Un caluroso día de agosto en 1839, nació en París una práctica asociada al reciente nacimiento de la fotografía: la fotografía post mortem. Una manera de honrar y recordar a los fallecidos que se popularizó para mostrar a los muertos como si en realidad no lo estuvieran. De pie o tumbado, el cadáver, acompañado de su familia o solo, parecía estar dormido. Si el fotógrafo se aseguraba de que mantuviera los ojos abiertos, la persona ni si quiera parecía haber pasado a la otra vida.
La elevada tasa de mortalidad infantil en la época victoriana hizo que los retratos post mortem de niños fueran particularmente comunes, por lo que la muerte se asumía con más naturalidad y era compartida con el entorno del hogar burgués. A lo largo de los siglos esta imágenes espectrales siguen fascinándonos; la forma que tenemos de enfrentar el fin de la vida dista mucho de esta costumbre, que honra a la muerte y consuela a los vivos a través de imágenes escalofriantes.
La época victoriana de la historia del Reino Unido marcó la cúspide de su Revolución Industrial y del Imperio británico. Algunos académicos sitúan este periodo entre 1832 y 1901, casi el reinado completo de Victoria I. Las primeras décadas del reinado de Victoria, recogidas en el denominado Victorianismo temprano (1837-1851), fueron testigos de varias epidemias, como el tifus y el cólera, además de producirse serios problemas en la producción y distribución de alimentos básicos y los consecuentes colapsos económicos.
El promedio de vida de la época era de unos 40 años, la muerte de los adultos provenía de la tuberculosis, mientras que la de los niños era el sarampión, la viruela y el hambre. El 15% de los críos moría al nacer.
Los niños pobres desempeñaban, desde los cuatro años, trabajos en la minas, en la industria textil y eran vendidos a las fábricas cuando las iglesias no querían mantenerlos. Charles Dickens, con su obra Oliver Twist, supondría un revulsivo en 1838 por su crítica al trabajo y la mortalidad infantil, el hambre y la hipocresía. Un reflejo acertado de la época victoriana.
Los valores victorianos se podrían clasificar como "puritanos" destacando en la época el ahorro, el afán de trabajo, la extrema importancia de la moral, los deberes de la fe y el descanso dominical. Como seguiría ocurriendo a lo largo de los siglos, las mujeres burguesas pertenecían a la esfera privada, sometidas a las tareas del hogar y al cuidado de los hijos mientras que los varones dominaban el resto de esferas públicas.
Fue en la época victoriana cuando nació el daguerrotipo, el primer procedimiento fotográfico anunciado y difundido oficialmente en 1839. Esto permitió a los victorianos fotografiar a las personas fallecidas de forma asequible y además reducía las horas de exposición necesarias para hacer un retrato. Era una forma de consolar a los vivos y honrar a los muertos.
Como la muerte era algo habitual en esta época, se documentaba para poder recordarla mediante distintas técnicas. Una de ellas era que los padres sujetaran los cuerpos de los niños inertes para aportar naturalidad al retrato y evitar que saliera borrosa, pero ellos se escondían tras una cortina o una silla para no ser retratados. Otras veces se les retrataba de pie, en escenas naturales junto a otros miembros de la familia, o con los ojos abiertos que eran pintados para aportar realismo.
En otras ocasiones los retratos se efectuaban con el fallecido tumbado y con los ojos cerrados, quizá junto a otros miembros de su familia también muertos. Como estos, recopilados en su mayoría por The Thanatos Archive:
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