Medio Estados Unidos se ha alzado en protesta provocando toda suerte de revueltas. Esta vez el motivo no es el de hace unas semanas, cuando decenas de miles salieron a las calles contra las restricciones de comercio y circulación derivadas de una crisis por coronavirus que aún no ha remitido. En esta ocasión se trata de una vieja y conocida sombra de la historia de la nación, su discriminación racial.
“No puedo respirar”: la tragedia se repite
El pasado lunes George Floyd, un afroamericano de 54 años, moría bajo custodia policial en Minneapolis después de que se le acusase de falsificar un billete de 20 dólares y un policía, con la connivencia de sus tres compañeros, le inmovilizase y apretase su cuello en el suelo durante ocho minutos hasta que, como mínimo, perdió el conocimiento. En el vídeo del incidente que ha encendido las protestas parece que el agente le asfixió hasta su muerte. Se puede ver al hombre llorar, decir “Por favor, por favor. No puedo respirar, agente, no puedo respirar” y finalmente echar espuma por la boca hasta quedar inconsciente.
A la difusión del vídeo le siguió la indignación popular, especialmente desde los movimientos vinculados al Black Lives Matter. “No puedo respirar” es de hecho lo que dijo también Eric Garner en 2014, otro afroamericano que murió a manos de un agente, esta vez de Nueva York, después de que éste le asfixiase durante varios segundos. Otro precedente importante es el de Rodney King, taxista de Los Ángeles al que cuatro agentes blancos pegaron una paliza grabada por un videoaficionado en 1992. Los policías fueron absueltos. La difusión del vídeo y el sentimiento de injusticia provocó que el incidente se convirtiese un símbolo del racismo, y encendió una oleada de disturbios que se saldó con 54 muertos y miles de heridos.
Philando Castile, Breonna Taylor… Son sólo algunos capítulos dentro del largo historial de brutalidad policial del país, que parece cebarse con especial virulencia sobre los negros.
Que arda Minneapolis y también el resto del país
La ciudad de Minnesota afrontó ayer su segunda jornada de tumultos. Aunque los cuatro oficiales vinculados al suceso fueron despedidos por el Departamento de Policía, la comunidad exige que sean juzgados por asesinato. Las protestas comenzaron de forma más o menos pacífica, pero la cosa empeoró cuando la fiscalía anunció la madrugada del jueves que aún no se habían decidido si acusar penalmente a alguno de los cuatro policías, ni siquiera al que asfixió a Floyd, afirmando que había pruebas que respaldaban otra versión de los hechos.
A partir de estas declaraciones las protestas fueron en aumento. Los manifestantes asaltaron y prendieron fuego a la comisaría en la que trabajaba el agente acusado. Otros 170 edificios de la ciudad han sido vandalizados y saqueados. Aunque no ha habido heridos de gravedad vinculados a estas explosiones de violencia, sí que se ha registrado la muerte de un hombre que murió de un disparo en las proximidades de las protestas, evento que se continúa investigando.
La ciudad norteña tampoco se ha quedado sola, y se han visto también manifestaciones con diferente nivel de intensidad en Denver, Phoenix y la ciudad de Columbus, en Ohio, donde decenas de manifestantes intentaron entrar en la Cámara de Representantes. En Nueva York también ha habido revueltas, que se han saldado con la detención de 70 personas, algo que ha avivado aún más el fuego: muchos, también medios de comunicación, han acusado a las fuerzas del orden de tratar con excesiva dureza a los manifestantes de estos días, en su mayoría negros, frente a la supuesta pasividad demostrada (al menos así parece en los materiales gráficos que corren por redes sociales) con los mayoritariamente blancos manifestantes de los movimientos contra el confinamiento por el coronavirus.
Muchos indignados han sentido también que sus revueltas han sido útiles: después de que Minneapolis empezase a arder, el Departamento de Justicia anunció que la investigación del FBI por la muerte del Floyd adquiría categoría de “máxima prioridad”, aponiendo a disposición del caso a varios fiscales e investigadores experimentados.
Trump contra los saqueadores y censurado por Twitter
En la actualidad Minneapolis es una ciudad de tendencia progresista y con una población mayoritariamente blanca.
Sus ciudadanos eligieron recientemente a dos personas trans negras como consejeros municipales; el jefe de policía es negro; el actual alcalde, Jacob Frey, blanco y demócrata, ha intentado tomar medidas en lo que lleva de mandato para corregir la desigualdad racial enquistada en el municipio desde hace décadas tanto en las escuelas (cada vez más segregadas) como en su realidad residencial, que arrastra una gran diferencia de clases y raza derivadas de leyes explícitamente racistas de hace más de un siglo y cuyos efectos aún no han podido paliarse.
El alcalde no ha dudado en solicitar que las autoridades procesen a los policías por homicidio. “No soy fiscal, pero déjenme ser claro, el oficial que hizo el arresto mató a alguien”, declaró, y apostilló que Floyd “estaría vivo hoy si fuera blanco". La representante en el Congreso de la ciudad también ha afirmado que la comunidad está viviendo una “frustración extrema”. Hasta una juez se ha posicionado públicamente a favor de la versión de la víctima.
La respuesta de Trump no ha ido en esa dirección. En un primer momento, y al solicitarse su declaración, el Presidente tildó el incidente de “sorprendente”, un “evento muy muy triste”. Fue él el que solicitó que se llevase a cabo una investigación por parte de los agentes federales. Declinó opinar acerca de si los policías deben ser procesados o no, y no se comunicó en privado con la familia de Floyd, que se enteraron de sus comentarios por los medios de comunicación.
Pero su postura tomó otro cariz al comienzo de los disturbios y los saqueos. Dijo que los manifestantes estaban actuando como “matones”. Sus tuits dicen lo siguiente: “No puedo echarme atrás y ver lo que le está sucediendo a la magnífica Ciudad Americana de Minneapolis. No hay liderazgo. O bien su débil e izquierdista radical alcalde Jacob frey consigue controlar la situación o mandaré a la Guardia Nacional a hacer bien las cosas”. Comentarios muy similares a los que hizo durante los incidentes de Charlottesville, donde dijo que había “gente estupenda en ambos bandos”.
Y el otro tuit, ahora en disputa: “estos MATONES deshonran la memoria de George Floyd y no voy a permitir que pase. He hablado con el gobernador Tim Waltz para decirle que el ejército está en camino. A la mínima oposición tomaremos el control. Cuando comience el saqueo, empezará el tiroteo. ¡Gracias!”.
Twitter ha declarado que este último mensaje infringe las normas de la plataforma por hacer apología de la violencia, es decir, que anima al público a disparar a los saqueadores. Así, este comentario se ha convertido en el primer tuit de Trump en ser censurado, ocultado al público, aunque también por primera vez en la historia Twitter ha permitido que un tuit que viola sus normas sea accesible, previo consentimiento del usuario, por considerar que puede ser “de interés público”.
Este choque entre el político y la empresa es una escalada dentro de la guerra que procesan ambos frentes desde hace poco más de una semana, haciendo sobrevolar la idea de que el republicano podría llegar a cerrar Twitter.
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