La última teoría conspiratoria se mueve en el Parlamento y en las calles de Irak: aviones estadounidenses ayudan a los militantes del ISIS con armas, suministros, comida y hasta "agua embotellada". Los vehículos que usan para atacar y provocar atentados son Humvees yanquis. ¿Cómo negar que Estados Unidos ayuda al ISIS?
Se trata del último capítulo en la guerra paralela que siempre se libra detrás de los frentes: la desinformación informativa. En el caso iraquí, ha llevado a que un porcentaje de la población crea de verdad que la coalición tiene intenciones de prolongar el conflicto apoyando a unos terroristas "que caerían en pocos días, de no ser por la ayuda internacional", según contaba un miliciano chiíta al Washington Post. O que, directamente, Estados Unidos se inventó al ISIS para recuperar poder en la región.
Y sí, dejar caer suministros por error a tu enemigo es algo que sucede cuando tu campaña es casi exclusivamente aérea en Irak y en Siria. Cuando los estadounidenses se fueron de Irak, ya hacía tiempo que las milicias robaban sus vehículos (se cree que unos dos tercios de sus blindados todoterreno están en manos del ISIS) Pero los expertos consultados por el Washington Post, así como varios políticos iraquíes, atribuyen a la propaganda iraní la creencia de que todo esto es intencionado, que busca que los líderes chiítas se pongan de su parte. Y la desinformación en la zona ya es un clásico. Aunque normalmente se producía a la inversa.
El caso de las incubadoras kuwaities
El 2 de agosto de 1990, el ejército iraquí invadió Kuwait. La operación duró dos días y fue la antesala de la primera Guerra del Golfo. Dos meses después, el 10 de octubre de 1990, una adolescente de 15 años narraba entre lágrimas, frente a la Comisión de Derechos Humanos del Congreso estadounidense, las atrocidades cometidas por las tropas de Sadam. La mayor de ellas, la muerte de 312 bebés en un hospital kuwaití porque los iraquíes se habían llevado las incubadoras y habían dejado a los bebés a su suerte. La "enfermera voluntaria" Nayirah soltó un contundente testimonio, presenciado por entre 30 y 50 millones de estadounidenses y que se convirtió en parte integral del discurso del presidente Bush para convencer a la opinión pública estadounidense de que había que intervenir en Irak.
El 17 de enero de 1991, Estados Unidos puso en marcha la Operación Tormenta del Desierto.
Después de la guerra, en diciembre de 1992, el programa canadiense The Fifth Estate emitió el documental "To Sell a War" (Vender una Guerra). Donde se descubría que Nayirah no estaba en Kuwait "de vacaciones". Y que, entre los muchos crímenes cometidos por el ejército iraquí, lo de las incubadoras robadas no era cierto. Nayirah era la hija del embajador kuwaití en Estados Unidos, y su testimonio parte de una campaña de relaciones públicas dirigida por una empresa estadounidense, Hill and Knowlton.
Las armas de destrucción masiva iraquíes
Una serie de políticos y militares exponiendo una serie de fotografías y vídeos imposibles de verificar y de dudosa procedencia. Es lo que está pasando en Irak con la acusación de que Estados Unidos ayuda al ISIS. Pero los occidentales lo hemos visto antes: en 2003, Colin Powell y la administración Bush (hijo) al completo trataron de convencer al mundo de que Sadam estaba desarollando un programa activo de armas químicas y nucleares, pese a que no había evidencia de lo primero y que los inspectores de la ONU habían desmentido lo segundo en varias ocasiones.
"Pido disculpas porque la información que recibimos era incorrecta". Tony Blair ha sido el único en entonar un mea culpa desde la invasión de Irak de 2003 y su ocupación hasta 2011. Años en los que sólo encontraron restos del antiguo programa de armas químicas de Sadam. De hecho, un libro de inminente aparición revela que Sudáfrica había advertido a ambos líderes, Blair y Bush, que sus expertos -que ya habían estado varias veces en Irak en tiempos más amistosos y "sabían donde buscar"-, no habían encontrado nada.
A veces incluso parece que se hace a la inversa: crear campañas militares para ocultar problemas domésticos. Es un poco lo que le pasó a Clinton cuando se metió en 1998 tres operaciones militares (bombardeos sobre Irak, Sudán y Serbia) distintas durante el escándalo Lewinsky. ¿Cómo hacer que la opinión pública desvíe la atención de tus problemas? Bombardea algo. El problema para Clinton es que todo pasó apenas un año después del estreno de "La Cortina de Humo", una película con el mismo argumento.
El acorazado Maine
Que Estados Unidos le iba a declarar la guerra a España a finales del siglo XIX si no nos íbamos de Cuba era más o menos un hecho. Pero la explosión del acorazado estadounidense en La Habana, que acabó con 254 marineros y dos oficiales, aceleró las cosas. Al menos, desde el punto de vista de los periódicos estadounidenses. William Randolph Hearst no esperó a las conclusiones de las comisiones de investigación de cada país para titular en portada que lo del Maine había sido obra de los españoles. Y de exagerar todas las atrocidades cometidas por los soldados españoles contra los cubanos desde 1895.
Hearst tuvo su guerra -aunque no está claro que llegase a mandar nunca el famoso telegrama a su corresponsal: "tú manda las ilustraciones y yo pondré la guerra- y España se quedó un nuevo proverbio: más se perdió en Cuba. ¿El Maine? A día de hoy ni siquiera los estadounidenses tienen claro si fue una explosión fortuita o una mina española.
Pero estos ejemplos no son un invento exclusivo de los conflictos en el Golfo Pérsico, ni de Estados Unidos. La teoría de la desinformación como arma bélica ya la dejó escrita Sun Tzu hace 2.500 años:
El arte de la guerra se basa en el engaño. Por lo tanto, cuando es capaz de atacar, ha de aparentar incapacidad; cuando las tropas se mueven, aparentar inactividad. Si está cerca del enemigo, ha de hacerle creer que está lejos; si está lejos, aparentar que se está cerca. Poner cebos para atraer al enemigo. Golpear al enemigo cuando está desordenado. Prepararse contra él cuando está seguro en todas partes. Evitarle durante un tiempo cuando es más fuerte. Si tu oponente tiene un temperamento colérico, intenta irritarle. Si es arrogante, trata de fomentar su egoísmo. Si las tropas enemigas se hallan bien preparadas tras una reorganización, intenta desordenarlas. Si están unidas, siembra la disensión entre sus filas. Ataca al enemigo cuando no está preparado, y aparece cuando no te espera. Estas son las claves de la victoria para el estratega.
Operación Guardaespaldas: españoles pasando facturas falsas y actores fingiendo ser gente famosa
Es algo que los Aliados tuvieron muy presentes mientras preparaban el desembarco de Normandía. Fueron años, literalmente, de operaciones de desinformación destinadas a que Hitler pensase que el desembarco sería en otra parte y atacar la zona más desprotegida de la Muralla Atlántica (¿por qué siempre sale Omaha Beach en las pelis? Porque era la única donde tuvieron la mala suerte de toparse con un contingente alemán). No sólo eso, sino que consiguieron convencer a todo el mundo de que lo de Normandía era una maniobra de distracción, que lo gordo aún no había llegado.
La Operación Guardaespaldas, "el mayor engaño estratégico de la Historia", dio para todo tipo de desinformaciones: un espía español inventándose gente imaginaria para pasarle facturas falsas a los nazis. Cadáveres que aparecen en las costas mediterráneas con maletines esposados repletos de información sobre las intenciones "auténticas" de los Aliados en Italia.
Y, por supuesto, mentir a todo el mundo, incluso al propio pueblo: los estadounidenses se inventaron un "Grupo 1º del Ejército Estadounidense" para fingir que iban a desembarcar en Calais. Un ejercito de atrezo, que convenció a propios y nazis de que, incluso semanas después de Normandía, el objetivo era Calais. Y que llegaron al extremo de ocultar durante un tiempo la muerte del sustituto de Patton, Lesley McNair.
Mientras, el actor Meyrick Edward Clifton James se paseaba por Gibraltar y otros puntos calientes, jugándose la vida en cada acto público. Aunque todo el mundo pensaba que se trataba del heroico "Monty", el general inglés Bernard Montgomery. James es un ejemplo de las consecuencias de la desinformación: ni él ni el matemático Alan Turing, por citar otro nombre al servicio de los ingleses, pudieron apelar a sus servicios... Porque durante muchos años, nadie supo que los habían prestado.
Ver todos los comentarios en https://www.xataka.com
VER 0 Comentario