La crisis de 2008 puso punto y final a la ficción económica que España había vivido durante dos décadas. En el camino, hizo algo más importante para toda una generación de jóvenes educados hasta entonces en la eterna prosperidad: cortó de raíz sus expectativas. Les condenó no ya a una vida peor de la que esperaban, sino peor que la de sus padres. Catorce años después, el conflicto generacional sigue caracterizando la política, la economía y la sociedad española.
Y seguirá siendo así durante años.
El ránking. Lo ilustra el Índice Sintético de Desarrollo Juvenil, un estudio anual elaborado por el Centro Reina Sofía de Adolescencia y Juventud. El trabajo pondera distintos parámetros en cinco grandes áreas (educación, empleo, emancipación, vida y TIC) y ordena a los estados europeos en función de la calidad de vida de sus jóvenes, de las facilidades que encuentran para desenvolverse laboral, cultural y socialmente en sus países de origen. España, un año más, sale muy mal parada.
Por debajo. Puntúa sólo por encima de cuatro países europeos (Italia, Bulgaria y Rumanía). Todas las demás naciones son más amables con sus jóvenes. Destacan por lo alto Dinamarca, Países Bajos y Estonia. Los problemas de España no vienen dados por la educación (en la media comunitaria) ni por la "vida", una categoría que incluye cuestiones relativas a la salud mental o a la fecundidad. Los problemas, todos lo sabemos, se centran en el empleo y en la emancipación.
No hay trabajo. España sigue siendo el único país europeo donde la tasa de desempleo juvenil supera el 30%, cifra excepcional no ya en el viejo continente sino en casi todos los países desarrollados. En general, explica el informe, "todos los territorios retroceden en sus índices" de empleabilidad. Pero el caso español siempre es particular: el paro juvenil llegó a picos del 50% durante la crisis y jamás ha mejorado sustancialmente, tampoco en materia de temporalidad o de "parcialidad involuntaria".
Hay poco trabajo y el que hay es de una calidad discutible. Lo vimos a cuenta de los jóvenes universitarios: el 37% de los titulados españoles se emplea en puestos no cualificados, la cifra más alta de la Unión Europea. No se debe tanto a una excepcional producción de universitarios como a una carencia galopante de trabajos cualificados en el mercado laboral.
Y no hay vivienda. El otro aspecto donde España puntúa muy por debajo de Europa es en materia de "emancipación". Su índice se sitúa en el 0,118 sobre una escala del 0 al 1. Ninguna sorpresa. Sabemos que el porcentaje de jóvenes españoles con una vivienda en propiedad ha pasado del 57% al 33% en un plazo de quince años. También que el número de jóvenes entre los 25 y 35 años aún viviendo en casa de sus padres es más alto que en el resto de Europa Occidental; y que al aumento del alquiler en las grandes ciudades no le ha correspondido un aumento salarial.
Afectación especial. El desempleo y la vivienda son dos problemas endémicos en España, dos problemas que afectan de forma especial a los más jóvenes. Es algo que sabemos desde hace mucho tiempo, así como la enorme simetría entre comunidades. Madrid y País Vasco, por ejemplo, se encuentran en la media europea y al nivel de Alemania o Francia en materia de educación, vida o TIC. ¿Qué les penaliza? Una baja empleabilidad y un pobre desempeño en materia de emancipación. El diseño del índice penaliza mucho dos aspectos donde España va (muy) mal.
Todos retroceden. No es país para jóvenes, aunque hay una gran asimetría interna: Baleares, Canarias y Castilla-La Mancha se encuentran en el fondo de la clasificación, mientras que las ya citadas Madrid y País Vasco rondan la media continental. Tampoco le ha ido mucho mejor al resto del continente: todos los países han retrocedido en sus métricas a consecuencia de la pandemia, y en la mayoría de ellos los jóvenes afrontan problemas similares a los españoles (aunque a una escala menor).
"2020 estuvo marcado por una crisis global que ha tenido un profundo desajuste en el mercado laboral ahondando aún más, si cabe, en la incertidumbre y la inseguridad de los jóvenes a la hora de afrontar un proyecto de futuro", concluyen los autores. Lejos de remitir, la brecha generacional no hace sino agrandarse.
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