Existe una leyenda recurrente en torno a por qué enero es el primer mes del año. ¿Podría la resistencia heroica de un pequeño poblado celtíbero haber provocado que el Senado de la República Romana cambiara la fecha oficial del Año Nuevo en aras de preparar con mayor antelación la batalla? Podría, y de hecho, parcialmente es así. Pero no: enero no es el primer del año ni por culpa de Segeda ni por culpa de Numancia. Los orígenes de ello se encuentran mucho más atrás.
Aunque de momento no lo sabemos con certeza. El análisis del calendario romano antes de la reforma de Julio César, en el año 46 a.C., ha dado pie a diversos estudios y libros relacionados con el sistema para contar los meses y los años por parte de la civilización romana. Y el debate es muy amplio: no hay consenso en torno a cuál fue el momento en el cual enero pasó a ser el primer mes del año, si es que en algún momento dejó de serlo.
Pero veamos primero cuál es el origen de la leyenda de Segeda.
Por qué creemos que Segeda cambió el calendario
Roma se introdujo en la península ibérica a finales del siglo III antes de Cristo, con el objetivo expreso de minar los suministros de Aníbal durante la Segunda Guerra Púnica. Los cartagineses poseían la mayor parte del levante ibérico y las ricas tierras agricultoras del sur. Cuando la guerra terminó y la República Romana venció de forma casi definitiva a sus enemigos del Mediterráneo, pasó a poseer los grandes lotes de tierra que Cartago dejaba atrás en Hispania. Fue un premio extraordinario.
En su camino a la conquista de la península, Roma se topó con los celtíberos. De entre ellos, los bellos resultaron ser especialmente aguerridos, protegidos por los muros de Segeda
Sin embargo, pasaron años antes de que obtuvieran el control completo de sus tierras. Primero debieron someter a los íberos, pobladores de lenguas no indoeuropeas repartidos frente a la costa del Mediterráneo. Más tarde fueron los celtíberos, de lenguas indoeuropeas, y en su mayoría celtas, aunque mezclados con los íberos. Estos vivían en las tierras secas, áridas y poco productivas del interior peninsular, y eran esencialmente guerreros y ganaderos.
Los celtíberos vivían en las actuales provincias de Soria, Teruel, Zaragoza, Guadalajara, Cuenca y algunas otras adyacentes. Los límites de sus ansentamientos no están claros, pero más allá existían otros pueblos, como los cántabros, los astures o los vascones, que compartían lenguas y costumbres diferentes. Los romanos, en aras de expandirse por el resto de la península, acometieron el dominio y el combate de los pueblos celtíberos a lo largo del siglo II a.C.
Una de las ciudades en las que encontraron mayor resistencia fue Segeda, perteneciente a los bellos (una tribu celtíbera), cerca de la actual Calatayud (provincia de Zaragoza). Allí, tras un cuarto de siglo de paz gracias a onerosas condiciones condecidas por los romanos a los celtíberos, la expansión de las murallas de Segeda fue utilizado por la República de Roma para declarar la guerra. El objetivo de fondo era otro: continuar ganando terreno en el contexto de las Guerras Celtíberas.
Aquí las historias difieren: por un lado, hay quien afirma que continúa en Numancia. Por otro, hay quien dice que permanece en Segeda. Sea como fuere, lo cierto es que Quinto Fulvio Nobilior, quien sería próximo cónsul de la República y por tanto encargado de entablar batalla con los bellos, solicita al Senado algo inusual: modificar la fecha de elección de los cónsules para preparar con más tiempo el asedio a Segeda (o Numancia). El Senado accede y las fechas, en el año 153 a.C., cambian.
Antes, cada año comenzaba oficialmente en los idus de marzo, festividad religiosa y momento en el que el Senado elegía a sus cónsules. Estos mantenían el cargo durante un año, durante el que tenían que pelear con otros pueblos, especialmente durante los meses de verano. Fulvio Nobilior observó, sin embargo, que si era elegido cónsul en marzo, dado el largo desplazamiento requerido para llegar de Roma hasta Hispania, sus tropas no estarían en condiciones de pelear hasta el inicio del otoño.
Y eso era un problema.
Que se solucionó cambiando la fecha oficial de elección de cónsules al 1 de enero. Lo que no significa que por aquel entonces el año nuevo oficial y el calendario romano no comenzara ya en enero.
Por qué entonces es enero el primer mes del año
Si bien las teorías, ya decimos, difieren, algo está claro: lo que cambió la decisión del Senado de Roma en el año 153 a.C. no fue el calendario civil de la república sino el consular. O lo que es lo mismo: el calendario político de los senadores. No es nada extraordinario: en la actualidad también tenemos distintos calendarios (fiscal, ¡deportivo!), sin que ello implique necesariamente que el año nuevo civil se inicie en septiembre o en abril. Lo mismo sucedía por aquel entonces en Roma.
Hay diversas teorías sobre por qué enero se convirtió en el primer mes del año. Algunas indican que fue Numa, segundo rey de Roma, quien decidió hacerlo al añadir dos meses al calendario
Llegados a este punto, conviene recordarlo, todo son teorías. Como bien recuerda el investigador Antonio Ruiz de Elvira en este pequeño trabajo, el calendario romano antes de la reforma juliana siempre ha planteado muchos problemas. En esencia, es confuso desde sus inicios, determinado por Rómulo, primer rey de Roma, y continuado por Numa Pompilius, segundo rey de Roma. El primero creó y el segundo reformó, siempre teniendo en cuenta ciclos lunares y estaciones.
Tradicionalmente, se ha creído que Rómulo fijó el inicio del año en marzo, y a partir de ahí diez meses, y no doce como los nuestros actuales. Numa añadiría dos meses más, enero y febrero, con 28 días cada uno. Sin embargo, por motivos de superstición, el calendario habría quedado configurado con 354 días, un número par, fuente de mal fario para los romanos. Por ello, se procedió a sumar un día más a enero, que tendría 29. De forma paralela, enero sería el primer mes del año civil, hecho situado ya en el remoto siglo VII a.C.
Uno de los libros elementales para explicar el calendario romano pre-juliano es The Calendar of The Roman Republic, escrito por Agnes Kirsoop Michels en la década de los '60. Se puede leer completo aquí. En él, Michels desmonta ambas teorías: tanto al que dice que por motivos militares Roma cambió el inicio de año de marzo a enero como la que explica que fue Numa, al introducir los doce meses, quien delimitó el final e inicio del año entre diciembre y enero.
Para Michels, los orígenes del cambio de marzo a enero se encuentran en el siglo V a.C. La idea del calendario de Numa simplemente no cuadra: si se trata de un calendario basado en el ciclo lunar, ¿por qué hay meses que tienen más días que el propio ciclo? Y por otro lado, ¿por qué está tan descuadrado con las propias estaciones y con la rotación del sol? Michels dice que si bien el calendario de Numa era lunar, el pre-juliano, el de los siglos posteriores, no.
Y sin embargo, las fuentes de la época afirman que el pre-juliano, claramente no lunar, era el de Numa. Por ello propone una teoría distinta en su lugar, que apunta a los decemviri de mediados del siglo V a.C. Una evidencia clara: los eclipses comienzan ya a contabilizarse y a registrarse en base a un calendario no lunar. En base a distintas pruebas, concluye que el calendario pre-juliano, origen de la discordia, fue determinado por un decemviri, un grupo de diez sabios, alrededor del 450 a.C.
La teoría de Michels no es en absoluto total ni definitiva, y ha sido puesta en duda en años posteriores. Por ejemplo: según Jörg Rüpke, en realidad enero nunca dejó de ser el primer mes del año. Cuando se tiende a analizar el calendario de Rómulo en base a 304 días, Rüpke apunta que son exactamente 304 días que encajan con los meses de enero a octubre. De modo que asumimos que el año de Rómulo debía tener diez meses, sin enero ni febrero. Pero nada nos dice que así fuera.
El año de Rómulo podría tener 304 días, pero doce meses. Los días del mes no serían entre 29 y 31, sino menos, adaptados, esta vez sí, al calendario lunar del que hablábamos antes
El año de Rómulo podría tener 304 días, pero doce meses. Los días del mes no serían entre 29 y 31, sino menos, adaptados, esta vez sí, al calendario lunar del que hablábamos antes. Esto permitiría afirmar que desde el inicio de Roma existió un calendario de doce meses en el que enero sería el primero a nivel civil. Otra cuestión serían posteriormente la elección de los cónsules o las festividades religiosas centradas en marzo u otros meses del año. Pero enero siempre habría estado ahí.
De modo que no, ni Segeda ni Numancia determinan hoy que enero sea el mes en el que damos la bienvenida al año. Pero no hay que quitarles mérito: los celtíberos lograron que el Senado de Roma cambiara la fecha electiva de sus cónsules para acabar con ellas. Es más que reseñable.
Imagen | Pablo Cabezos