Una subida en vertical infinita. Crees que ya estás tocando el cielo, y cuando estás ahí aún sigues subiendo un poco más. Una caída a plomo, con la gravedad inoculando toda su newtoniana vileza, de muchos menos segundos de los que a tu cuerpo le gustaría. Siete loopins, a cada cual más cerrado, más claustrofóbico, hasta que tu alma abandona el vagón. Tu cerebro se desconectó mucho antes de llegar a la zona de frenado. Todo el periplo no ha durado ni cuatro minutos.
Euthanasia Coaster, o la montaña rusa de la eutanasia, es un proyecto de Julijonas Urbona, arquitecto y candidato al doctorado en el Royal College of Art de Londres. ¿Que por qué no sólo lo imaginó sino que también fabricó unos planos verosímiles de una máquina que uniese la diversión con la muerte? Probablemente porque podía.
A finales del XVIII, a las puertas de la modernidad, el político Edmund Burke planteó la teoría de que lo que podemos considerar como “sublime” es todo aquello que sea tan doloroso y terrible para el ser humano que nos produzca excitación. Según Urbonas esta atracción no tiene otro propósito que ayudar a aquellos que quieran acabar con sus vidas para poder lograrlo “con elegancia y euforia”.
Despedirte del mundo con un último y glorioso acto de puro gozo. Decir adiós a todo, literal y metafóricamente, cuando estás en lo más alto.
La mecánica del aparato es casi tan fascinante como su misma idea. Tendría una supuesta altura de 510 metros, 3.6 veces la altura de la mayor montaña rusa construida del mundo, la Kingda Ka, que se encuentra en Nueva Jersey y tiene 139 metros. Sus 7.500 metros transcurrirían en 3 minutos y 20 segundos, los loopins en su conjunto 60 segundos. En su momento cumbre alcanzaría una velocidad superior a los 336 kilómetros por hora, produciendo una fuerza concéntrica en sus giros más pronunciados de 10G. Para que te hagas una idea, las pruebas de centrifugación humana para los pilotos profesionales sólo alcanzan los 6G.
Al exponer al cuerpo humano a velocidades tan altas provocarían una “hipoxia cerebral prolongada”, una insuficiencia en el suministro de oxígeno al cerebro. En teoría, tu muerte arrancaría con una visión gris, continuaría con un desmayo y, con la pérdida de conciencia inducida por fuerza G, llegarías a la hipoxia. La acumulación de loopins funciona como mecanismo de garantía empresarial: aunque en principio los humanos moriríamos para su primera o segunda vuelta, el resto aseguran que ningún pasajero sobreviviese con secuelas cerebrales.
Se trata de una idea poderosísima, por eso no es de extrañar que a la montaña le hayan salido descendientes, como la canción Euthanasia Roller Coaster del grupo Major Parkinson, o el corto H Positive, de Glenn Paton, dedicado enteramente a esta idea y del cual uno de sus fotogramas ilustra esta noticia. Alguien en Internet ha decidido recrear mediante una animación técnicamente realista es paseo final de la obra de Urbona. Este vídeo nos deja sólo un poco más cerca de que alguien tenga la feliz idea de dar un paso más y hacer la versión para la realidad virtual.
Ver todos los comentarios en https://www.xataka.com
VER 0 Comentario