El calentamiento global es la historia de nuestra generación. Ningún otro fenómeno contemporáneo reviste sus potenciales consecuencias, todas ellas provocadas por el ser humano. La urgencia de sus retos ha llevado a numerosos pensadores a plantear lo inimaginable: ¿tendremos que emigrar de la Tierra? La posibilidad, aún remota, ilustra nuestra incapacidad para convivir en paz con el medio. Y también plantea otros retos: ¿qué pasa si le hacemos lo mismo a otros planetas?
Ok, a otros planetas aún no. ¿Pero a la Luna?
El calentamiento lunar. Resulta que allá donde pisamos provocamos un aumento de las temperaturas. Es la conclusión a la que ha llegado un grupo de científicos de la Universidad de Texas tras pasar casi una década analizando los análisis de temperatura lunar realizados por las tripulaciones del Apolo XV y del Apolo XVII. Entre 1971 y 1977, diversos instrumentos recopilaron información sobre la temperatura tanto del interior como de la superficie lunar. El resultado es inequívoco: los astronautas causaron un notable aumento de las mismas.
Adiós, albedo. Para los científicos de la NASA, aquellos experimentos tenían un interés práctico: descubrir si la Luna podía albergar un núcleo tan potente como el de la Tierra. Descubrieron otra cosa: al interactuar con la superficie lunar, los astronautas removían el polvo y las partículas más superficiales del suelo, provocando que otras, más oscuras, ocuparan su lugar. Estas eliminaban el efecto albedo: los tonos oscuros atrapan con más eficiencia el calor emitido por el sol.
Todos los instrumentos de medición registraron un aumento tanto en la superficie como en las capas más profundas de la corteza lunar.
Las cintas perdidas. El descubrimiento es reciente. La NASA grabó la información emitida por las estaciones de medición (que siguieron actuando mucho tiempo después de que el último astronauta paseara por la Luna) en diversas cintas. Más de 400 se perdieron en un limbo burocrático. En concreto, las que cubrían los años tardíos, de 1974 a 1977. En 2010 fueron halladas, lo que permitió a los científicos descubrir que las temperaturas lunares siempre habían ido al alza.
Hasta hace poco, el fenómeno era un misterio. La información proporcionada por las cintas recientes ilustraba cómo el calentamiento era muy inmediato en las capas más superficiales de los sistemas de medición, pero más paulatino en aquellas más profundas. Es decir, el calor no surgía de interior lunar, sino desde la superficie hacia abajo. La culpa la teníamos nosotros.
El aprendizaje. Resultado: entre 1971 y 1977, las partes de la luna exploradas por el ser humano se calentaron. ¿Y qué utilidad tiene tan aparente sencillo fenómeno? Una muy clara de cara al futuro: modificamos sustancialmente el medio sobre el que nos desplazamos, ya sea en la Tierra o en la Luna. Si algún día deseamos colonizar el satélite deberemos tener en cuenta nuestra capacidad para influir en su naturaleza, previendo las consecuencias (cosa que en la Tierra no hicimos).
¿Es posible? La colonización de la Luna sigue siendo una posibilidad remota, más aún cuando tanto la NASA como otras empresas privadas han puesto su interés sobre Marte. En ambos casos, los hallazgos sobre la temperatura lunar sirven de advertencia: o somos capaces de neutralizar el efecto disruptivo que causamos en los ecosistemas de todo el Sistema Solar o quizá la colonización, a largo plazo, se enfrente a los mismos problemas que podrían hacer de la Tierra un horror inhabitable.
Imagen | NASA on the Commons