Y allá vamos otra vez. El precio de Bitcoin se ha vuelto a disparar por encima de los 11.000€ la unidad, en uno de sus habituales ciclos de ascenso y caída que tanto ruido genera en los medios de comunicación. El hype es real, y hay un puñado de avezados mineros que aspiran a beneficiarse de él. ¿Dónde? En un país inesperado: Irán. El precio de la electricidad es tan, tan barato que se ha convertido en un fértil campo de minería monetaria. Para grave disgusto del gobierno.
Al alza. Según un portavoz del Ministerio de Energía, el consumo eléctrico de Irán se ha disparado un 7% de lo habitual durante estas fechas. La cifra genera honda preocupación entre el gobierno, y atribuye el fenómeno a la instalación de numerosas granjas de bitcoin a lo largo y ancho del país. Tiene motivos para la consternación: Irán subvenciona el consumo eléctrico de sus ciudadanos, gastando más de 1.000 millones de euros al año para que las facturas domésticas salgan muy baratas.
Precios. Muy, muy baratas. Se calcula que el kilowatio/hora tan sólo cuesta 0,005€ (como referencia: en España suele superar los 0,11€). El precio es aún más bajo en los edificios públicos privilegiados por el gobierno, como algunos centros industriales o sedes estatales, donde el coste de la electricidad es virtualmente cero. Algunas mezquitas se han llenado de ordenadores trabajando 24 horas al día minando bitcoin.
La fiebre tiene un coste. Según el ministerio, minar un bitcoin hoy ya consume tanta electricidad como 24 familias iraníes en un año. Una ruina para el estado.
Por qué. Tamaña bicoca no ha pasado desapercibida a la industria de las criptomonedas. La baratísima electricidad de Irán lleva siendo objeto de discusión en los medios especializados desde finales del año pasado. Se sabe que algunas start-ups europeas (aquí se habla de una española) ya están contactando con granjas locales para minar desde allí. También que el interés es altísimo en China, donde operan hoy las principales minas (a un coste más alto).
Cómo funciona. La historia sólo se comprende a través del peculiar sistema sobre el que operan las criptodivisas. Para generar unidades los mineros verifican transacciones a cambio de una cantidad determinada de bitcoins. Cuantas más transacciones se verifiquen más dinero se obtiene. La creciente escala de operaciones de bitcoin y sus picos de popularidad (como el actual) requiere de granjas, ordenadores funcionando al mismo tiempo, cada vez más potentes para verificar las operaciones.
El incentivo está en la escala. Cuanta mayor sea, más bitcoins se ganan. El problema es que todo este proceso consume muchísima electricidad, lo que se traduce en coste.
Regulación. Y aquí es donde entran Irán y sus precios subvencionados. Las sanciones de Estados Unidos han provocado que muchos iraníes se interesen en el minado de criptomonedas para sacarse un jornal. A priori, el gobierno revolucionario tenía previsto aprobar un marco regulatorio para la industria (arrastrado desde septiembre), pero quedó en nada. Ahora, tras descubrir que la factura de bitcoin la está pagando él, ha optado por declarar la guerra a las granjas.
Corte. Pese a la ganga, llevar maquinaria a Irán no estaba resultando tarea sencilla. Algunos empresarios chinos, como Chandler Hongcai, habían logrado introducir más de 2.000 ordenadores de segunda mano para minar Bitcoin en las ciudades iraníes. La exportación requería sortear la aduana de la Guardia Revolucionaria, muy celosa a la hora de vigilar los cargamentos. Minar en Irán continúa siendo una tarea de alto riesgo por la ausencia de garantías.
La inversión puede perderse en el camino (literalmente).
Imagen: André François McKenzie
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