No, por mucho que esté de moda, comer píldoras de placenta no te dará beneficios extra

Seguramente si han sido padres recientemente o están en contacto con alguien que haya tenido un bebé en los últimos años, habrán escuchado de la "moda" o ¿tendencia? de que las mujeres están comiendo placenta, ya sea cruda, cocinada, en batido o en forma de cápsulas.

Esta práctica no es nueva, inclusive se reportan casos documentados desde 1950 donde la placentofagia comenzó a darse en seres humanos en China y los Estados Unidos. Pues esta práctica está en pleno auge gracias a internet y la difusión que han dado por ejemplo January Jones, Alicia Silverston y Kourtney Kardashian, sí, una Kardashian, quienes ingieren habitualmente píldoras de placenta por los supuestos beneficios que les otorga y que nuevos estudios vienen a desmentir.

Placentofagia, la respuesta a todos los males posparto

Los defensores de la placentofagia argumentan que cualquier otro mamífero (a excepción de los camellos) comen su propia placenta, así que el ser humano no debe tener ningún problema al hacerlo. Muchas mujeres que lo han hecho, mencionan que el comer la placenta evita la depresión postparto, aumenta la producción de leche y ayuda a elevar la energía natural.

Actualmente gran parte de los hospitales en varias regiones del mundo preguntan a la madre si desea conservar la placenta después del parto, inclusive hay hospitales que ofrecen el servicio de lavado y preparación de la placenta, ya sea para que sea llevada a casa o ahí mismo se convierta en cápsulas.

Por ejemplo, el convertir una placenta en cápsulas tiene un precio promedio en los Estados Unidos de 275 dólares por entre 80 y 200 cápsulas dependiendo del tamaño de la placenta. El procedimiento consiste en cocer al vapor el órgano, deshidratarlo hasta que sea crujiente, aplastarlo para hacerlo polvo y ponerlo en cápsulas de gel mezcladas con jengibre, limón y pimienta roja que actúan como conservantes.

Píldoras de placenta para la felicidad: ¡Falso!

Pero ahora una investigación de la Universidad Northwestern ha reexaminado un total de 10 estudios publicados entre 1950 y 2014 y han llegado a la conclusión de que "no hay datos en humanos ni en animales que apoyen la creencia común de que comer la placenta, ya sea cruda, cocinada o en cápsulas, ofrezca protección contra la depresión posparto, reduzca el dolor que sigue al alumbramiento, revitalice energéticamente, colabore con la lactancia, favorezca la elasticidad de la piel, mejore la relación madre-hijo o reponga el hierro en el cuerpo".

Crystal Clark, coautora del estudio y profesora asistente de ciencias psiquiátricas y de comportamiento de la escuela de medicina Feinberg de la Universidad Northwestern ha mencionado que "hay una enorme cantidad de informes subjetivos de mujeres que dicen haber percibido beneficios, pero no se ha hecho ninguna investigación sistemática que estudie los beneficios o los riesgos de ingerir la placenta".

Es decir, no hay pruebas de que comer placenta traiga beneficios a la madre, pero tampoco existen pruebas de potenciales riesgos. La evidencia más fuerte que existe de beneficios por placentofagia proviene de una serie de experimentos realizados en ratas de laboratorio quienes ingirieron placenta después de dar a luz, disminuyendo considerablemente los niveles de dolor, pero esto no puede ser equiparado con seres humanos, principalmente porque el caso de la ingesta en ratas es de manera inmediata, y para el caso de las mujeres muchas veces se espera a que se enfríe y sea preparada para su consumo.

El siguiente paso es realizar un estudio a profundidad para conocer los componentes potencialmente benéficos en la placenta, tales como estrógenos, opioides y oxitocina, así como sustancias potencialmente nocivas como el mercurio, el plomo y las bacterias, ya que hay que recordar que la placenta sirve como protección al feto y está diseñada para capturar toxinas.

Más información | Nortwestern News
Vía | NPR

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