No estás solo: unos científicos han usado una obra de David Lynch para inducir una crisis existencial

En 1991 David Lynch rompería las reglas de la televisión serial para siempre. Con Twin Peaks retorció sus esquemas, manipulando los hilos ya casi invisibles que movían el resto de series para crear universos estables y felices, e introdujo el posmodernismo, el extrañamiento y el caos. En 2006 Inland Empire, considerada una de las películas más importantes del siglo XXI, introdujo en su ficción extractos de otra webserie de Lynch, Rabbits, o lo que ocurriría si alguien con una depresión de caballo tuviese que hacer una sitcom en contra de su voluntad.

Surrealista. Lynchiano. Tripi mental. Rallada. Palabras que usamos para definir obras inquietantes y que obviamente tienen en uno de sus máximos exponentes al creador estadounidense. Muchos le hemos dado a su cine cualidades extracinematográficas, como si fuesen capaces de despertar nuestro subconsciente y alterar nuestra visión del mundo. Resulta que no estábamos solos y que lo mismo pensaron unos investigadores de psicología de la Universidad de Columbia en 2013.

Poner en duda la realidad duele. El cine de Lynch, por tanto, también

Una crisis existencial era, para los investigadores, una situación de angustia del sujeto que ve que cómo queda amenazado el sentido de la vida. Cuando decidimos asomarnos al abismo florecen en nosotros sentimientos negativos muy vinculados a trastornos mentales como el obsesivo compulsivo, la despersonalización, el insomnio o el alcoholismo.

Su tesis no iba demasiado lejos. Estaban intentando dilucidar si el paracetamol no sólo curaba momentáneamente dolencias físicas sino también sociales, pero sorprende tanto su elección de una serie de Lynch como los resultados de su ejercicio.

De entre las pruebas estaba el comparar los resultados entre el comportamiento de varios grupos de control: sujetos a los que se les pondrían episodios de Los Simpson, otros que verían la serie de Lynch y gente que tomaría placebo en ambos casos. Después se le pediría a cada grupo ofrecer su solución política ante el visionado de noticias violentas.

Así se comprobó que los que habían visto la serie de Lynch sin tomar medicamentos fueron el grupo de soluciones más punitivas de todos, mientras que los que vieron los Simpson o se tomaron un paracetamol antes de ver Rabbits fueron más amables con sus sentencias hacia los criminales.

Así que, dentro de los parámetros del modesto ensayo de los psicólogos (que en absoluto validan que sea bueno tomar paracetamol cuando sientas emociones negativas), se confirmaba que el medicamento funciona como supresor de los efectos del surrealismo, pero por esto mismo se confirma los efectos de las ficciones de Lynch sobre el sujeto. No por nada titularon a su trabajo “El dolor común del surrealismo y la muerte”.

¿Cómo puede una serie inducirte una sensación de crisis existencial?

Imagina una sitcom, con su escenario años 50 y sus personajes (humanos vestidos de conejos) interrelacionados. Después añádele risas enlatadas aleatorias, diálogos desordenados que no llevan a una evolución narrativa de ningún tipo y una melodía constante y oscura que enrarece el ambiente. Así se crea un viaje que va más allá de la parodia o la sátira de estas teleseries, sino que acompasa dos capas de humor y drama que chocan y nos llevan a un horror formal. El desasosiego. El sentido de la vida puesto en cuestión, en resumen.

Según Fredric Jameson, el posmodernismo, con su saturación del espacio social por la vía de una cultura visual de consumo, ha reemplazado el existencialismo primitivo, el tradicional angst de la época modernista, por una nueva patología colectiva de anhedonia (incapacidad de sentir placer) y fragmentación del individuo. Idea que explica por sí misma nuestra rendición a la ironía, rey y soberano de las estrategias de afrontamiento.

La obra del multidisciplinar David Lynch, todo un homenaje a cómo convertir en extraño lo que siempre nos fue familiar, puede ser incómoda, pero sin duda es también capaz de sacarnos de ese letargo emocional jugando con la precisa alineación espiritual que sentimos las personas en esta sociedad moderna saturada de códigos, estímulos y pistas semióticas. 

Su cine es destructivo, desafiante desde un punto de vista lógico. Nos rompe en mil preguntas. Pero también, a través desde su propia capacidad de provocar estos estadios emocionales, nos está descubriendo las mismísimas respuestas.

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