Nacionalismo, Europa y mapas: un cóctel siempre sugerente que depara resultados magníficos. En ocasiones anteriores ya hemos hablado de él. En concreto, con motivo del mapa realizado por la EFA (European Free Alliance) una constelación de partidos independentistas europeos asociados. Aquel plano ya redibujaba de forma sustancial algunos de los estados más importantes del continente, pero se limitaba sólo a los nacionalismos en movimiento.
Es decir, a aquellos movimientos político nacionalistas que a través de las urnas buscaban algún grado de independencia o autonomía política radical. Lo que aquel mapa olvidaba eran los muchos otros lugares de Europa donde de un modo más tenue, o en algunos momentos de la historia, hubo movimientos secesionistas cuando no independencia. Un ejercicio en retrospectiva realizado por Theo Deutinger, célebre arquitecto y cartógrafo.
En este mapa, Deutinger tira de mucha imaginación y supone una Europa donde cada pequeño pueblo/nación se ha salido con la suya. La base política actual es irreal (Murcia, por ejemplo, aparece como estado independiente), pero cada pequeño territorio tiene hilos que conectan con un pasado siempre prístino e independiente. Se trata de la culminación del sueño de cada nacionalismo, dando como resultado una Europa fragmentada.
A menudo los interese confluyen, por lo que el mapa opta por el talante y el reparto a medias. Por ejemplo, Galicia choca ligeramente en sus reivindicaciones con Asturias, y estos con León, pero hay espacios para todos.
Pese al cliché, la situación no es sólo afín a España. Portugal es uno de los pocos estados Europeos que se libra de la partición, pero Francia corre peor suerte: surge Occitania al sur en enormes proporciones, Bretaña logra su ansiada independencia y hasta Normandía o la olvidada Saboya recuperan su esplendor de antaño. Italia se parte en dos (Padania por delante), pero también surgen Lombardía o el Véneto.
Por el norte de Europa aparecen Flandes, Valonia y Frisia, al norte de los actuales Países Bajos, y en Alemania el sur (de tradición católica) se ve desmembrado del norte (más protestante) en una pequeña pléyade de estados contiguos, empezando por Alsacia, despedazada de Francia, y siguiendo por Suabia, la Franconia y, cómo no, Baviera. A tan antiguos reinos se les suma Bohemia, de distinta tradición a Moravia, en República Checa.
También en Alemania aparece Lusatia, una isla de habla eslava en el antiguo territorio de los pueblos germanos, y más al este Polonia pierde Silesia, que pasa a ser independiente, y Eslovaquia regala los Cárpatos rutenos a Rutenia, una minoría eslava también sin estado y que hoy se reparte entre la ya citada Eslovaquia y Ucrania. Este último país se parte en dos (en base a líneas ya definidas) mientras Jarkov y Crimea se van por su cuenta. Entre tanto, en Rumanía surgen mini-estados de minorías alemanas y húngaras y en Moldavia Transnistria obtiene su ansiada independencia.
Como cabía esperar, son los Balcanes y el Cáucaso los lugares más afectados. En un estallido de color, la República Srpska, serbios étnicos en Bosnia, consigue la independencia, mientras la Vojvodina (con una importante minoría húngara) continúa reduciendo el tamaño de Serbia por el norte. El Cáucaso es otra liga: la parte rusa estalla en mil pedazos, desde Chechenia hasta naciones tan pequeñas como el Daguestán o Adjara, y Armenia, Georgia y Azerbaiyán también ven limitadas sus aspiraciones.
Quedan Escandinavia y las islas británicas. En la primera, lo más destacable es el surgimiento de la nación lapona (sami) y de pequeñas entidades como Scania, al sur de Suecia, o una Carelia independiente. Finalmente, en Reino Unido todo se remonta al inicio de los tiempos, con el regreso de reinos post-romanos y medievales como Wessex o Mercia. Gales y Escocia, huelga decir, serían independientes.
Al cabo del repaso del mapa uno se puede quedar sin aliento. En Magnet hemos explorado en otras ocasiones una "Europa alternativa", como la basada en mapas fantasma que aún siguen presentes en los usos políticos y sociales del continente, o la basada en estados sin mucha razón histórica pero marcados por el peso de sus unidades poblacionales, buscando un equilibrio casi perfecto a nivel económico y demográfico. Nada como esto, sin embargo, un ejercicio de pura fantasía y de supuestos máximos.
Pero es divertido, claro, como todo ejercicio de historia-ficción con un mapa delante.
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