Carmen y Lola tenía todos los ingredientes para convertirse en una película polémica desde su génesis: dos jóvenes gitanas que rompen los códigos de su grupo social y entablan una relación lésbica. Lo fue desde su estreno hasta los Goya. Y lo es hoy por unas declaraciones de su protagonista, Rosy Rodríguez: "Es muy difícil que estando casada tu marido te deje hacer una película de lesbianas". Reconstruyamos.
El origen. Carmen y Lola está dirigida por Arantxa Echevarría, paya. Que una mujer no gitana gestara una película sobre las relaciones internas de la comunidad gitana causó revuelo. Como vimos en su día, grupos activistas como Asociación Gitanas Feministas por la Diversidad o Afroféminas atacaron con dureza la mirada condescendiente de la directora y su estereotipación del mundo gitano.
¿Por qué? A su juicio, y al de muchos otros críticos, la película redundaba en clichés xenófobos sobre la cultura gitana y proyectaba una imagen irreal (y desde una mirada paya) de sus dinámicas sociales. El revuelo causó que el Festival de Pamplona cancelara su participación, y que gran parte de la conversación a su alrededor no versara sobre sus méritos cinematográficos sino sobre su racismo informal.
¿Caló? En ciertos círculos sí. En otros no tanto. Fueron numerosos los críticos y los espectadores, a menudo feministas y concienciados con las causas minoritarias, que la elogiaron. Este texto de nuestros compañeros de Espinof es un ejemplo. Carmen y Lola retrataba los tabúes habituales a los que cualquier pareja de lesbianas se enfrenta en la sociedad actual. Pero dentro de la cultura gitana.
Según sus defensores, la película tenía una gran virtud: visibilizaba con gran calado emocional las experiencias de las personas LGBT y gitanas. Su romance, pero también las resistencias de su entorno.
¿Qué pasó? Que llegó a los Goya y ganó dos estatuillas. La polémica resurgió tímidamente, pero sin la intensidad de hoy. Las declaraciones de Rosy Rodríguez en un programa de la Cadena SER, Buenismo Bien, han reavivado un fuego que carga de argumentos a los defensores de Carmen y Lola:
En #BuenismoBien estamos por los loles, pero también hay momentazos como éste con la actriz Rosy Rodríguez, que nos emocionó a todos.
— Buenismo Bien (@BuenismoBien) February 28, 2019
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Siempre agradecer a mi marido y a mi madre. Porque somos gitanos, entonces es muy difícil que estando casada tu marido te deje hacer una película de lesbianas. Es muy difícil (...) Mi marido me costó mucho convencerle, pero si no fuese por él ahora mismo no estaría aquí. Si él desde el primer momento me llega a decir que yo no hago la película, yo no hubiese hecho la película. Siempre se lo agradeceré a él, siempre. Y a mi madre, que siempre me ha apoyado.
Y contenstando a la pregunta de una entrevistadora, ha añadido:
Ten en cuenta que en la comunidad gitana, siento decirlo, son muy machistas. Entonces claro, el hombre es el que manda en la casa. En este caso mi marido y mi padre (...) Era difícil. Yo decía, tengo que contar con mi hermano, con mi marido, con mi padre. Y a mi padre no se lo dije, le dije que iba a hacer una película pero no de qué. A mi marido se lo conté desde el primer momento y sí que es verdad que si él me llega a decir que no, no la hubiese hecho. Porque me juego mi matrimonio.
¿Entonces? La discusión sobre Carmen y Lola mimetizaba la polémica en torno a Rosalía: una mujer paya coloniza los significantes y la iconografía gitana, un pueblo históricamente perseguido, para su propio beneficio. En el camino, según sus críticos, tanto la directora como la música explotaban comercialmente la marginación y la estética gitana legitimando los clichés tóxicos que cimentan su discriminación.
Es la idea del antigitanismo la que impulsa ambas conversaciones. En el caso de Carmen y Lola, sin embargo, hay una distinción crucial: las mujeres gitanas que han participado en el filme han sostenido la imagen retratada por Echevarría. Las palabras de Rosy Rodríguez alimentan el enésimo debate sobre identidades y representación.