un bonito triplano de color rojo brillante, porque a lo largo de los años que combatió pilotó una serie de aviones diferentes conforme iban evolucionando los diseños.
Manfred von Richthofen
Manfred Albrecht Freiherr von Richthofen nació el 2 de mayo de 1892 en Kleinburg, cerca de Breslau, en la baja Silesia que actualmente forma parte de Polonia. Tras una juventud dedicada casi en exclusiva a cazar y montar a caballo por los bosques cercanos a su casa, el joven von Richthofen se alistó en la caballería de Kaiser Alexander III.
Lo que no sabía aquel joven es que esa parte del ejército rápidamente se iba a quedar obsoleta por culpa del cambio que sufrió la estrategia militar en la Primera Guerra Mundial. De todas maneras, Manfred von Richthofen contaba con los suficientes contactos como para cambiar de cuerpo del ejército. Con 23 años tuvo su primera experiencia en un avión.
Y aunque de aquella experiencia cuenta el propio von Richthofen que:
El piloto, nada más despegar empezó a realizar maniobras que me desorientaron por completo. El vuelo fue tan corto que cuando aterrizó me sentí decepcionado, pero con muchas ganas de volver a probar.
A principios de 1916 empezó a volar como observador en aviones biplaza y consiguió su primer derribo. Aunque este no fue confirmado al caer el avión derribado tras las líneas enemigas por lo que no pudo documentarse. A finales de ese mismo año ya estaba pilotando aviones monoplaza de combate y el joven von Richthofen ya había conseguido sus primeros derribos confirmados.
En poco tiempo von Richthofen había pasado de ir de pasajero en un avión, a combatir de igual a igual contra el enemigo. O al menos eso era lo que parecía. Porque su amigo Oswald Boeckle estableció una serie de instrucciones para los pilotos de caza que Richthofen siguió fielmente hasta el final de sus días. Esas instrucciones trataban de garantizar la superioridad de la aviación imperial alemana frente a los rivales a base de nunca enfrentarse en inferioridad de condiciones ni dejándose llevar por el calor del combate. Siempre se debía evitar el enfrentamiento si no se tenía garantías mínimas de salir con ventaja (y vivo) de él.
Richthofen no era un piloto espectacular ni que se dedicase a hacer acrobacias, él era un notable estratega y líder de escuadrón además de un gran tirador. Cuentan que su combate prototipo consistía en atacar desde atrás y arriba con la ventaja de contar con el sol tras él y con otros pilotos del Jasta (escuadrón) cubriendo su retirada y los flancos.
En toda su carrera Manfred von Richthofen fue derribado tres veces, de las cuales salió con vida en dos de ellas. La primera resultó alcanzado el depósito de su avión y tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia. La segunda fue herido en la cabeza y salvó la vida por poco. En esta ocasión tuvo que estar de baja casi veinte días, pero su sed de victorias le hizo volver a los mandos de su avión antes de estar recuperado totalmente. Se especula que las secuelas de esta herida jugaron un rol importante en el momento de ser derribado definitivamente.
Manfred von Richthofen es rápidamente asociado a un triplano rojo brillante, pero el primer avión que pintó de ese color fue un Albatros DII. La fecha concreta se desconoce, pero se sitúa más o menos en enero de 1917, cuando Richthofen fue nombrado comandante del escuadrón en el que volaba tras conseguir su 16ª victoria. Aunque previamente ya había pilotado algunos aviones rojos se considera que este fue el primero completamente de ese color.
Casi inmediatamente los demás pilotos del escuadrón empezaron a pintar sus aviones también de color rojo, de manera que pronto ese color fue asociado al escuadrón. Esa estrategia se exportó a los demás escuadrones y cada uno pintó sus aviones con colores vivos.
Así nació la leyenda del Circo Volante, que contravenía las órdenes de pintar los aviones con diferentes colores parduzcos y difuminados para hacerlos más fácilmente camuflables en tierra. Este nombre también se asocia según otras fuentes a la gran movilidad que tenía el escuadrón, que se desplazaba por todo el frente allí dónde fuese necesario.
Richthofen en ese momento había perfeccionado casi al máximo las estrategias que había establecido Oswald Boeckle al principio de la contienda. En sus explicaciones Richthofen les indicaba a los novatos que apuntasen siempre al piloto, y que si se enfrentaban a un biplaza, primero fuesen a por el artillero y después a por el piloto.
Su suerte cambiaría el 21 de abril de 1918 a eso de las 11:00 h. mientras perseguía un avión británico, se cruzó otro biplano de la misma nacionalidad que con un certero disparo alcanzó a von Richthofen en el pecho, causándole daños mortales. A pesar de estar herido de muerte consiguió aterrizar suavemente. Algunos soldados australianos acudieron corriendo hasta el avión, pero ya no se pudo más que certificar su muerte.
Ese derribo se le adjudicó oficialmente al Capitán Arthur Roy Brown, canadiense que volaba para la RAF. Pero según estudios recientes parece que el disparo que acabó con la vida de Manfred von Richthofen fue realizado desde tierra por un soldado australiano armado con una ametralladora Vickers del mismo modelo que utilizaban los aviones británicos. Por desgracia parece que nunca sabremos con exactitud lo que pasó aquella mañana de primavera.
Richthofen fue enterrado con todos los honores en un cementerio cerca de Amiens. Pero este no sería su último viaje, ya que desde ese momento hasta 1975 los restos del As Alemán fueron trasladados de cementerio en varias ocasiones.
Según algunas fuentes los 80 derribos del Barón Rojo podrían estar manipulados por la propaganda de la época para engrandecer su leyenda. Pero según estudios realizados a finales del siglo XX los derribos incluso podrían llegar a los 100. El principal problema de acreditar esos derribos es que si no existía ningún testigo que reconociese al vencedor y al vencido no se apuntaba la victoria a nadie.
Y en medio de una guerra, con los frentes bloqueados por las trincheras, no parece que hubiese mucha gente dispuesta a observar lo que pasaba encima de sus cabezas para luego avisar a los mandos confirmando que tal o cual piloto había derribado a tal o cual otro. Porque la guerra continuaba inexorablemente.
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