Cualquier esperanza que británicos y europeos pudieran albergar sobre un futuro más próspero y certero a partir del 1 de enero de 2021, fecha de ruptura definitiva entre la Unión Europea y el Reino Unido, se desvaneció en cuestión de días. Atrás quedaron las preocupaciones sobre el estatus de los residentes extranjeros; sobre el control fronterizo; o sobre Irlanda del Norte. Los dos bloques, especialmente el británico, descubrieron la cruda, verdadera realidad del Brexit.
Una montaña de trámites burocráticos.
La imagen. Una montaña física, no metafórica. Ilustran el problema dos fotografías subidas a Twitter por el director general de Simply Pets Food, James Milbourne, una empresa dedicada a la producción de pienso y otros productos alimenticios para mascotas que facturan anualmente más de 40 millones de euros. "Este es el papeleo requerido para un envío a la Unión Europea ahora. Antes, ninguno. Inspecciones veterinarias por valor de £100.000 al año ahora. Antes, £0. Es muy molesto y costoso para negocios consolidados como nosotros".
La imagen habla por sí misma.
¿Aranceles? Peor. Gran parte de la conversación anterior al Acuerdo de Nochebuena rotaba en torno a la posibilidad de introducir aranceles a un lado y otro del canal. Una pesadilla digna de tiempos pretéritos. La realidad es que Reino Unido afrontaba algo peor: la burocracia. La regulación europea es muy estricta en materia de productos de origen animal (POAO por sus siglas en inglés). Desmarcados de las normativas comunitarias, los productos británicos, como otros extracomunitarios, están obligados a severos controles y registros en la frontera.
Controles y registros que se traducen en retrasos. Retrasos que se traducen en desinterés por parte del importador en turno. Mucho peor que pagar una tasa por cruzar la frontera.
Pérdida total. Si vendes productos de plástico, los retrasos son asumibles. Si vendes pescado fresco, como han descubierto las lonjas de Cornualles y de los puertos meridionales de Gran Bretaña, no. Tampoco si vendes pienso para mascotas. Hasta ahora, los exportadores británicos se beneficiaban del sistema TRACES, la plataforma comunitaria que controla, certifica y traza la compraventa de animales o productos frescos, entre otros. Al formar parte de la Unión, obtenían los certificados sanitarios requeridos de forma automática. Ya no. Tienen que tramitarlos ellos mismos.
Un proceso costoso, como relata Milbourne en esta otra entrevista:
Estamos sufriendo enormes problemas ahora mismo con el transporte hacia la Unión Europea. El principal problema es que las compañías logísticas son muy cautas o se niegan a portar productos de origen animal al continente, al haber riesgo de retrasos en los controles fronterizos o de camiones paralizados en la aduana durante tiempo (...) Hemos enviado dos camiones de nuestro producto a Europa a fecha de 4 de febrero [hace un mes], cuando normalmente ya habríamos enviado 15 a la misma altura. También hemos suspendido nuevas compras de suministro dado que tenemos los almacenes llenos.
Para todos. Es un problema de ida y vuelta, como relata este reportaje de nuestros compañeros de Xataka. Para los compradores de bienes y productos británicos al otro lado del canal la ruptura se ha traducido en otro sinfín de trámites burocráticos, retrasos y recargos en la factura. Comprar un disco de vinilo de una tienda de Londres, por ejemplo, puede tener un sobrecoste de hasta 40€ si no supera la supervisión aduanera. Pedidos entre 22€ y 150€ requieren liquidar el IVA. El libre comercio tal y como lo entendíamos se ha interrumpido.
Pierde Reino Unido. Pero también nosotros, Europa.
Las cifras. Lo vimos hace poco: si bien Reino Unido tiene un déficit comercial con la Unión de unos €100.000 anuales, son numerosos los estados miembros que compran más de lo que venden al archipiélago. Para ellos la burocracia y los costes extra también suponen un problema a gran escala. Aunque no tanto como Reino Unido, más dependiente del bloque comunitario que viceversa: el desplome de sus exportaciones a Europa se puede cifrar en torno al 70% de años anteriores. Los camiones llegan llenos de Calais y regresan por el mismo camino vacíos. Se mire por el lado que se mire, el Brexit es una pesadilla en forma de papeleo.
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