Christopher Nolan es, junto con otros cuatro o cinco nombres como Martin Scorsese o Steven Spielberg, el autor en activo más conocido por la mayoría de espectadores. Cada vez que se estrena una nueva película del inglés se produce un pequeño fenómeno mediático en el mundo del séptimo arte. Y su décima película, Dunkerque, no iba a ser la excepción. Hay miles de pantallas a lo largo y ancho de todo el globo proyectando esta suerte de feria bélica que, según muchos críticos, es ya un clásico que ocupará un lugar privilegiado en la historia del cine de aventuras.
Y sin embargo, la inmensa mayoría de espectadores que se acerquen a las proyecciones de la película en los cines de su ciudad la verán en una edición tremendamente mutilada.
Como tan bien sabrán los seguidores del realizador, Nolan es un director especial en cuanto a la filmación de sus películas. Como comentaron en Espinof hace poco, se considera parte de un reducido “supergrupo” de autores que pretenden mantener viva la creación cinematográfica de forma fidedigna, en celuloide. El formato digital es para él algo infinitamente inferior a la película, “Netflix es una moda” y, en esencia, la forma adecuada de consumir cine dista mucho de la experiencia que vivimos la mayoría desde nuestro salón.
Desde El Caballero Oscuro y hasta Insterstellar el cineasta ha jugado anteriormente con los grandes formatos, combinando el rodaje en 35mm con escenas en IMAX. Pero con Dunkerque ha ido un paso más allá, rodando el 75% de todo el largometraje en una combinación de cinta 15/70mm IMAX y Super Panavision 65 mm, unas imágenes pantagruélicas que en su traducción a los 70mm permiten disfrutar de un nivel de imagen absolutamente envolvente (posee un tamaño de imagen y definición ocho veces mayor que el de la película de 35mm) que, sin embargo, no podrá proyectarse en este formato más que en un puñado de cines en todo el mundo.
Menos calidad, distinto formato: la realidad de Dunkerque en el cine de tu ciudad
Porque sí, los amantes de la experiencia técnica podrán trasladarse a ciertos enclaves, recorriendo en muchos casos cientos de kilómetros, para llegar a las salas aptas para ver Dunkerque como Nolan manda. Pero, ¿y para los demás? Una imagen en la que vemos prácticamente tres cuartos de la imagen y en una calidad muy inferior.
Este tuit de los formatos de exhibición de Dunkerque habla por sí mismo. Arriba a la izquierda el IMAX 70mm. DPC o Digital Cinema Package es la versión que proyectarán las salas de multicines que todos tenemos en nuestra ciudad. Frente a los 18k píxeles (en su equivalencia digital) que mostraría una copia óptima en película, una resolución de unos 4k píxeles que veremos, con suerte, en Yelmo o Cinesa. Frente al formato original de 1.43:1, una relación de aspecto del 2:20.1 de las proyecciones en 70mm (como la que proyecta, por ejemplo, el Phenomena de Barcelona).
Por supuesto, confiamos en que tanto Nolan como el equipo que ha supervisado la filmación y la conversión al digital de la peli hayan cuidado que, dentro de ese recorte de la imagen, se mantenga la mayor riqueza posible para cada plano (es decir, que un espectador de multisalas no vea el primer plano de un rostro cortado a la mitad o elementos en acción mal encuadrados); pero es inevitable lamentarse por la disminución de la calidad de la experiencia que tendremos los que no la veamos tal y como fue concebida. Casi parece como que lo que nos queda a nosotros es un visionado que poco tiene que ver realmente con la película.
Dunkerque en todo su esplendor: 37 pantallas para 7.000 millones de personas
El escozor es aún mayor leyendo los comentarios de algunos críticos estadounidenses. “No puedo insistir lo suficiente en que veáis Dunkerque en IMAX 70mm”, decía un editor de Indiewire, “viajad lo que haga falta" para verla en condiciones óptimas, algo que para un estadounidense con tiempo y dinero podría ser factible pero, como veremos, prácticamente imposible para los europeos y casi impensable para los asiáticos.
Hay páginas que te ayudan a encontrar los cines que están echando Dunkerque en el formato deseado. Si nos guiamos por ellas, todo Estados Unidos tiene aproximadamente 31 salas en las que se regirán por el formato puramente nolaniano, 100 si extendemos el precepto a los que van a emitirla en 70mm (que también conlleva una pérdida de imagen, por no ser IMAX, aunque no de calidad de la misma).
Pero los norteamericanos son los mejor parados en el reparto. Asia y Australia juntos poseen siete cines en los que vaya a proyectarse la película en 70mm, y sólo una sala en Melbourne y otra en Bangkok para verla en IMAX 70mm. Europa tiene únicamente 27 salas echando Dunkerque en 70mm y de éstas sólo cuatro (una en República Checa, tres en Reino Unido) podrán proyectarla en IMAX. Lo sentimos, Latinoamérica: ninguno de vuestros cines está en la lista.
Frente a esas 31 salas (o 100 si te vale el formato panorámico) estadounidenses donde aún puede disfrutarse del gran formato analógico están las 3.500 salas digitales del circuito cinematográfico convencional. Menos del 1% de las salas del país podrán proyectar la película como a su director le gustaría que la vieras, como la ha concebido y como los críticos creen que vas a poder sumergirte en todo lo que Dunkerque tiene que ofrecerte. Y el panorama es mucho peor para el resto de espectadores del planeta.
Si eres español podrás ver la película en 70mm en el Phenomena de Barcelona, el mismo que también dio cabida hace un año al experimento de Los Odiosos Ocho de Tarantino. Pero si quieres verla bien de verdad, ve reservando unos días para irte a Londres. Contamos con que sepas inglés.
Producto de consumo masivo vs. experiencia de lujo
Puede que todo esto sólo le interese a los puretas de la imagen, a los fanáticos del formato, pero no deja de ser interesante para comprender la transformación que está experimentando el cine en nuestras vidas.
Si entendemos este arte como algo ligado a sus herramientas de creación originales, el cine está prácticamente muerto y Dunkerque es otro más entre los últimos cantos de cisne entonados por parte de un gerifalte de la resistencia. Si nos atenemos al significado cultural con el que nació el cine, de ocio de masas (y que es precisamente la definición que Nolan dio del cine en sus últimas declaraciones), los experimentos de Nolan son una excepción a la regla, un producto exclusivo que nada tiene que ver con la experiencia colectiva del pueblo.
Es como mínimo paradójico que el cineasta que mayor encarna el clasicismo y la veneración por lo analógico en la actualidad permita que su obra se distribuya de un modo “incorrecto” para el 99% de la población.
Sería totalmente injusto exigirle a una persona que arregle el sistema de distribución mundial, pero tampoco hay que obviar que Nolan no ha hecho ningún esfuerzo creativo en la producción de la película a la hora de idear sus imágenes adaptándose a una relación de aspecto que fuese a consumir la mayoría y que, tal y como vemos que se está proyectando en nuestros cines, no tendrá en su versión en salas mucha mayor fidelidad de imagen que si la ves dentro de unos meses comprándote el Blu-ray y poniéndola en el home cinema de tu casa.
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