El 2 de mayo de 2015, tras una intensa campaña promocional que fue capaz de devolver al boxeo un grado de atención mediática que no recibía desde que Mike Tyson decidiera probar el sabor de las orejas de Evander Holyfield, los tres jueces encargados del veredicto dieron de forma unánime la victoria de un combate de poco brillo a Floyd Mayweather Jr. sobre Manny Pacquiao.
Con ello, Mayweather se agenció su cuadragésimo octava victoria consecutiva y, no menos importante, una bolsa por encima de los 100 millones de dólares que bien justificaron su regreso del retiro voluntario. Porque si hay algo que le guste más a Mayweather que imponerse en el ring, son los flamantes billetes que vienen con ello y que con tanto orgullo luce después en sus redes sociales. Él se los gana.
Por aquel entonces, el mucho más joven Conor McGregor comenzaba a acaparar focos en su carrera como estrella incipiente de las artes marciales mixtas (MMA) en el bien llevado circo de la UFC. Tras haber vencido en enero a Dennis Siver, su siguiente objetivo era el cinturón del peso pluma que ostentaba el imbatido José Aldo, considerado el mejor luchador de la categoría en aquel momento.
Dicho combate se vio aplazado hasta diciembre del mismo año, en el UFC 194, donde a McGregor le bastaron catorce segundos y una izquierda perfectamente temporizado para tumbar el récord de Aldo y coronarse como la nueva estrella del octágono. Nadie pensaba por aquel entonces en un enfrentamiento entre estas dos figuras que danzaban en puntos opuestos de sus respectivas carreras, pero dos años después he aquí que llega la que ha sido bautizada como "The Money Fight".
Con un ego capaz de rivalizar al del propio Mayweather, la nueva sensación irlandesa no dudó poco después de su primer gran éxito en empezar a tantear el terreno, asegurando con el habitual pavoneo del mundo de la lucha que sería capaz de derrotar al invicto boxeador en cuestión de segundos. Atento como siempre a cualquier oportunidad de negocio, Dana White, presidente de la UFC y a la sazón dueño de la carrera de McGregor mientras dure su contrato con dicha organización, se aventuró a ofrecer 25 millones de dólares al boxeador de Michigan por meterse al octágono con su chico maravilla.
Obviamente, han hecho falta unos cuantos millones más para que Mayweather haya decidido abandonar nuevamente su retiro, y además ha sido lo suficientemente astuto como para llevar el combate a su terreno de juego, el cuadrilátero, pero la fecha está puesta: será la noche del 26 al 27 de agosto, en el T-Mobile Arena de Nevada, bajo la categoría de peso superwélter, que contempla un máximo de 69,85 kg. Lo que no entiende de límites es el hype que se está generando en torno al evento.
Floyd Mayweather Jr, el imbatido "Money"
El millonario combate contra Pacquiao, que tantos sinsabores generó entre aficionados y espectadores casuales, no ha sido el último en la carrera de Mayweather hasta la fecha, pues en septiembre de 2015 venció también por decisión unánime a Andre Berto en peso wélter para sellar una impresionante trayectoria profesional de 49-0, récord que comparte con Rocky Marciano.
En pleno fervor de la victoria anunció a todo el mundo una nueva retirada del boxeo profesional a los 38 años que, desde entonces, nadie ha terminado de creerse. Por el camino, a lo largo de un periplo de más de dos décadas combatiendo, ha conseguido alzarse quince veces como campeón del mundo en cinco categorías de peso distintas, a lo que se añade una medalla de bronce en Atlanta 96 obtenida durante su época amateur.
Considerado varias veces con toda justicia el mejor boxeador libra por libra de los últimos tiempos, su distintiva e impecable habilidad defensiva, aprendida de su padre y su tío, ha sido su principal herramienta de éxito a lo largo de su carrera, y la más férrea oposición que McGregor habrá encontrado hasta la fecha. Pero a pesar de su fama defensiva, Mayweather hace gala también de unas estadísticas de precisión en el golpe a la altura de los más grandes.
Ya con 40 años, buscará frente al fenómeno irlandés de la UFC romper el techo de Marciano y apuntarse un 50-0 que ahora mismo las casas de apuestas dan, por pura lógica deportiva, como la opción más probable. Negociante como él solo, ya ha intentado registrar la ansiada cifra como marca. Eso sí, como Lil Wayne le cantaba en directo, seguro que no se preocupa ('No Worries') por la cantidad de dinero que él y su cuadrilla del The Money Team van a ingresar a costa de este sarao.
Conor McGregor, tras la estrella de "The Notorious"
Frente a la larga y brillante trayectoria pugilística de su rival, McGregor debuta de manera profesional en el boxeo intentando trasladar a este deporte los laureles que ha cosechado en los últimos años en la MMA. A sus espectaculares actuaciones, Conor ha sumado una personalidad de carisma arrollador que ha conseguido hacer de él una figura capaz de ir más allá de las barreras de la UFC.
Si bien es cierto que ahora mismo no es considerado el mejor de su terreno libra-por-libra (dicho honor es para el reformado Jon Jones), el de Dublín es, junto a Ronda Rousey, el nombre que más ha ayudado a popularizar el espectáculo de combate comandado por Dana White, especialmente fuera del territorio americano. Tras arrebatar a Aldo el cinturón del peso pluma en 2015, y subir a los 70 kg para vencer a Eddie Alvarez en ligeros, el pasado noviembre, McGregor se convirtió en el primer luchador en ostentar simultáneamente dos cinturones de distintas categorías en la UFC.
"The Notorious", que dejó el fútbol para dedicarse a las tollinas, se ha convertido además en una máquina de hacer billetes para la UFC, encabezando cuatro de los seis eventos televisados por esta empresa que más ingresaron en el pay-per-view, que al final es lo que más miran los promotores de estas citas. No es de extrañar por tanto que Dana White haya dado el visto bueno para que su figura más rentable deje por unos meses el octágono para hacer dinero fuera de su presente acuerdo contractual. Eso sí, su entrenador asegura que el plan es volver en diciembre, ya sea para defender su cinturón de ligeros o para seguir probando suerte en otro peso.
Con 29 años, el ídolo de la lucha irlandesa se juega mucho menos que su oponente y así lo entienden las casas de apuestas, que le dan como claro perdedor, aunque habiendo mejorando ostensiblemente sus posibilidades en las últimas semanas; eso sí, por lo que más se paga en su caso es por una victoria a los puntos, pasando sus mejores opciones a ojo de los estadistas por obtener un KO mediante su demoledora izquierda.
No es la primera vez que se hacen estas mezclas
Obviamente, existen precedentes de este tipo de combates crossover, donde grandes figuras de dos mundos se encuentran en un mismo ring para defender su supremacía, y de paso llevarse una buena recaudación a casa. El más célebre, y a la vez el que sirve de mayor paralelismo, lo encontramos en el duelo de Muhammad Ali con Antonio Inoki en 1976, el cual se disputó con una serie de reglas pactadas que permitían al japonés dar únicamente un tipo de patadas y que se resolvió con un discutible empate.
Trece años antes, el judoka Gene Lebell se enfrentó a Milo Savage, en un combate que se gestó con el fin de probar si había alguna disciplina capaz de superar al boxeo. Considerado como el gran impulsor del MMA en América, el cruce se resolvió con la victoria de Lebell por estrangulamiento en el cuarto asalto, dando así un golpe a quienes aseguraban por aquel entonces que los boxeadores eran superiores al resto de luchadores.
Exactamente tres décadas después, en 1993, la propia UFC nació con este espíritu de cruce de disciplinas en mente, con Rorion Gracie como uno de sus principales promotores motivado por demostrar el potencial del jiu-jitsu brasileño que él y otros miembros de su familia habían desarrollado durante años.
Royce Gracie, hermano pequeño de Rorion, se impuso en aquel primer torneo de UFC, dando así validez a la tesis familiar. En dicho torneo participaron también luchadores de karate, savate, sumo, shootfighting, kickboxing y por supuesto boxeo, representado por Art Jimmerson, quien fue derrotado por Gracie a las primeras de cambio.
El primer asalto del hype: la ronda promocional
Obviamente, esto hay que venderlo a toda costa, y por ello se ha venido cocinando a fuego lento una campaña promocional que empezó mucho antes de que el combate se hiciera oficial. Cruces de acusaciones y chanzas entre los rivales por sus respectivas redes sociales, declaraciones de sus representantes a favor de la supremacía de cada bando y multitud de contenidos falsos que iban sembrando Internet para estimular la firma del contrato en mayo y su anuncio al mundo en junio.
El primer gran movimiento a favor del hype fue una gira mundial por cuatro ciudades (Los Ángeles, Toronto, Nueva York y Londres) en la que ambos gallos enseñaron sus plumas al mundo, acompañados de sus respectivos equipos en un espectáculo que se fue yendo de madre entre insultos racistas y homófobos, múltiples flexiones musculares, discutibles elecciones de vestuario y los inevitables duelos de miradas.
Obviamente, todo aquí estaba perfectamente orquestado para llamar la atención, sacar la mayor cantidad de titulares posibles en los medios y atraer las miradas de todo el mundo para vender pay-per-view, que es de lo que esto se trata. A pesar de lo pactado del duelo dialéctico, algunas palabras se salieron de tono y sus protagonistas se vieron obligado a pedir alguna que otra disculpa. En cualquier caso, misión cumplida por ambos bandos.
El segundo asalto del hype: el sparring herido
No toda la polémica capaz de atraer focos ha venido pactada por ambos bandos, como así demuestra el culebrón montado durante los últimos días a costa de Paulie Malignaggi, el boxeador profesional que fue contratado para servir de sparring de McGregor en sus entrenamientos. No obstante, parece que el equipo del irlandés tenía en mente sacar de él más provecho que el puramente deportivo.
La publicación sin consentimiento del sparring de unas fotos de las sesiones de entrenamiento en las que se podía ver al irlandés golpeando duramente a Malignaggi hirieron duramente su orgullo y provocaron su renuncia inmediata. El boxeador no se quedó ahí, dando comienzo en redes sociales y declaraciones a la prensa a una serie de acusaciones contra McGregor, al que acusó de ser débil y llorica, y de mostrar imágenes que no hacían justicia a los entrenamientos reales, entrando en detalles muy específicos sobre estas ya polémicas sesiones.
El último capítulo de esta miniserie lo protagonizó Dana White publicando en Instagram el vídeo que probaba el buen hacer de McGregor con su dolido sparring, lo cual en retrospectiva ha terminado reafirmando aún más a los que tienen su fe puesta en el de Dublín. Posiblemente no sepamos mucho más de este asunto, y su papel en mantener vivo el hype, aunque no fuera el que él quisiera en primer momento, ha quedado más que bien cumplido. Eso sí, por si algo más consigue cazar, ha dado también a entender que estaría dispuesto a zanjar el asunto con un combate real contra el irlandés cuando lo de Mayweather esté resuelto.
El tercer asalto del hype: a vueltas con los guantes
Entre las cuestiones que aún quedan por resolver de cara al evento está algo tan (aparentemente) marginal como el peso de los guantes que emplearán, y hasta esto está sirviendo a ambos campamentos para alentar el cruce de acusaciones, los desacuerdos y la correspondiente dosis de leña al fuego mediático.
Según la Comisión de Nevada, para combates por encima de los 67 kg son obligatorios los guantes de 10 onzas (312 gramos), muy por encima de los mitones de 4 onzas (113 gramos) que se emplean habitualmente en la UFC y que protegen mucho menos los impactos. No obstante, Mayweather aceptó la idea de emplear guantes de 8 onzas (227 gramos), contemplados habitualmente para púgiles de menor peso. La respuesta de McGregor no se hizo esperar, y obviamente vino a decir que a él todo le vale.
Aunque se salga de lo establecido por normativa, la Comisión ha aceptado llevar el asunto de las 8 onzas a votación ante la petición efectuada por ambos equipos. Probablemente, el impacto de esta decisión en el combate final sea más bien menor, pero como sucede en torno a cualquier circo de este calibre, también esto ha servido para actualizar unas cuantas redes sociales y soliviantar a los defensores de cada bando.
Por un puñado de dólares
El principal objetivo de tener tanto carbón ardiendo en la caldera del hype está en llegar, como poco, a la cifra récord de 4,6 millones de adquisiciones en pay-per-view que se realizaron para el combate contra Pacquiao, superando los 410 millones de dólares en ingresos solo en Estados Unidos. A esto hay que sumar la venta de entradas en vivo y lo que llegue por patrocinadores, claro.
Los luchadores tienen prohibido por contrato comentar a cuánto llegarán sus respectivas tajadas, pero se espera que caigan como poco 100 millones de dólares para Mayweather y otros tantos para McGregor, que estaría cosechando así la mejor paga de su carrera. Tan astronómicas cantidades podrían dispararse aún más si se superan los objetivos financieros establecidos inicialmente, lo cual nos hace entender esa motivación especial que ambos están poniendo en remover el avispero.
Todo ese dineral hay que pagarlo, claro, así que el derecho a verlo en directo por Showtime dentro Estados Unidos cuesta 76 euros en definición estándar, y 84,50 euros en HD; poca broma. En Reino Unido, donde la emisión será cosa de Sky Sports TV Box Office, el coste será de unos más aceptables 24,95 euros, y está por ver qué opciones tendremos aquí en España. El cartel completo de la noche incluirá estos ocho combates.
¿Es "The Money Fight" la pelea del siglo?
En términos puramente deportivos, es muy posible que no. Por muy llamativa que resulte la idea de mezclar a estos dos colosos de lo suyo, la técnica pugilística del irlandés está muy lejos de haber sido probada, y si por algo se caracteriza el rival con el que se estrenará es precisamente por un dominio sobrehumano de la misma.
Tampoco quiere decir eso que McGregor esté carente de opciones, pues con su pegada de tren de mercancías y su evidente ventaja de edad, la sorpresa podría llegar a acontecer. No obstante, lo más probable es que nos encontremos con un duelo irregular, con mucho menos brillo del que podría tener un combate de dos boxeadores top, o de dos grandes estrellas de la UFC en su correspondiente terreno.
Ahora, si nos centramos en su condición de espectáculo de luces y fuegos artificiales, es obvio que vamos a ver pocos de este calibre en los próximos años, y ahí sí que podemos hablar de uno de los duelos más grandes de nuestros tiempos. Uno que probablemente será más recordado por todo el circo previo, que por los doce asaltos previstos para la velada. Especialmente si se produce lo más probable: que se lo lleve Mayweather, listo para retirarse con su 50-0, y que McGregor vuelva a lo suyo en el octágono sin nada de lo que arrepentirse y con algún cero adicional en su cuenta.
Eso sí, reconozco que en el fondo me encantaría ver el escándalo de orden sísmico que se produciría si McGregor rompiera con todas las previsiones convirtiéndose en el primero en vencer al coloso Mayweather, a poder ser noqueado en los cuatro primeros como ha prometido en uno de sus arrebatos de pavonería promocional, haciendo verdad ese 49-1 que se ha convertido en eslogan de sus fans. De ahí sí que iban a salir buenos titulares.
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