¿Qué sucedería si tras años de convivencia con tu pareja decidís poner fin a la relación y, tras la imposibilidad de acordar una separación amistosa, llevar ante el juez la división de bienes? Probablemente que la casa, el coche o la custodia de los hijos, si los hubiere, representaran los mayores escollos. ¿Pero qué hay del perro?
La situación no es hipotética y lleva siendo el tema de conversación durante toda la mañana tanto en Twitter como en los mentideros de YouTube. ¿La razón? El juicio entre Miare y Dalas, dos de los youtubers más conocidos de la comunidad y ex-pareja desde hace dos años, y la decisión del juzgado de entregar el perro que ambos compartieron a Dalas.
La historia se remonta atrás en el tiempo y ha estallado hoy tras la publicación definitiva de la sentencia. De fondo, diversas acusaciones dirigidas hacia Dalas, otra denuncia pendiente por malos tratos hacia Miare, la enésima polémica turbia en la que se ve envuelta el primero y un debate más sutil sobre la calidad de las mascotas dentro del sistema judicial español: ¿hablamos de propiedades, de "cosas", o hablamos de seres vivos?
Argos: el galgo de la discordia
El origen del problema se encuentra en la propia adquisición del galgo cuando apenas era un cachorro. El animal, bautizado como Argos por la entonces pareja, se encontraba en una protectora de animales disponible para la adopción. Según Miare, la intención primaria de ambos era que el perro quedara a disposición y cuidado de ella. Sin embargo, al ser ella menor de edad fue Dalas quien firmó los papeles.
Es un detalle relevante: en España la legislación obliga a que toda persona que desee adoptar tenga más de dieciocho años. La firma del contrato lo convierte no sólo en el padre del animal, en su dueño emocional, sino también en un responsable legal. Es decir, en caso de extravío o mordedura, el sujeto responsable de la mascota sería aquella que hubiera puesto su nombre en el contrato, no la persona que la cuidara.
Al poco de adquirir a Argos, en 2015, la pareja rompe (en noviembre), momento en el cual deciden qué hacer con el animal. Aquí las versiones difieren, pero lo cierto es que Argos se queda con Miare: se puede comprobar como el animal continúa apareciendo en sus vídeos y en sus fotografías de Instagram mientras desaparece poco a poco de los de Dalas.
Un año después, en junio de 2016, Dalas interpone una denuncia reclamando la devolución del perro en calidad de "propietario". Y otro año después, la justicia determina que, en efecto, pese a que Miare pudiera ser la "poseedora" de la mascota, aquella que convive con ella y que se encarga de su alimentación, supervisión y cuidado, el dueño real de la misma es Dalas, por lo que debe devolverla.
Y a partir de aquí, el maremoto de reacciones.
#PorTiMiare y la enésima polémica de Dalas
Hecha pública la sentencia, tanto Miare como Dalas han publicado sendos vídeos en sus respectivos canales. El de la primera acumula a esta hora más de un millón de visitas y se ha colocado en el #1 de las Tendencias del Momento en YouTube España. El de Dalas suma ahora mismo 980.000 visionados y está en el Top #20.
El vídeo de Miare está siendo muy comentado en Twitter por varios motivos: primero, por su carácter duro y quebrado (Miare, afectada por la pérdida del perro, rompe a llorar en diversos momentos a lo largo de los 44 minutos); segundo, por numerosas acusaciones en las que protesta por la sentencia y muestra cómo Dalas había maltratado a Argos y lo había reconocido en conversaciones de WhatsApp.
Aquí hay que hacer un inciso: según Miare, todas las pruebas que presenta en el vídeo están refrendadas por el notario y presentadas en orden ante el juez, lo que asegura su validez, pero han surgido múltiples teorías de la conspiración en Twitter en las que muestran cómo el resaltado de algunas palabras en las conversaciones de WhatsApp podría ser un montaje (se puede tratar de un error de Android, en realidad).
El relato de Miare es el siguiente: Dalas jamás ha tenido intención de quedarse con Argos y lo ha maltratado en numerosas ocasiones mostrando poca empatía o cariño hacia el animal; y sólo decidió recuperarlo cuando en junio de 2016 la propia Miare le denunció por acoso y malos tratos (con parte médico incluido). Es decir, que Dalas habría reclamado la propiedad del perro sólo como represalia ante otra denuncia.
En su vídeo, Dalas niega las acusaciones: afirma que de ser real el maltrato, el juez jamás le habría concedido de nuevo la custodia; que las conversaciones de WhatsApp que muestra Miare están trucadas con una aplicación que permite modificar el historial del chat; que buscó solucionar el problema de custodia de forma amistosa y que no interpuso la denuncia por venganza; y que fue él quien perdió al perro ilegalmente.
A Dalas, y en esto sí que atina, el episodio se le suma a un largo historial de declaraciones machistas o polémicas que han moldeado su imagen youtuber de forma un tanto tóxica. El hashtag en defensa de Miare, #PorTiMiare, ha virado de Argos a la campaña de acoso y maltrato a la que, según sus defensoras, Dalas ha sometido a Miare desde su ruptura (el historial de vídeos es largo, también para otras ex).
Las aristas legales: sí, un perro es como un coche
Dada lo amplio de las reacciones desatadas en Twitter, David Bravo, abogado especializado en derecho informático y propiedad intelectual, ha decidido lanzar su propio hilo explicando las aristas legales del juicio.
Como Bravo indica, es el Código Civil el que ha terminado colocando a Argos en casa de Dalas. El artículo 348 explica que "la propiedad es el derecho de gozar y disponer de una cosa, sin más limitaciones que las establecidas en las leyes" y que "el propietario tiene acción contra el tenedor y el poseedor de la cosa para reivindicarla". Es decir, que si eres el propietario de una "cosa", y Dalas lo es, tienes derecho a tenerla.
Si bien el Código Civil es claro, para Bravo el problema es otro: la consideración de un ser vivo como una "cosa" similar a la de un coche, un mueble o una casa, y no tanto como un "ser vivo" en un proceso de custodia similar al que una pareja que se divorcia afronta cuando se trata de sus hijos. Es el punto más delicado de la legislación, porque antepone la propiedad a cuestiones emocionales o a los cuidados del perro.
La situación que afrontan Mirae y Dalas, de hecho, puede replicarse para muchas otras parejas que hayan compartido un animal pero que posteriormente se separen. El Código Civil, en su artículo 333, cataloga a los animales como "bienes inmuebles", es decir, objetos inertes, no seres vivos. Aquel poseedor legal (y demostrable) del bien será su dueño. Punto.
En Portugal la legislación se modificó hace un puñado de meses para cambiar la situación, de tal modo que el estatus del perro dejara de ser "cosa" a algo más similar a un hijo y sobre el que cabría discusión jurídica basado en los mismos principios (disponibilidad, cuidados, viabilidad económica, bienestar del animal, etcétera).
En España, la Fundación Affinity ha lanzado una recogida de firmas y una campaña mediática para lograr lo mismo. Titulada #AnimalesNoSonCosas, acumula ya 300.00 firmas y sirve como ejemplo de la enorme problemática que la catalogación del "animal" como "cosa" representa. El caso de Miare y Dalas, de hecho, ya ha llegado a Change con una un tanto chanante petición al Minsiterio de Justicia para que repita el juicio (el problema no es tanto el juicio como el Código Civil).
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