De Netflix al colegio: la ola de alarmismo entre padres y profesores por "El juego del calamar"

La serie surcoreana El juego del calamar no sólo se está convirtiendo en la más rentable y más vista de Netflix, ahora también se está convirtiendo en la más polémica. Este fenómeno de masas ha trascendido de la pantalla y se ha trasladado a numerosos ámbitos de la sociedad. Pero especial importancia tiene el calado que está teniendo en las generaciones más jóvenes y en la alarma que ha generado en padres y profesores ahora que la serie se ha colado en los colegios de manera sorprendente.

Básicamente, todo el revuelo de alarmismo que se ha montado en redes sociales, medios, claustros de docentes y asociaciones de padres, tiene que ver con las supuestas simulaciones que algunos menores de edad están realizando en los patios de los colegios, a modo de entretenimiento, pero a veces de manera violenta. Y es que la controversia de esta serie, calificada para mayores de 16 años, es que plantea juegos populares e infantiles atractivos para los niños (como las canicas, el escondite inglés o la cuerda) que terminan mal para los que fallan. En la serie con un disparo en la cabeza; en la vida real con una patada o un puñetazo.

Por ahora, “casos aislados”, pero que la comunidad educativa no ha dudado en atajar de diferentes maneras. Algunos colegios de Granada, como el de Nuestra Señora de Las Angustias de Huétor Vega, observaron en algunos recreos a grupos de niños imitando esos juegos y las consecuencias derivadas de estos con "un matiz violento" por lo que decidieron enviar una circular para alertar a los padres. “No queremos sobredimensionar el problema pero tampoco podemos mirar hacia otro lado si vemos esos comportamientos”, explica Eduardo Ubago, director de este centro.

De hecho, ha prohibido los disfraces relacionados con El juego del calamar en Halloween. Máscaras que ya se ofertaban en un conocido bazar de Granada y se estaban vendiendo como churros por 3,99. En sus diferentes notificaciones, los docentes aclaraban que es probable que sea "una moda pasajera" y que no tienen la pretensión de indicar a las familias lo que deben o no deben ver en sus casas, pero aconsejan que si se visiona esta serie con los niños, los padres expliquen de forma muy clara las consecuencias siempre negativas que tiene cualquier tipo de violencia.

Una patada o un puñetazo por quedar último

Los encargados de vigilar a los menores durante el recreo de varios centros andaluces habían constatado en las últimas semanas que muchos de estos juegos venían con algún tipo de castigo o penalización para el perdedor. Según señalaba Jorge Delgado, presidente de la asociación de directores de colegios de Primaria en Andalucía y director del CEIP Blas Infante, en Écija, los vigilantes del recreo comprobaron que, en uno de ellos, al perdedor se le propinaba una patada en las nalgas.

En otros centros, incluso, se han llegado a dar puñetazos en la cara. Esta práctica ha alertado a la dirección de este colegio y de otros de la provincia de Sevilla, donde se han tomado de inmediato medidas al respecto. En el CEIP Blas Infante no se tuvo dudas al respecto: se prohibieron los juegos relacionados con la serie. "Vimos que eran niños de segundo y tercero de Primaria, con siete y ocho años, los que participaban y nos alertó, porque se trata de una ficción no apta para esas edades", explicaba su director.

Sin embargo, hay que recalcar que los episodios comprobados de violencia real son todavía muy bajos y que los colegios están tratando de acotarlo lo antes posible (con la consecuente alarma mediática en medios). Es decir, muchas veces estos episodios son casos aislados que trascienden.

Alertas, circulares y cadenas de WhatsApp

Tras las prohibiciones, en España ha llegado el momento de sentarse a hablar con ellos. En el colegio Viaro de Barcelona, por ejemplo, se les ha encuestado para saber quién había visto la serie y se han mantenido varias tutorías en las que se les ha explicado la conveniencia de que no vean esa serie, pues, aunque aparezcan juegos infantiles, estos "tienen una finalidad violenta" que a sus años no son capaces de asimilar. Además, claro, de alertar a los padres de igual manera.

Familias, en general, sorprendidas al recibir este tipo de advertencias por una serie de televisión. Primero, porque algunos ni siquiera la habían visto y otros desconocían su contenido. Y segundo, porque es complicado explicar a un niño de 12 años la ética detrás de la serie y el mensaje real detrás del guion de los creadores. Es decir, muchos jóvenes se quedan con el morbo de los juegos, la sangre, las muertes y poco más.

También en Málaga, cientos de circulares han sido enviadas a los padres vía WhatsApp o correo electrónico donde se pide de manera explícita que no permitan que sus hijos vean la serie y se alerta de los efectos que puede tener el argumento en los menores, cuyos criterios sobre el bien y el mal o sobre las diferencias entre realidad y ficción están en plena construcción. “Hemos observado que algunos de nuestros alumnos empiezan a imitar dicha serie en nuestro patio, aunque sin llegar a extremos violentos de momento. Por supuesto, ya se están tomando las medidas necesarias para que no vaya a más", se recoge en una de esas circulares, colgada en la página web del Colegio San Juan de Dios (la Goleta).

El escrito alerta a los padres sobre el contenido de El juego del calamar y ofrece el contexto necesario para entender que es un fenómeno ampliamente extendido: "Hace unos días, saltaba la noticia de unos niños en una escuela de San Sebastián de los Reyes (Madrid) que estaban imitando en el patio del colegio esta serie y disparaban a los niños que perdían, tal y como sucede en la serie. En otros países como Bélgica también ha habido casos similares: los niños juegan al escondite inglés y el que pierde, es golpeado", añade la circular del centro.

En Galicia no se han quedado atrás. Esta es otra circular de un colegio que califica de "extremadamente violenta" la serie y prohibe cualquier disfraz relacionado. "Algunos utilizan el móvil para verla", alerta. Esto pone de manifiesto el debate sobre las dificultades que los padres tienen para controlar los contenidos que consumen sus hijos, que llegan desde aplicaciones de fácil acceso, como YouTube y TikTok.

No es tarea fácil, tal y como reconoce Maru Pérez, la jefa de estudios del centro escolar Ventín (Vigo), también implicada en la lucha sin armas contra El juego del calamar, ya que pudo comprobar ella misma como a su hija pequeña le llegaban contenidos de acceso gratuito sobre la serie mientras hacía otras actividades en el móvil.

La intuición nos dice que si vemos mucha violencia en los medios de comunicación, al final quedaremos insensibilizados ante ella o, peor, acabaremos imitándola en el mundo real. Sin embargo, esto no es lo  que ocurre, a juzgar por la literatura científica. La violencia en la ficción no genera violencia en la realidad. La pregunta a todo este asunto no es si la serie es mala o no para los niños. Es si realmente los menores se ponen violentos con este pretexto en mayor grado que jugando a otras cosas que hacían normalmente. Ahí es donde debería recaer el debate.

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