Dos aproximaciones predominan y chocan a la hora de combatir el consumo de drogas entre los más jóvenes. Por un lado, la prevención absoluta: las drogas causan daños irreparables en el organismo, por lo que alertar sobre sus riesgos es el mejor modo de reprimir su uso. Por otro, la información: dado que no vamos a impedir que determinadas personas consuman sustancias, lo mejor que podemos hacer es informarles para que lo hagan de forma segura.
¿Cuál es mejor?
Noruega. El debate aparece y desaparece de la arena pública con cierta frecuencia, a menudo al albur de campañas informativas polémicas. El último ejemplo lo ofrece Noruega. Una asociación privada y sin ánimo de lucro, Safer Drug Policy, ha colocado numerosos carteles a lo largo del país promoviendo un consumo informado, responsable, de determinadas sustancias. El eslógan base: "La persona que consumió esta sustancia no murió".
¿Por qué? Por ejemplo: "Sophie no murió al tomar LSD. Había analizado la sustancia y sabía lo que contenía". O: "John no murió cuando tomó heroína. No estaba solo y sus amigos le dieron naxolona". O: "Sarah no murió cuando probó el MDMA. Tomó la mitad de la dosis y esperó a sentir sus efectos". Son mensajes sin carga moralizante. Antes que censurar el consumo de drogas, opta por una aproximación más tolerante.
Ok, consume. Pero hazlo informado.
¿Buena idea? Para algunas personas, este tipo de campañas incentivan el consumo, algo negativa no tanto por sus connotaciones morales como por los riesgos asociados a las sustancias. Safer Drug Policies recoge el guante: "Informando sobre sus efectos y riesgos y ofreciendo consejos sobre seguridad, aspiramos a minimizar el daño que causan las drogas". ¿Es más útil negar una realidad, el consumo, o abrir mecanismos para limitar sus daños?
Qué sabemos. La campaña noruega es particularmente agresiva, pero iniciativas similares se llevan aplicando en otras partes del mundo. El ejemplo más evidente son los programas de intercambio de jeringuillas, tanto en Europa como en EEUU. Como se señala aquí, esta clase de iniciativas no se dirigen al no-consumidor, sino al consumidor habitual y/o adicto. Antes que como una invitación a la toma de sustancias, son herramienta de control e información.
Hablamos de ello largo y tendido a propósito de una campaña similar del Ayuntamiento de Zaragoza.
¿Vale de algo? El problema de fondo es otro, tanto para la alerta sobre los riesgos como para el consumo informado: sabemos que las campañas de prevención funcionan poco. En gran medida por que la mayor parte de ellas tienden a unificar mensajes ("consumir es peligroso", "consume informado") cuando las motivaciones y las causas que llevan a las personas a tomar sustancias son dispares.
O lo que es lo mismo, tratan de aplicar una solución genérica a problemas individuales y muy diferentes. Lo que tiene un pernicioso efecto secundario: a veces, consiguen incentivar el consumo.
Estas son las imágenes de la campaña en Noruega.