Drácula, sí. Pero también Fu-Manchu, Sherlock Holmes, Saruman, jedi malvado... Christopher Lee interpretó a docenas de personajes y, hasta su muerte a los 93 años el pasado domingo, era el actor con más películas a sus espaldas: más de 250, con una taquilla acumulada de más de 6.000 millones de euros.
Fuera de la pantalla fue soldado, comando, espía, conoció a Tolkien; era el primo de Ian Fleming (que basó parte de James Bond en su vida); era cantante de ópera y de metal sinfónico; descendiente de una familia tan ilustre que podía llevar el escudo del Sacro Imperio Germánico. La cultura pop no sólo llora la muerte del Drácula de la Hammer, sino de un hombre que no perdió ni un sólo minuto de una vida increíble.
El jovencito Lee
Sir Christopher Lee era hijo de un banquero londinense y de una condesa de ascendencia italiana. Pariente lejano del general Lee de la Guerra Civil estadounidense por parte de padre y puede que descendiente de Carlomagno por la parte materna (el emperador Federico I de Barbarroja, así se lo reconoció a los Carandini).
Durante su juventud aprendió esgrima, a cantar ópera -su bisabuela materna era Marie Carandini, de profesión prima donna- y a dominar varios idiomas a la perfección (incluyendo español). Como Lee no era alguien que aprendiese las cosas en balde, puso en práctica todas sus habilidades. Escribir, por ejemplo, la puso en práctica en The Lord of Misrule, una autobiografía a la que todavía le faltaron 12 años de ser el tipo que más molaba del planeta.
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La ópera le dio algunos de sus primeros papeles en escena. También unos cuantos discos en las dos últimas décadas del pasado siglo. Luego se dedicaría al metal. Con más de 80 años. Y hablando de su antepasado. Aquí le vemos haciendo cine experimental, recitando a Poe, cantando ópera ligera y hablando francés sin acento. Todo a la vez:
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La esgrima: "Puede que haya hecho más escenas de esgrima en pantalla que ningún otro actor". Mientras sujeta una espada ropera del siglo XVII. Con la misma calma con la que tú cuentas lo que has desayunado hoy.
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Francés. Vivió en Francia antes de la Segunda Guerra Mundial, donde pudo ver cosas como la última ejecución pública producida en el país.
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Alemán. Es un idioma que te viene muy bien cuando se acaba la Segunda Guerra Mundial y tu nuevo trabajo es cazador e interrogador de nazis.
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Ruso: vivió con una familia de príncipes rusos exiliados tras la Revolución de 1917. Ah, y su madre le presentó de niño a Felix Yusupov, el asesino de Rasputín. Otro de sus papeles en el cine, ya que estamos. Y Yusupov intentó frenar la película.
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Sueco: tuvo que pedir permiso al rey de Suecia para poder casarse con una novia. Y lo dejó con ella después de conseguirlo. Para casarse después con una actriz y modelo danesa.
La Segunda Guerra Mundial
Todo esto, recordemos, antes de conseguir la fama. Por el camino, se presentó voluntario a la guerra ruso-finlandesa de 1939 (no le dejaron combatir), pero tuvo que volver a Inglaterra porque había un peligro que requería sus 196 centímetros de altura -récord Guiness al actor protagonista más alto: medía cinco centímetros más que The Rock-: ¡nazis!
Se enroló en la Royal Air Force para no volar, pero sí participar en unas cuantas operaciones en la Special Air Services, los SAS, la primera unidad de comandos de la historia, los abuelos de los Navy Seals. ¿Qué hizo allí? Entre otros destacamentos, participó en operaciones de la Long Range Desert Patrol, el germen de las unidades de comandos creado en Egipto en 1940. Se dedicaban, entre otras cosas, a infiltrarse detrás de las líneas enemigas -sin tanques, sin apoyo aéreo, sin más que unos jeeps y gente muy peligrosa subida en ellos- y liarla parda.
"Formé parte de los SAS pero tenemos prohibido -pasado, presente y futuro- hablar de detalles específicos de las operaciones. Digamos que estuve en las Fuerzas Especiales y dejémoslo ahí. Que la gente interprete lo que quiera."
Lee pasó por África y Europa, y al final de la guerra se unió a un grupo de cazadores de nazis del Ejército Británico. "Pudimos ver los campos de concentración", declaró a The Times. "Algunos ya estaban vacíos. Otros, no".
Lee y su primo Ian Fleming participaron en la SOE, una unidad de espionaje de la que el segundo sacaría la idea para James Bond. Hasta el punto de que presionaría a Hollywood para que fichasen a Lee como Bond, al que veía como el actor ideal para el papel. No lo consiguió, porque consideraron que sólo lo hacía por su relación familiar. Eso sí, Lee fue uno de los mejores villanos de Bond: Francisco Scaramanga, El Hombre de la Pistola de Oro. Él era ese hombre.
El villano definitivo
Pese a papeles más benevolentes (fue Sherlock Holmes y su hermano Mycroft, dependiendo de qué adaptación de Sherlock veas), la estatura de Lee hizo que fuese un imponente villano. El Drácula de la productora británica Hammer le dio fama internacional, pero el actor sólo se sintió cómodo en la primera. El resto las describió como "chantaje emocional". De ahí pasó por un revival de los monstruos clásicos de Universal, y casi todos eran Lee: La Momia, Frankenstein... Al menos, le sirvieron para saltar a Hollywood.
Glosar su carrera es imposible: rodaba varias películas al año. De hecho, desde 1948 estrenó al menos una película por año, con la excepción de 1995 (con cuatro papeles distintos en televisión) y 2006 (puso voz a tres videojuegos). Y tiene algo para cada generación: las últimas le recordarán como el Saruman de El Señor de los Anillos y El Hobbit.
Lee era fan de Tolkien (también el único miembro del rodaje que le conoció en persona). Pero él quería ser Gandalf, y le mandó a Peter Jackson fotos suyas disfrazado, pero incluso el actor admitía que estaba demasiado mayor para galopar a caballo y enfrentarse a la demanda física de ser el Mago Gris. Oh, y también encarnó al Conde Dooku, manteniendo la dignidad en los Episodios 2 y 3 de Star Wars, pese a tener que enfrentarse a un Yoda saltarín porque George Lucas estaba fuera de control.
A los 93 años, ha decidido que ya había hecho suficiente. Ha dejado una filmografía inabarcable, con todo tipo de registros y una vida aún más sorprendente. Y tú, ¿qué has hecho hoy?