La revolución soviética modernizó al vetusto, decrépito Imperio Ruso a marchas forzadas. En el plazo de treinta, cuarenta años, la antigua potencia continental anclada en siglos anteriores y rural se convirtió en un vivero de artistas experimentales y de nuevas escuelas ideológicas y culturales, a menudo adscritas a la vanguardia. Es también parte de su legado, aunque a menudo, por lo lejano y hermético de su mundo, nos haya quedado demasiado de lado. Y es una lástima.
Porque hay muchos motivos para admirar los logros artísticos y culturales de la sociedad soviética. Son ampliamente reconocidos, en este campo, sus hitos en el campo de la cinematografía, no sólo de la mano de Eisenstein, sino también de directores contemporáneos tan relevantes y brillantes como Tarkovsky. Lo mismo se puede decir de su iconografía propagandística y de su maestría en la elaboración de carteles, amén de sus logros en el campo del brutalismo y la arquitectura racionalista. Pero hay aspectos interesantes en todos los campos del arte, desde la literatura hasta la música.
Uno de ellos, el que exploramos hoy, es el de las portadas de los libros que se leían en la Unión Soviética. Un universo fascinante.
Hemos llegado a ellos gracias a Open Culture y a The Paris Review. La colección ha sido escaneada por la Biblioteca Pública de Nueva York, y puede ser consultada y descargada digitalmente de forma gratuita (aquí). Merece la pena para todos aquellos interesados en el diseño, aunque sólo sea por descubrir el las pinceladas, los dibujos, las líneas y las ideas maestras de la escuela soviética. Algunas de las portadas (las externas, que cubren la tapa dura del libro) resultan maravillosas, ilustrando paisajes con un alto grado de detalle o escenas políticas o cotidianas, cuando no siendo abstractas.
En ellas, además, se percibe cierta resistencia de los símbolos e iconos de la sociedad tradicional rusa, vestigios folclóricos en una etapa, la del periodo de entreguerras, en la que la sociedad soviética se encaminaba hacia la transformación total. El mundo antiguo jamás desapareció del todo, pero la modernidad del régimen totalitario soviético anuló los parámetros culturales del zarismo y la Rusia pseudo-feudal. El choque y la revolución radical (en un plazo muy breve de dos décadas) permitió al país salir vencedor de la Segunda Guerra Mundial y convertirse en una potencia mundial.
Esa tensión también se muestra en estos libros, cuyo rango de acción va desde 1917 hasta 1942. Tras la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética también sería otra. Un régimen sustancialmente distinto. En las portadas observamos diseños vanguardistas y de corte futurista al mismo tiempo que inspirados en motivos rurales y populares, de temática fantástica o de carácter propagandístico y bélico. Todas ellas acordes a las temáticas de los libros que presentaban. Algunos de ellos parecen, por título e imagen, apasionantes. Otros, como El jardín de los cerezos de Chéjov, lo son.
Nota: todos los pies de foto hacen referencia al autor del libro, al nombre del libro y al año de edición del libro.
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