Una noble empresa impulsa el regreso a la Luna: recuperar los excrementos de los astronautas

Caravana
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Medio siglo después de la llegada a la Luna, la humanidad y la ciencia se han familiarizado con el satélite terrestre. Desde entonces hemos enviado En este tiempo hemos enviado seis expediciones para 18 afortunados viajeros y 12 hombres que han conseguido pisar la superficie selenita entre 22 y 72 horas. Nos hemos traído 382 kilos de masa lunar. Todo ello ha tenido su impacto medioambiental: hemos dejado aproximadamente 96 bolsas de basura llenas de residuos, vómito, pis y caca.

La basura lunar. Aunque no es ninguna novedad que tiramos desperdicios al espacio, el caso de las bolsas y pañales llenas de excrementos de la Luna (conocidas como Jettison Bag) son particulares. Los exploradores no tenían más remedio que dejarlo, o eso alegan, ya que el peso de las naves está racionalizado al milímetro y, dado que tenían que traer peso extra en forma de material extraterrestre, algo había que dejar por allí. Tampoco les preocupaba ya que suponían que las duras condiciones atmosféricas de la Luna terminarían por desintegrar los deshechos.

La excitante basura lunar. El gobierno estadounidense contempla regresar al satélite antes de 2024, enfrascada de nuevo en una interesante carrera lunar que implica a naciones antaño ajenas como China o la India. La posibilidad abre una oportunidad a un tipo de investigación no tan conocida: analizar qué habrá sido de los excrementos que dejamos allí. La composición de una deposición humana húmedo se comprende en un 50% de bacterias y más de 1.000 especies distintas. Es por eso que, sin quererlo, los intestinos de los astronautas han dado inicio a un excepcional experimento científico.

Qué cuentan. Primero, si la vida puede abrirse paso en condiciones tan extremas como la Luna, sin campo magnético o atmósfera como la que tiene la Tierra, aunque es algo poco probable. Segundo, cuánto tiempo tardan nuestras bacterias en morir en esos ambientes, una información importantísima para el futuro de la exploración. Tercero, cuál es el potencial humano para contaminar cuerpos celestes. Cuarto, qué efectos erosionantes ha provocado el clima de la Luna en aquellas bolsas… El listado de posibilidades es largo y sorprendentemente excitante.

El resumen es que, independientemente de lo que haya ocurrido, los astrobiólogos consideran que esas bolsas de excrementos son de lo más valioso a nivel científico ahora mismo en la superficie lunar.

Fabricar muchos más. Otro motivo por el que la caca se va a convertir en un debate ineludible para el futuro espacial: la NASA ha ganado últimamente un impulso presupuestario para cotejar una posible estación de enlace, la Plataforma Orbital Lunar Gateway, para ayudar a los exploradores humanos que vayan a Marte. Eso quiere decir que habría gente que tendría que vivir más a largo plazo alrededor de la Luna. Esto es, más caca, un problema que la humanidad no solventa con demasiada eficiencia cada vez que se aproxima a parajes abandonados y vírgenes, como el Everest atestigua.

Más intereses. Al margen de los excrementos de los astronautas, hay un revivido interés por regresar a la Luna. Los motivos son variados pero rotan en gran medida en torno al impulso científico y técnico de naciones antaño ajenas a la batalla espacial (enterrada en la práctica desde la desaparición de la Unión Soviética) como la India o China. Una carrera que tiene tanto de interés innovador como de estrategia geopolítica para las pugnas del futuro, Marte incluido. Y entre medias, caca.

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