Dos semanas después del atentado del Metrojet 9268, en el que perdieron la vida más de doscientas personas de nacionalidad rusa, Vladimir Putin anunció que Rusia duplicaría sus esfuerzos en la lucha contra el Estado Islámico, responsable directo del acto terrorista. Rápidamente, se extendió por Internet una supuesta frase pronunciada por Putin relacionada con su decisión: "Perdonar a los terroristas es cosa de Dios, enviarlos con él es cosa mía". Era fantástica, histórica.
Por desgracia para todos, era falsa.
No ha sido óbice, sin embargo, para que diversos medios, la mayor parte de ellos de menor calado, la hayan reproducido en sus páginas. En inglés ("To forgive the terrorists is up to god, to send them to him is up to me"), fue recogida por Fox News, citando como origen de tan fantabulosa sentencia a Remi Maalouf (su tuit ya ha sido borrado), periodista de Russia Today, el medio de cabecera del Kremlin. Había dos motivos para dar pábulo a la oración de Putin: por un lado, la difundía Russia Today; por otro, casaba a la perfección con el personaje que Putin ha creado de sí mismo.
La combinación de ambos factores provocó que en un abrir y cerrar de ojos capturas con la frase de marras se prodigaran por los TL de Facebook y Twitter. Nos creímos la boutade porque, por más que pudiera resultar demasiado cinematográfica, era Putin, era la clase de arrogante declaración que uno podría relacionar con el hombre que monta a caballo por los Urales con el torso desnudo. En resumidas cuentas, nos creímos la noticia porque queríamos que fuera verdad.
Sin embargo, no lo era. La clave residía precisamente en su perfil hollywoodiense.
La frase había surgido años atrás de la mente de un guionista con dosis extra de épica y memorabilidad. Pertenece a Man on Fire, película estrenada en 2004 y protagonizada por un Denzel Washington en su versión badass. La sinopsis reduce su argumento a lo siguiente: "En México DF, un antiguo asesino jura vengarse de aquellos que cometieron un indecible acto contra la familia a la que habían encargado que protegiera". Las palabras de Putin eran ficción, pura testosterona.
Al poco de hacerse viral, varios medios y portales de Internet comenzaron a recordar lo evidente: Putin jamás había dicho tal cosa. Ninguno de los grandes medios internacionales recogían las declaraciones. En español, tan sólo La Gaceta, algún medio local despistado y portales católicos daban veracidad sus palabras. Al poco, la propia Remi Maalouf, única fuente a la que recurrían todos los medios para publicar la cita, rectificaba, culpando a las redes sociales:
Se trataba de una bola gigantesca bola de nieve.
Pero Putin sí podría haberlo dicho
El fondo del problema era el propio Putin. Nadie habría creído ni por un segundo que Mariano Rajoy, el registrador de la propiedad de Santa Pola, pudiera decir algo semejante. En Vladimir Putin, el agente de la KGB que ha construido su imagen pública en su prominente masculinidad, eminente carácter ruso e indisimulada querencia a las armas y a la impresionante actividad física, no sólo podía ser verdad, sino que tenía que serlo. Queríamos coronar su vida con ella, recordarla como el punto culminante de todas las fotografías y memes que le hacen ser él, Putin.
Posiblemente el último tipo duro (que Internet adora).
Y por supuesto:
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