El dinero llueve en Singapur como nunca antes lo ha hecho. A medida que la pandemia del coronavirus ha golpeado duramente al sudeste asiático y la agitación política amenaza a Hong Kong, el país se ha convertido en un puerto seguro para los magnates más ricos de la región y sus familias. Lo cierto es que siempre ha sido un atractivo para los chinos, indonesios y malayos adinerados que iban en viajes cortos para comprar, pasearse en sus cochazos por los casinos y hacerse chequeos médicos en las clínicas más prestigiosas.
Sin embargo, la tendencia indica que cada vez más ricos del planeta que pueden decidir dónde quieren vivir quieren establecerse allí. Singapur se ha convertido en el paraíso de las familias adineradas.
Acumulando riqueza. El número de personas ultraricas en Singapur sigue creciendo con fuerza durante los últimos tres años a pesar de la pandemia, lo que lo convierte en el país asiático con la segunda tasa de crecimiento más alta. El número de individuos con patrimonio neto ultra alto (UHNWI, aquellos con patrimonio neto de al menos 30 millones de dólares) en la ciudad-estado aumentó un 10,2% en 2020, según The Wealth Report 2021 publicado por Knight Frank.
Un país en crecimiento. Para que os hagáis una idea, el número de family offices se ha duplicado desde finales de 2019 a alrededor de 400, incluidas las empresas creadas recientemente por el cofundador de Google, Sergey Brin, y Shu Ping, el multimillonario detrás de Haidilao International Holding Ltd. Las membresías privadas de clubes de golf se están disparando, los precios inmobiliarios han aumentado y los restaurantes con estrellas Michelin están siempre a rebosar. Mientras tanto, los bancos globales como UBS Group AG se están expandiendo en la ciudad para gestionar la afluencia masiva de activos.
A futuro. Desde una perspectiva a cinco años, el mismo informe de Knight Frank prevé que la población ultrarica de Asia y el Pacífico crecerá en un 30% para 2025, más rápido que el promedio mundial del 27%. El aumento de Asia-Pacífico estará liderado por Indonesia (67%), India (63%), Nueva Zelanda (52%) y China (46%). En Singapur, las filas de los ultrarricos aumentarán en un 31% entre 2020 y 2025 a 4.888 personas.
Facilidades. Singapur hace que sea relativamente fácil para la clase millonaria establecerse. Con su programa Global Investors, el país otorga una vía rápida hacia la residencia permanente a propietarios de negocios o familias calificadas si invierten 2,3 millones de euros en un negocio local, poseen ciertos fondos o una oficina familiar con al menos 200 millones en activos. El objetivo es hacer crecer las industrias nuevas y existentes y crear puestos de trabajo para los residentes, aunque el capital venga de manos extranjeras.
Los beneficios relacionados con la residencia permanente incluyen facilidad de viaje, permisos de estadía a largo plazo para los padres, préstamos comerciales más baratos y fáciles, impuestos reducidos de timbres en bienes raíces y un camino hacia la ciudadanía plena.
Ahora todo es carísimo. El hecho de tener tantos millonarios entre sus filas ha hecho que se incremente la demanda de productos y servicios de lujo de alta gama. Odette, un restaurante de tres estrellas Michelin considerado uno de los mejores de Asia, donde un menú degustación para dos con vino y queso puede superar los 1.000 euros, estuvo reservado durante meses hasta que llegó la pandemia. El efecto riqueza también está haciendo subir los precios de los palos de golf. El coste de unirse al Sentosa Golf Club se ha disparado a 500.000 euros para los extranjeros, un 40% más que los niveles anteriores a la pandemia.
Una vida de lujo. Y ni que decir de los coches. Una vez que los magnates aterrizan en Singapur para una estadía prolongada, necesitan un vehículo, claro. Las ventas de vehículos premium a extranjeros desde mediados de 2020 han aumentado entre un 50% y un 60% en comparación con el año anterior, según el concesionario de lujo Vincar. Las estadísticas publicadas por la Autoridad de Transporte Terrestre muestran que el número de Bentleys y Rolls Royce que recorren las calles de Singapur alcanzó los más de 1300 en 2020.
¿Qué lo hace tan especial entonces? Dado el hecho de que Singapur es uno de los países más caros del mundo para vivir, es bastante intrigante cómo sigue siendo un atractivo para tantas personas de alto patrimonio que buscan reubicarse. Pues para empezar, es el número uno en lo que respecta al manejo de problemas de seguridad nacional, según la Asociación Internacional de Ciencias Policiales. Además, la encuesta Mercer también la sitúa como el segundo mejor lugar en lo que respecta a infraestructura, servicios, medio ambiente junto con un clima político sólido, sistema de transporte y atención médica de clase mundial.
E impuestos bajos. Singapur tiene además un tipo muy bajo en lo que sería el equivalente al IRPF en España, con una tasa progresiva del 0% (€20.000), al 20% (más de €300.000). Solo se está obligado a declarar si son superiores a €22.000. Para no residentes, la tasa impositiva es del 15%, aunque los empleados a corto plazo están exentos de impuestos, según qué cargo y profesión. Además, no hay tasas sobre las ganancias del capital ni herencias, y solo se tributa por los ingresos obtenidos en su territorio. En comparación con otras naciones desarrolladas como España, Australia, Japón y Canadá, donde aquellos en el tramo de ingresos más altos pagan un enorme 49%, es un gran imán.
Preocupaciones por la desigualdad. Los bancos globales se están preparando para servir a los súper ricos. La afluencia de extranjeros está ayudando a impulsar el mercado inmobiliario, con el mayor crecimiento en el sector del lujo. Pero esto ha convertido a Singapur en un caso atípico en el mercado de alquiler, con tasas que suben incluso cuando caen en Nueva York, Hong Kong y Londres. Eso perjudica a las familias medias y pobres.
Toda esta exhibición visible de riqueza puede causar resentimiento, según Toby Carroll, experto económico de la University of Hong Kong: "El impacto negativo para la mayoría de las personas que enfrentan mayores costes de vida, incluida la vivienda, la disminución de la movilidad social y el aumento de la desigualdad es un mal augurio para la cohesión social".
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