Metano, epidemias y el doble de CO2: la bestia que puede liberar el permafrost del Ártico si se deshiela

De un tiempo a esta parte, asomarse a las noticias que produce el Ártico equivale postrarse frente al abismo, mirarle fijamente a los ojos y que el abismo devuelva la mirada. Hace algunos días Groenlandia alcanzaba un raro y, cómo no, desesperanzador hito: las temperaturas superaban los 4,4 ºC por encima de las series históricas. Hace tanto calor que los trineos tirados por huskies ya caminan sobre las aguas, al modo de un Jesucristo socarrado por el cambio climático.

Y eso no es lo peor.

El permafrost. Tras un invierno cálido (otro más) y ante la perspectiva de un verano achicharrante, la comunidad científica vuelve a fijarse en el permafrost, la capa de tierra y suelo que ha permanecido congelada durante milenios gracias a las bajas temperaturas. Sabíamos que su derretimiento era un hecho. Y también que el deshielo podría liberar gigantescas toneladas de CO2 almacenadas allí durante siglos, capaces de revertir cualquier política medioambiental.

Hay más.

Metano. Como explican varios investigadores en este reportaje de la BBC, la humanidad afronta un peligro igual o mayor en el metano, el mercurio y las enfermedades congeladas. La transformación de Alaska o Siberia en grandes cenagales, fruto del sinfín de lagunas y pantanos surgidos tras el deshielo, está generando viveros microbióticos donde las bacterias hierven literalmente metano.

Es una mala noticia, en especial porque el permafrost se está descongelando a un ritmo setenta años por delante del previsto.

Epidemias. También las enfermedades. Se sabe, por ejemplo, que el descongelamiento del cadáver de un reno muerto en 1941 liberó una cepa de antrax que acabó con la vida de un adolescente siberiano y de otros 2.500 renos. La comunidad científica cree que numerosas epidemias ya extintas, como la gripe española, podrían regresar de la mano de cadáveres humanos hoy congelados en las poblaciones árticas. El deshielo y su posterior descomposición representan un peligro.

¿Cómo? Pueblos afectados por otras enfermedades de hace dos y tres siglos enterraban sus cadáveres a poca superficial. Allí las bajas temperaturas configuraron una nevera natural para las infecciones. El deshielo del permafrost representa un riesgo a gran escala. Se estima que más de un millón de renos murieron a causa del antrax durante el siglo XX. Muchos fueron enterrados de forma precaria y a poca profundidad (hay 7.000 cementerios sólo en Rusia).

Cifras. Deshelado, el permafrost puede liberar en torno a 150.000 millones de toneladas de CO2 anualmente. Se estima que a finales de siglo se habrá descongelado entre el 30% y el 70% del total, y nada hace presagiar lo contrario. El pasado mes de enero registró la menor masa de hielo en el Ártico desde que se tienen registros (superada sólo levemente por enero de 2018), y las olas de frío por debajo del Círculo Polar se han visto compensadas sistemáticamente por olas de calor en el Ártico.

El deshielo del Ártico, calentado al doble de velocidad que el resto de la Tierra, es en sí mismo catastrófico. Si sumamos la bomba congelada por el permafrost, el resultado es devastador.

Imagen: NASA/JPL-Caltech/Charles Miller 

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